Capítulo 001

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Yo Bruno Bergeron, el de la mirada profunda y la sonrisa mágica. Aprendiz de historiador, artista apasionado de la danza, sonidista por vocación. El que dice más por lo que calla que por lo que no calla, pero que si he de hablar lo haré sin reparos. El gran confidente de sus amigos y la persona más importante en la vida del gran Merli (bueno... eso sólo porque no llego a conocer a la traviesa y elocuente Mina)... Voy a explicaros como cambie el estudio de las guerras y las revoluciones por el trabajo teatral, como fue ser a veces hermano mayor a veces padre, mis aventuras y desventuras románticas y, por supuesto, como mi camino y el de mi eterno chulito, Pol Rubio, volvieron a unirse después de aquella fatídica fiesta en casa de Rai.

Poco días faltaban para el comienzo del verano, aun así aquella mañana estaba tristemente gris. La lluvia suave golpeaba el cristal de los ventanales de mi habitación cuando me levante de la cama y me acerque, seguí con la mirada melancólica el recorrido de una gota, la vi descender lentamente hasta la altura del picaporte. Pose mi mano sobre el, abrí la puerta vidriada y salí al balcón, sentí las gotas humedecer mi cuerpo lentamente, alce la vista al cielo y sonreí mientras una lagrima se mezclaba con el agua de la naturaleza. Un año de su ausencia, 365 días sin sus sermones, 8760 horas sin merlinadas, 525.600 minutos sin mi padre. Un año puede parecer una eternidad o un suspiro, todo depende de que tan chula este siendo tu vida y la mía venia sido bastante chunga. Perdí a mi padre de una forma inesperada, sin tiempo para despedidas o palabras bonitas, aunque pensandolo bien, de haber tenido tiempo tampoco las hubiera habido, no éramos de esos. Los primeros meses sin Merli intente seguir con mi vida, me ocupe de sostener a la Yaya, de mis estudios y las fiestas. Creo que fue después de aquella fiesta en casa de Rai que todo se desplomo, menuda borrachera tuve esa noche en la que acabe tirado en el cementerio junto a la lápida de vaya a saber quién, porque llevaba tan mal estado que ni siquiera fui a parar a la de mi padre. Mejor así, Merli se habría levantado de su tumba solo para abofetearme en ese momento y tal vez lo merecía, tal vez necesitaba un sacudón para despertar.

Después de aquella noche y nuestra discusión no volví a ver a Pol, era hora de pasar página y entender que jamás iba a sentir ni la mitad de lo que yo sentía por él, jamás me miraría del modo que esperaba que lo hiciera y yo no podía seguir soportando ser el juguete en el que había dejado que me convirtiera, porque sí, sé que yo deje que hiciera conmigo lo que quiso. No voy a negar haber disfrutado nuestros momentos, pero merecía más que esos instantes robados a un "colega". Unos días más tardes recibí un mensaje suyo, a su modo se disculpaba por lo sucedido y me invitaba a pasar la tarde en la playa, pensé en no responderle pero los años de amistad me impidieron esa frialdad y simplemente fui sincero: "De momento necesito mantener la distancia contigo, no es en plan mal rollo simplemente creo que es lo mejor para ambos. Cuídate Chulito.", su respuesta fue inmediata "No desaparezcas mucho tiempo tete y cuídate".

Entonces no solo había perdido a Merli, sino también a mi amigo y como si no bastase con aquello el semestre en la uni fue catastrófico, estaba desenfocado y mis exámenes todos reprobados. Le mentía a la Yaya para evitarle otra preocupación, salía de casa diciendo que iba a estudiar, en cambio hacia pellas y terminaba vagando por las calles de Barcelona, en casa de Oliver o Tania. En esos momentos no sé qué hubiese sido de mi sin ellos, Oliver buscaba animarme todo el rato, ponía música y buscaba hacerme bailar, decía que debía reencontrarme con mi pasión; Tania, por su parte, era más comprensiva y dejaba que me desahogara con ella, entendía que había perdido a mi padre, estaba de duelo y había llegado el momento de hacerle frente a la situación o ella acabaría conmigo. Cuando estaba verborrágico, mi amiga me escuchaba hablar sin parar y cuando no, simplemente se sentaba junto a mí respetando el silencio mientras me acariciaba el cabello.

Aquella depre continuo hasta el día más importante de aquel año o más bien, hasta uno de los días más importantes de mi vida, el día en que entendí que era tiempo de aceptar la muerte como parte de la vida y la vida como parte de la muerte. Fue cerca de las siete y media de la mañana cuando, después de una larga noche, la Yaya puso sobre mis brazos a aquella pequeña vestida de lila, entonces sus ojos negros azabache se cruzaron con los míos y entendí que mi padre nos había dejado el mejor de los regalos. Merlina, Mina, mi pequeña hermana dio vuelta mi mundo y me enamoro desde ese primer instante. La llegada de Mina le había devuelto a nuestras vidas los colores, ella era el grandioso motivo por el cual abrir los ojos cada mañana y sonreír, es increíble como una cosita tan pequeña puede generar tanto amor, pero así fue. Broto el amor y la ausencia de Merli pareció menguar, no es que lo hubiésemos olvidado, todo lo contrario, estaba más presente que nunca, estaba ahí con nosotros, estaba en Mina, estaba en mí.

Yo, Bruno BergeronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora