Capítulo 076

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En el restaurante predominaba la madera, el hierro y las flores blancas que en lujosas macetas de diversos tamaños le daban vida al lugar, de haber estado Gina os sabría decir de que plantas se trataba, espero sepáis disculpar que el único dato que os puedo dar yo es que no se trataba de rosas ni margaritas. Cerca de los muros los sillones en semicírculo con tapizado verde musgo daban lugar a las cenas más numerosas, mientras que en el centro del salón las mesas estaban armadas para dos comensales. Al acomodarnos pude notar la tenue iluminación, la cristalería de primer nivel y el piano de cola blanco que un italiano de unos cuarenta tacos haría sonar durante toda la velada. Todo era de una elegancia arrolladora.

- En cualquier momento va a comenzar a sonar un tango y acabaré creyendo que estoy dentro de la peli de Al Pacino – soltó Pol con tono divertido cuando el camarero se retiró luego de descorchar y servir nuestro vino.

- Esencia de mujer – dije completando la información.

- Esa – asintió

- Pues no hay pista de baile aquí así que tranquilo – aclaré con una sonrisa, sabiendo que aun si la hubiese él jamás se prestaría a bailar.

- Si la hubiese no lograrías que baile un tango ni de coña – advirtió señalándome con su dedo acusador, aunque yo ya tenía claro aquello.

- ¿Por qué no? Si Al Pacino pudo hacerlo, tú también puedes... – le animé.

- Tú lo dices porque sabes bailar...

- Ya te he dicho que no hace falta saber los pasos de una danza para sentir la música – antes de que Pol pudiese responder continué – ¿Recuerdas la clase de Maquiavelo de mi padre?

- Mmm... – pensó dubitativo – No lo sé... ¿Que tiene que ver eso? – consultó desconcertado.

- Mi padre bailó un tango con Tania – dije apoyando mis antebrazos en la mesa y reclinándome sobre la misma agregué – ¿No lo recuerdas?

- ¡Joder! Es verdad... – recordó con gesto alegre, entonces comprendió mi punto y frunciendo su expresión agregó – Y ahora vas a decirme que ellos lo bailaron sin saber...

- Exacto – asentí con un movimiento suave de cabeza – También puedo confesarte algo de ese día si te apetece...

- Esto se vuelve interesante... – susurró cautivado al tiempo que imitaba mi gesto y se acercaba por encima de la mesa.

- Resulta que si no hubiese estado en el armario te habría sacado a bailar y así tener una excusa para estar pegadito a ti delante de toda la peña...

- No lo habrías echo – aseguró Pol meneando su cabeza con tono risueño.

- Vale, vale, lo pensé y lo desee, pero no, no lo habría hecho es verdad – confirmé – Porque tú y tu pose de macho me hubiesen rechazado. Así que me debes un tango – aseguré cogiendo mi copa y Pol soltó una carcajada que lo llevó a recostarse sobre su asiento.

- Yo no te debo nada porque no soy el genio de la lámpara, no cumplo deseos – aclaró entre risas.

- ¿Y fantasías sexuales? – pregunté con interés bajando el tono para que nadie más nos escuchase, Pol se mordió el labio antes de acercarse nuevamente para responder

- Venga, esas las podemos negociar – paso su mano por detrás de mi cabeza y ejerció presión para capturar mis labios, sin darse cuenta movió la mesa y la botella de vino se balanceo de forma peligrosa – Vale, vale, me comporto... – dijo alejándose y cogiéndola antes de que se tumbara – Pero que sepas que ninguna de tus... – sus labios gesticularon un "fantasías" que nunca pronunció en voz alta – Incluirá tango, ni baile, ya no necesitas excusa para pegarte a mi...

Yo, Bruno BergeronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora