VII

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Apoyó sus manos sobre el pecho de él, y se movió más rápido, buscando su propio placer, sonriendo traviesa al verlo cerrar los ojos, y jadear de ese modo tan gutural, grave, que tanto la excitaba.

No le había mentido, Gabrale tenía razón, las primeras veces habían dolido, pero ahora disfrutaba tanto de sus encuentros. Y más aún, cuando estaba encima de él, cuando sentía que podía dominarlo de ese modo... Cómo a muchos otros.

Se sentó de una forma más derecha, tomándose de los pechos, cerrando los ojos, y bajó el ritmo, sólo para buscar sentirlo más profundo, sentirse completamente suya.

Sintió a Gabrale tomarla de las caderas, y moverla sobre él. Sí, lo sabía, al azabache no le gustaba hacerlo suave en ese punto, ya que estaba a punto de correrse.

Y lo sintió hacerlo, llenarla en su interior, mientras la sujetaba con fuerza de las caderas y gruñía su nombre.

Continuó moviéndose sobre él, alcanzando su propio orgasmo, y se inclinó sobre Gabrale, para buscar su boca, besarlo.

El azabache la abrazó con ambas brazos, acariciándole la espalda, las caderas, el trasero... Ella se había vuelto tan importante para él, que con cada encuentro juntos, sentía que más la quería.

—Quédate así un poco más —le dijo sin soltarla, muy cerca de su oído, en un tono bajo.

Nadiame sonrió y se acostó sobre él, cerrando los ojos, abrazándolo. Claro que se quedaría de ese modo, sintiéndose suya, sólo en sus brazos.

Si tan sólo él supiera cuánto lo quería...

***

Le tocó el rostro, el pecho suavemente, y comprobó que estaba durmiendo profundamente, era momento de irse. Tenía aproximadamente una hora antes de que Gabrale despertara.

Salió de la cama, y con algo de su energía se cambió. Miró al azabache y sonrió suavemente, antes de desaparecer. Era tan lindo mientras dormía.

Bueno, en todo momento lo era para ella.

Bajó de la ciudad flotante, dónde vivía con Gabrale, y observó la otra, sonriendo. Quería buscar alguna nueva habilidad que no conociera.

Un libro de tapa negra apareció en sus manos, y con el poder de su mente, corrió las páginas hasta la última que estaba escrita.

—Ismatalel, habilidad: transmutación de objetos —leyó curiosa—. Rango: Superior de segundo grado.

Sonrió traviesa y cerró el libro, haciéndolo desaparecer. Ese sería el próximo hombre que iría a visitar, la idea de poder transmutar objetos, le resultaba muy atractiva, curiosa.

***

Abrió los ojos suavemente, y al extender su mano hacia el otro lado de la cama la sintió vacía.

—Nadiame —pronunció sentándose, pasándose una mano por el rostro.

—¿Qué pasa? —sonrió asomándose en la puerta de la habitación.

—Ya te dije que al despertar me gusta verte aquí, a mi lado.

—Que posesivo —sonrió divertida, subiendo a la cama para gatear hasta él—. Pero quería bañarme, y comer algo.

—Ven aquí —le dijo palmeando sus muslos, para que se subiera sobre ellos.

Nadiame sonrió y se subió sobre los muslos de él, abrazándolo, apoyando su mejilla contra el pecho de Gabrale.

—Sabes que te necesito para dormir tranquilo —pronunció en un tono bajo.

—Pero si me levanté hace un ratito, Gab.

—No importa, te necesito conmigo.

—¿Por qué? —sonrió cerrando los ojos, acariciándole la espalda.

—Eres muy importante para mí, y con todo lo que está pasando afuera, temo perderte.

—No te preocupes por mí, jamás vas a perderme.

—Eso espero —murmuró.

—¿Imaginas cómo podría verse un bebé nuestro? —sonrió.

Gabrale frunció el ceño al escuchar aquello y dejó de abrazarla.

—No, porque eso es algo que no ocurrirá.

—¿Por qué?

—No me arriesgaría a qué pudiera nacer una niña, y encima tener que quitarle la vida.

—P-Pero podríamos cuidarla juntos, aquí.

—No, no voy a arriesgarme.

...

NadiameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora