Capítulo 107

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Pol tenía los brazos por encima de su cabeza y la mirada perdida en el alto techo desde que retiro su cuerpo de encima del mío y se tumbó desnudo junto a mí para recuperar el aire. Yo seguía acostado boca abajo con mi cabeza reposada sobre mis manos y ladeada hacia él, mis pulsaciones ya habían recuperado su ritmo normal y me gratificaba mirarle pero algo en su silencio me hacía sentir que no todo estaba tan bien como el follón que acabábamos de iniciar en la escalera y terminar en ese colchón tirado en el suelo de la habitación.

- ¿Estás bien? – consulte y él asintió moviendo su cabeza. Hubo unos minutos más de silencio antes de que yo volviese a romperlo – Cuando me mude aquí hay una grieta que debo arreglar en mi antigua habitación, no sé si la ocuparan, pero no quiero dejarla en mal estado... – expliqué acomodándome de costado.

- ¿Estas pidiéndome que me ocupe?

- No – aseguré apoyando el codo junto a él y mi cabeza sobre mi mano – Sólo necesito que me digas como hacerlo bien porque no estoy seguro de que las grietas puedan taparse por completo, he visto muchas reaparecer con el tiempo y no me gustaría que fuese el caso – volteo su rostro para verme, dibujo una sonrisa y de nuevo miro el techo – ¿Por qué te ríes?

- Porque estas usando una metáfora horrible para saber si esto va a dejar marcas entre nosotros.

- No – sentencié y con mi índice en su mejilla le obligue a mirarme – En todo caso he usado una metáfora horrible para saber cómo hacerlo bien. ¿Puedes ayudarme? – Pol incorporó su pecho, me dio un corto beso y se sentó sacando los pies fuera del colchón – ¿A dónde vas? – consulté al verle ponerse de pie y coger su bóxer de camino a la escalera, lo que por cierto me dio una espectacular vista del mejor culo que hubiese visto en mi vida.

- Por la manta que dejaste arriba – explicó colocándose su prenda íntima – El techo es muy alto y no has escogido la noche más cálida para dormir en un apartamento sin siquiera cortinas, estarás muerto de frio en diez minutos.

- Vale, vale – dije sin creer lo que decía – No hay nevera aun, pero puedes coger agua del grifo, he traído vasos.

- Perfecto – dijo guiñándome un ojo antes de comenzar a subir.

Me senté en el colchón y me estire hasta alcanzar mi bóxer, me lo puse antes de ponerme de pie y ordenar el resto de la ropa desperdigada por la habitación, siendo honesto yo podría haberla dejado allí hasta la mañana siguiente pero sabía que Pol acabaría ordenándola al bajar. Me quedé de pie junto a la ventana, la luna ya había desaparecido del rango visual pero las luces de la ciudad siempre lograban cautivarme. Oí los pasos de Pol arriba de mi cabeza, el agua corriendo y el choque del vidrio de los vasos que debía estar llenando.

Bajó la escalera con la manta debajo de su brazo y un vaso en cada mano, uno de ellos estaba vacío para cuando llego junto a mí y me ofreció el otro. Bebí la mitad mientras él dejaba el abrigo sobre el colchón y su vaso en un rincón del suelo, le ofrecí lo que quedaba del mío y acepto. Luego le di la espalda y seguí admirando la vida nocturna del nuevo vecindario porque el silencio me estaba dañando, yo ya no tenía más nada que decir y él no parecía tener intenciones de hacerlo por lo que no gastaría mi tiempo con preguntas o metáforas que no le apetecía responder.

Oí el ruido del segundo vaso contra el suelo y la madera crujir bajo sus pies cuando se acercó. Rodeo mi cuerpo por encima de mis brazos dejándome inmóvil, depositó un beso en mi hombro y se apretó más contra mí. Alce mis antebrazos para coger los suyos y eche la cabeza hacia atrás para recargarla sobre su cuerpo. Cerré los ojos y me concentré en la sensación que los puntos de contacto entre nuestros cuerpos me generaban, el hormigueo y las cosquillas estaban intactos, como también lo estaba la felicidad que sentir su aroma natural me despertaba.

Yo, Bruno BergeronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora