Capítulo 002

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La ducha caliente le devolvía lentamente el calor a mi cuerpo frio por la lluvia, había estado cerca de media hora en el balcón recordando a mi padre pero, sobre todo, asimilando la cantidad de cosas que habían pasado en este primer año de ausencia. Tenía el cuerpo helado y pálido, el agua caliente y, porque no confesarlo, la autosatisfacción que me di en ese momento le devolvieron la vida y el color a mi ser. Todavía estaba bajo el agua cuando la Yaya entró a mi habitación y se acercó al cuarto de baño, sin asomarse me preguntó si finalmente pensaba acompañarla a ver a mi padre al cementerio. ¿Por qué todos creéis que allí hay algo que visitar? después de un año los gusanos ya se habrían devorado la mitad de Merli y la otra mitad, estoy seguro, no querría que yo desperdiciase mi tiempo. Creo que fui un poco crudo porque compartí esos pensamientos con ella y horrorizada se asomó para lanzarme lo primero que encontró, en este caso la remera que había dejado en el suelo para llevar a lavar.

- ¡Yaya me estoy bañando! – solté llevando mis manos a mi polla para cubrirme.

- ¿Y acaso creéis que nunca he visto una de esas?

- ¡Yaya! – volví a gritar escandalizado, aunque no entiendo porque todavía me sorprendían sus salidas – venga, pirate – ella volvió a mi habitación y desde ahí volvió a insistir con la necesidad de mi compañía en ese día – ¡No me rayes! Te he dicho que no iré a visitar una tumba y tú tampoco deberías ir.

- Llevo un año sin tu padre, necesito...

- ¿No crees que él estaría más contento si te ocuparas de ir a jugar con tu nieta?

- Juego todos los días con ella, hoy necesito ir a verle, ¿lo entiendes?

- Sí, ¿y tu entiendes que yo no necesito ir? – el silencio me dijo que lo había entendido o simplemente se había dado por vencida.

Diez minutos después de que Carmina se fuera, me puse mi campera impermeable, subí la capucha y salí. Al pisar la acera note que la lluvia había desaparecido, podría jugar un rato en el patio trasero con Mina, ella parecía más animada al exterior, le gustaba el aire libre, tal vez había nacido con el chip Merli de la libertad implantado desde fábrica, dibuje una pequeña sonrisa ante ese pensamiento. Antes de ir a casa de Gina me apetecía pasar por la playa, eso prolongaba un poco el camino pero sabía que iba a disfrutar el rugido del mar en ese momento donde tantos pensamientos rumiaban en mi cabeza. Estaba a unas pocas cuadras cuando recibí un mensaje al móvil: "No quiero molestarte en este día, pero si necesitas compañía sabes que las puertas de mi casa siempre están abiertas y que ahí estaré para ti. Te quiere. Tania", respondí con un corazón y guarde el teléfono. Tal vez habría sido mejor aceptar aquella invitación, ir a su vivienda y simplemente dejas que las horas pasaran sin hacer nada. De seguro todo habría resultado mejor.

Llegue a la playa y me acerque hasta el mar, el clima estaba fresco pero de no me importo, me quite las zapatillas y comencé a caminar por la orilla dejando que mis pies se mojaran con el agua salada. Honestamente no creí que aquella fecha me afectara, supuse que lo pasaría como un día más, sin embargo ahora que había llegado era imposible sacar el peso que sentía en el medio de mi pecho. Nuevamente sonó mi móvil: "Mi mamá y tu abuela se han ido al cementerio, me dijo Carmina que tu no quieres ir, si es por Mina no te preocupes, yo me encargo. Geri." ¿Gerard se encargaría? Creo que eso debería haberme dado ganas de caminar más rápido hacia esa casa, pero lo cierto es que agradecí que lo hiciera, pensándolo bien no tenía ánimos para ver a mi hermana.

Camine por la playa cerca de media hora, iba lento, sin rumbo ni horario de llegada, cuando estuve cansado, decidí reposar antes de seguir viaje. Sentado sobre la arena observe el mar y el cielo cargado de nubes grises mientras la brisa golpeaba mi rostro, el ir y venir de las olas, la línea del horizonte, todo en aquel paisaje daba calma. Rememore una tarde de verano en la playa con mis padres, no sé qué edad tendría, posiblemente cuatro o cinco años porque ellos no estuvieron juntos mucho tiempo más. Mi madre intentaba tomar sol tranquila mientras escuchaba las quejas de Merli, odiaba la arena metiéndose en sus libros y claro, en ese entonces él no podía ir a ningún sitio sin ellos. Yo en cambio, descubro ahora, amaba cuando el viento soplaba levemente levantando aquellos granitos molestos, ese era el momento en que mi padre dejaba sus libros y me prestaba atención. No era muy bueno construyendo castillos pero me hacia reír cuando comenzaba a hacer las distintas voces de las personas que vivían en los dos montículos que lograba levantar. Sonreí ante aquella catarata de imágenes hasta ahora olvidadas que invadieron mi mente, me voltee y mire la ciudad, por lo que alcanzaba a ver nuestro antiguo departamento no estaba muy lejos, así que probablemente estuviera ahora en la misma playa que en aquellos momentos. Sacudí mis pies húmedos llenos de arena y me puse mi calzado mientras prometí que en cuanto tuviera edad llevaría a Mina a esta misma playa a construir nuestros castillos.

Yo, Bruno BergeronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora