Capítulo 111

296 20 40
                                    

En los dos meses que llevábamos conviviendo almorzar juntos era algo solo de fines de semana, el resto de los días Pol siempre estaba en un curro distinto o buscándolo mientras yo permanecía en el apartamento "jugando con mis maquinitas", como mi novio le decía a las horas que pasaba con los cascos puestos frente a mi portátil y mi consola buscando perfeccionarme, es por eso que intentábamos cenar juntos todos los días pese a que Pol sufriese las consecuencias. Puede que su fama les haga creer que es un tío de hábitos nocturnos pero la verdad es que salvo cuando está de fiesta, Pol tiende a dormirse temprano o al menos más temprano de lo que mi curro nos lo permite. Alguna vez os conté también que Gloria le enseñaba a cocinar, pues que ello tampoco los engañé, porque no es quien cocina habitualmente en nuestro hogar. Dejar la cena lista antes de irme a currar era el único modo en que Pol y yo comiéramos algo digno y no un simple bocata, su único trabajo: calentarlo cuando le enviaba un WhatsApp para avisar que estaba volviendo. El problema: La mitad de los días se quedaba dormido en el puf con un libro o su móvil en la mano y no oía mi mensaje. Lejos de enojarme me daba ternura encontrarlo allí, así que era yo quien calentaba la comida y lo despertaba mientras le repetía que no hacía falta que me esperase. Lo bueno: su siesta mientras yo curraba nos permitía un follón nocturno más activo y prolongado.

Esa era una escena que se repetía varias noches a la semana, pero a veces mi novio me sorprendía y no solo estaba despierto, sino que también le agregaba detalles a la cena: alguna música especial, velas, vestirse más guapo que de costumbre o preparar alguno de mis postres favoritos. Esa noche sentí el aroma familiar mientras subía los últimos peldaños de la escalera y luego escuché unas risillas que conocía muy bien cuando abría la puerta.

- La Yaya estará de gira, pero es viernes así que debíamos cenar con Mina – explicó Pol mientras yo saludaba a Mina y Nil que corrieron hasta mí en cuanto entre.

- Cuando dices la Yaya... ¿Te refieres a nuestra Yaya? – pregunté acercándome a él señalándome a mí y a mi hermana, ahora montada sobre mi espalda.

- Cariño a estas alturas ya soy un Bergeron más – dijo encogiéndose de hombros y dándome un beso de bienvenida – He preparado el postre de tu padre – dijo al tiempo que yo bajaba a Mina.

- Lo he notado – expresé olisqueando el aroma del lugar y luego modulé un 'Gracias' sin sonido al que él respondió con una sonrisa.

Cuando acabamos de cenar jugamos un rato a las cartas, pronto Nil comenzó a quedarse dormido así que Pol bajo a ambos pequeños a la habitación y los arropó en nuestra cama mientras yo lavaba los trastos. Volvió cuando estaba terminando mi trabajo mientras canturreaba "Where do we go?" de La Pegatina, se detuvo a un metro de distancia, cruzó sus brazos y apoyó su espalda baja contra la encimera. Fruncí el ceño confundido al ver en él una expresión de enfado.

- ¿Qué ocurre? – consulté secándome las manos.

- ¿He oído bien? ¿Le das dicho a Mina que su risa es tu sonido favorito?

- Si – contesté dubitativo sin entender a donde se dirigía.

- ¿Y qué hay de la mía? – solté una carcajada, le di un pico y caminé hasta la mesa para coger mi móvil y poder bajar a dormir – No sé porque te ríes, no es gracioso – aseguró siguiéndome – No es justo, no puede ser que siempre quedé por debajo de esa enana – me volteé para responderle, pero me quedé en silencio cuando sus manos en mis hombros me obligaron a sentarme – Tendré que esforzarme para poder ser la prioridad en tu vida – dijo sentándose a horcajadas encima mío.

- Inténtalo... Pero no creo que lo logres, lo fuiste durante muchos años y no lo supiste valorar – le piqué sujetando su cintura con mis manos – Ahora deberás conformarte con un eterno segundo lugar, no puedes competir con Mina.

Yo, Bruno BergeronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora