Capítulo 009

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A la mañana siguiente salí temprano de casa de Oliver. Luego de una semana fuera de mi casa y sin verla decidí ir a visitar a mi hermana, nunca había pasado tanto tiempo lejos de ella y al llegar sentí que había crecido muchísimo. Mientras desayunábamos Gina, como una ametralladora, disparó una docena de preguntas que evadí en su gran mayoría, sólo le dije que estaba viviendo en casa de un amigo y que estaba bien. Me pidió que me mudara a su casa y sostuve que era mejor no cruzarme con mi abuela por una días más, también quiso darme plata que por supuesto no acepte. Pase con ellas un buen rato hasta que el horario del almuerzo se acercaba y decidí irme antes de que la Yaya llegara, la extrañaba no os voy a negar pero no le quería ver, no por el momento, además tenía otras diligencias que resolver. Salí de allí y fui directo a la casa de Elliot.

- Salut

- Hola – me acerque a él y le di dos besos.

- ¡Que sorpresa! ¿Qué haces por aquí?

- Vine a traerte esto – dije sacando sus auriculares de mi mochila – como desapareciste ayer, te los traje acá...

- No desaparecí, sólo quise darte tu espacio, creí que lo necesitabas... ¿Estas mejor? – asentí con una sonrisa mientras estire mi brazo para entregarle los auriculares, con su vista fija en mis ojos rozo mi mano al agarrarlos y sonrió. Fue un momento incómodo, de esos que te hacen tambalear aunque no entiendes muy bien el motivo. Me invito a pasar y le agradecí aunque me negué, le explique que había quedado con alguien más y que debía irme. Del mismo modo que él, me fui sin dejar un número de contacto aunque moría de ganas de hacerlo.

Cuando salí de allí me fui hacia el parque, después de varios días de buscarlo, finalmente Felix se había puesto en contacto conmigo y me había pedido de encontrarnos pese a que ya le había explicado que ya no tenía sus pastillas. Tuve que esperarlo cuarenta minutos hasta que por fin se dignó a aparecer, estaba nervioso y asustado, miraba todo el tiempo por encima de sus hombros y también temblaba por momentos. Creo que en ese momento no fui consciente de que sus movimientos involuntarios eran producto de su abstinencia porque jamás visualice su grado de adicción a aquellas y otras drogas. De hecho aquel día fue la primera vez que lo vi a la luz del día y note lo delgado y demacrado que se veía sin las luces de colores de la discoteca girando sobre su rostro.

Me preguntó por las pastillas, volví a explicarle que estaban en el fondo del mar y me dijo que entonces estábamos en problemas porque debía pagárselas a su proveedor, me reí y le aclare que ese era su problema. Yo no era un maldito camello y no iba a ayudarlo, él había dejado las píldoras en mi poder y yo simplemente me había quitado un problema de encima. Insistió diciéndome que el problema era de ambos y se aferró a mi brazo cuando quise irme, insistí diciendo que aquellas malditas pastillas ya me habían generado un gran dolor de cabeza al haberme dejado sin lugar donde vivir y le repetí que sólo me había desecho de un problema que no era mío. Félix parecía no escuchar nada de lo que yo decía, sólo repetía que estábamos en problemas, estaba poniéndose pesado así que le dije que no quería volver a verle, me lo quite de encima y me fui.

Seis o siete días más tarde tuve el deseo de volver a ver a Elliot. Pensé en esperar en la esquina para encontrármelo "por casualidad" pero me pareció una actitud infantil, quería verle y no tenía por qué negarlo. Toque a su timbre y le pregunte si le apetecía ir a dar un paseo, me dijo que tenía una audición en una hora pero que podía esperarlo unos minutos y acompañarlo. Tardo diez minutos en bajar, llevaba como siempre ese estilo tan bohemio y se le notaba nervioso. Me contó que era la tercera prueba que haría para la obra, que la primera había sido la que había logrado preparar gracias a mi ayuda. Me contó que se trataba de un musical sobre la vida de San Francisco de Asís, que una abuela le relata la historia a su nieto y que él se estaba probando para el papel de Rufino, el enemigo de Francisco en del pueblo de Asís. Estaba ilusionado con la idea de que fuese un musical porque así podría empezar a mostrar más de lo que verdaderamente le apasionaba que era el canto, bromee con la idea de que si se trataba de un musical iba a tener que bailar y me dijo que su personaje no participaba de mucho de los cuadros de baile y que si le asignaban otro papel o le agregaban cuadros de baile tendría que recurrir a mis clases particulares. Le dije que no daba clases y me dijo que necesitaba el curro ahora que vivía de prestado así que no podría negarme. Caminamos las diez o doce cuadras que separaban su casa del lugar donde tendría la audición y llegamos a la puerta del teatro y resulto ser que se trataba de uno de los más importantes de la ciudad...

Yo, Bruno BergeronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora