—Nuestro señor Molfek ha venido hasta nuestra dimensión a ayudarnos, a liberarnos —sonrió Bakiela hablándoles a sus súbditas—. Pero hermanas mías, hay algo que no debemos olvidar. Estamos marcadas, todas lo estamos, porque son descendientes de Ella ¡Y eso quiere decir malditas también! No hemos de olvidar que la historia se repite, siempre lo hace.
Las mujeres la observaron, con algo de temor, y no por Bakiela, sino por esa enorme y espesa presencia que se movía por detrás de ella, que la azabache les había dicho que era Molfek.
—Han de entregar sus hijos varones ¡A todos! Los niños hijos de Gianmat están malditos, harán lo mismo que hicieron los hijos de Ella ¡Asesinarnos! Pero, los hijos que tendremos de nuestro maestro, serán perfectos, poderosos, y sobre todo, estarán a nuestro servicio.
—¿Y cómo... Cómo tendremos hijos con él? —preguntó con temor una jovencita rubia.
—Él se materializará dentro de muy poco. Cuando la primera ofrenda sea dada, tomará su cuerpo, y nosotras le entregaremos el nuestro, para traer al mundo su descendencia, perfecta, poderosa —sonrió.
—¿La primera ofrenda? —preguntó confundida otra muchacha.
—En mi vientre llevo el hijo de un asqueroso Takeil —explicó levantando su holgada capa, para enseñar su panza—. En dos semanas nacerá la criatura, y será dada a nuestro señor. Y sólo entonces, para las que aún tengan dudas, comprobarán la magnitud de nuestro Dios ¡Podrán conocerlo en persona!
—¿Sacrificarás a tu hijo? —preguntó aturdida una morena.
—Quien no esté dispuesta a hacer lo mismo, que se aparte ahora —sonrió—. Mujeres débiles, no me sirven.
Y con miedo, e incertidumbre, un grupo de muchachas y niñas, dieron un paso al frente. Bakiela las observó, y luego sonrió.
—Perfecto, no necesitamos mujeres inútiles ¡Ardan todas hasta morir! —exclamó incendiándolas, dando su energía residual a Molfek, haciéndolo más grande, más denso, más fuerte.
***
Observó aquel lugar, sintiendo que era el sitio perfecto para crear su refugio. Se agachó, y tocó el suelo con ambas palmas de su mano, levantando enormes pilares de roca de él.
Se puso de pie una vez más, y con sus manos fue dirigiendo bloques de roca para hacer las paredes, encastrándolos perfectamente unos con otros.
—Quiero frutas, mucha vegetación, vida —pronunció antes de elevar ambos brazos hacia el cielo, y que nacieran una gran cantidad de árboles a su alrededor, que en cuestión de segundos florecieron, deteniendo su crecimiento.
Y cuando estaba por crear unos gigantes que servirían como sus vigilantes, alguien apareció junto a ella.
—¿Qué quieres? —le preguntó indiferente, sin mirarlo.
—El truco de ocultar tu energía sirve con todos, menos conmigo, quién te lo enseñó.
—Vaya, parece que me voy a tener que acostar con alguien que sepa cómo ocultarlo también de ti —sonrió divertida.
—Bueno, quién podía hacerlo, lo asesinaste.
Nadiame miró por un momento a Gabrale, y luego entró a su especie de santuario, seguida por él.
—¿Qué quieres aquí?
—Saber si estabas bien.
—Estoy perfecta.
—Ahora eres también la enemiga de Bakiela.
—Hacer enemigos es mi especialidad —sonrió.
—¿Qué es lo que invocó?
—Ah, ya veo, estás aquí sólo por información.
—No, realmente vine aquí para saber si estabas bien. Pero ya que estamos hablando, me gustaría saber que es.
—No lo sé, en serio no lo sé, ella me habló de un supuesto Dios, Molfek.
—¿Molfek? Jamás había escuchado ese nombre.
—Y yo mucho menos, y eso que me leí todos tus libros —sonrió levemente—. Y tengo el conocimiento de todos con los que estuve.
—¿Te encanta recordarme que te acostaste con otros, no? —le inquirió con recelo.
—Si tu mente estuviera más abierta que tu boca, entenderías que lo que hice no fue ni por placer, ni para dañarte a ti. No me fui a tener sexo con otros porque quería engañarte, lo hice porque contigo descubrí que durante nuestros encuentros, aprendía aquello que no querías, que me ocultabas.
—¿Qué? —le preguntó mirándola desconcertado.
—Según Bakiela, mi habilidad es copiar, y quizás tenga razón. Aprendo todo lo que mi energía toca, y yo toco sus energías durante el sexo, es ahí cuando aprendo todo lo que saben.
—¿Y qué conocimientos me robaste a mi?
—Todos —sonrió—. Sé hacer todo lo que tú sabes. Pero siempre fui modesta, Gabrale, jamás te demostré mi verdadero potencial, porque... La chiquilla estúpida que conocías, lo único que quería era fingir que aprendía lento para quedarse a tu lado.
...