V

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Se quejó bajo, mordiendo su labio inferior, cerrando los ojos con fuerza, apretando las sábanas bajo sus delgados dedos.

Dolía mucho, horrorosamente mucho cada vez que él más se hundía en ella.

Sintió los besos de Gabrale por su cuello, sus manos recorriendo su piel, tomándola de las caderas, antes de penetrarla más profundo, y que ella gritara bajo, aferrándose a la tela, clavándose las uñas en las palmas de las manos.

—N-Nadiame —gruñó ronco, tan cerca de su oído, que la hizo estremecerse—. Relájate.

Asintió con la cabeza, continuando con aquella pose tensa, y lo sintió segundos después moverse, aumentando aún más el dolor, la incomodidad... Era realmente horrible.

¿Cuándo se suponía que debía acabar? ¿Cuánto duraba? ¿Cuánto ella debía aguantar? Porque incluso ya ni siquiera podía soportar tener la boca cerrada, simplemente estaba gimiendo de dolor.

Él era muy grande para ella, para ser su primera vez.

—Abrázate a mi —exigió en un tono ronco, agitado.

Y Nadiame le obedeció, siempre lo hacía. Se abrazó a él, aún con los ojos cerrados, y se aferró a su espalda, cuando Gabrale aumentó el ritmo, haciéndola gimotear.

Lo único que su mente reproducía una y otra vez en ese momento, es que él se detuviera.

La tomó del rostro con una de sus manos, y la besó de una forma bastante violenta, hundiéndose profundamente en ella, antes de salir, y correrse entre sus muslos, jadeando.

Nadiame continuó abrazándolo, intentando encontrar algo de consuelo, escondiendo su rostro en el hueco que se forma entre su cuello y hombro.

—¿Estás bien?

—S-Sí —murmuró sin querer soltarlo.

—Puedes soltarme ya.

—L-Lo siento —le dijo dejando de abrazarlo.

Gabrale se levantó de encima de ella, y tomó las sábanas, limpiándole los muslos. Y antes de poder tocar su intimidad, ella se estremeció, negando con la cabeza.

—Yo l-lo hago —le dijo cubriéndose.

—¿Qué te pasa?

—Puedo hacerlo sola.

—¿Ahora sientes vergüenza? —le preguntó con cierta diversión.

Asintió con la cabeza, sin mirarlo, y tomó una almohada, cubriéndose con ella. Gabrale la observó y sonrió, antes de quitarle la almohada y que ella lo mirara confundida.

—Creo que tendremos que hacerlo más seguido, para que te acostumbres a mi y pierdas la vergüenza —le dijo en un tono bajo, inclinándose hacia ella.

—P-Pero ¿Ahora?

—¿Y por qué no? —sonrió antes de besarla.

***

Miró hacia abajo, y respiró profundo, pasando suavemente la esponja por su cuerpo... De cierto modo se sentía abusada.

Cómo si él se hubiese aprovechado de ella.

Si bien no le había dicho que no, ni que se detuviera, creyó que él se daría cuenta. Pero tal vez era mucho esperara que él lo hiciera.

—Carente de valor —pronunció bajo, en alusión a su nombre.

No era como si ella valiera algo después de todo. Las personas eran cuidadosas con las cosas que consideraban de valor, y ella no lo tenía.

Era entendible que Gabrale la tratará de ese modo.

Cerró los ojos, quejándose, cuando tocó su intimidad. Aún dolía mucho. ¿Cómo era posible que las mujeres soportaran aquello?

Nadiame, llevas casi una hora allí adentro, sal ya —le dijo Gabrale del otro lado de la puerta.

—Ya salgo.

—¿Segura estás bien?

—Sí.

De acuerdo.

Salió de la ducha, y se tomó de la pared, dando pequeños pasos hasta una toalla, envolviéndola en su cuerpo. Y no hizo más que abrir la puerta, que se encontró con Gabrale.

—¿Qué tienes?

—Am... Me duele un poco —murmuró bajando la mirada.

—Es normal, fue tu primera vez. Ya luego no te dolerá.

—Entiendo.

—Ve, descansa, mañana continúas con tus prácticas.

—De acuerdo —le dijo pasando por su lado, caminando lentamente hacia la habitación.

Gabrale la observó, y luego suspiró... Quizás había sido muy brusco con ella. Cerró los ojos y extendió una mano hacia Nadiame, haciéndole mitigar un poco el dolor que sentía, aliviándola.

—Lo siento, la próxima vez seré más cuidadoso.

...

Pues... Sólo era una chiquilla

 Sólo era una chiquilla

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