—¿Puedes cuidarla un momento por mí?
—Por supuesto, ve tranquila —sonrió Minrael, observando a Eveael dormir en su cama.
—No me demoraré mucho —pronunció bajo, acercándose a la niña para darle un suave beso en la frente.
Nadiame despareció, y Minrael acarició el cabello de Eveael, tapándola luego con una manta. Sabía muy bien que esa niña era muy especial para su líder, sólo que desconocía el motivo del por qué.
Apareció en la habitación de Gabrale, y sonrió al ver la sorpresa en su rostro.
—¿No me esperabas a esta hora?
—No, creí que ya no vendrías.
—Estaba ocupada —sonrió acercándose a la cama de él, tocando con la punta de sus dedos la manta—. Pero por ahora tengo un tiempo libre.
—Atacaremos la ciudadela de Bakiela, en dos semanas.
—Dos semanas es bastante tiempo.
—Tenemos que prepararnos para entonces, y eso también las involucra a ustedes.
—Claro, dijimos que íbamos a apoyarlos.
—Pero para eso tenemos que conocer sus habilidades también, y poder armar un plan estratégico de ataque.
—Mm, de acuerdo, hablaré con ellas, y si se sienten cómodas con tu presencia, te permitiré entrar en nuestro santuario.
—Me parece bien.
Lo miró a los ojos y sonrió, subiéndose a la cama de él. Gabrale la observó en silencio, y la castaña gateó hasta estar junto a él.
—¿Aún me odias?
—No. No ya no te odio.
—¿Entonces sí me odiabas? —sonrió divertida.
—Sabes que eres especial para mí, y tu traición me afectó demasiado.
—Ni siquiera sabía que teníamos una especie de compromiso, tú nunca fuiste claro con respecto a nuestra "relación".
—Vivíamos juntos, teníamos sexo ¿Qué más necesitabas para saberlo?
—No lo sé ¿Qué tú me lo dijeras?
—¿Necesitabas que te dijera que tener sexo con otros estaba mal?
—Pues sí, no sabía que era algo exclusivo de nosotros no más.
—Está conversación no tiene sentido —suspiró desviando la mirada.
—¿Podemos olvidarnos de eso por un momento?
***
—Hola, que hermoso bebé tienen ahí —sonrió una joven azabache, apareciéndose en la casa de un Takeil.
—¡¿Qué haces tú aquí?! —exclamó el muchacho con temor, poniéndose enfrente de su mujer e hijo.
—No quiero tu vida, no por ahora, pero si necesito a esa hermosa criatura que ella carga —sonrió cambiando el color de sus ojos—. Dame a tu hijo, y ambos seguirán viviendo.
—¡Jamás te entregaré a mi hijo! ¡Tendrás que-!
—Como quieras —lo interrumpió apretando su mano en forma de puño, explotándole el corazón dentro del pecho.
El muchacho cayó de frente al suelo, y su mujer gritó aterrada, abrazando a su bebé.
—N-No, no por favor, n-no nos hagas daño —lloró—. Por favor.
—Ven, ven conmigo, y todo estará bien —sonrió Bakiela extendiendo una mano hacia ella.
—Es mi hijo, mi bebé —sollozó.
—Ven conmigo, y ambos estarán bien —sonrió cálidamente—. Ambos estarán muy bien. Pero si no vienes, terminarás como él.
—¿N-No le harás d-daño a mi hijo?
—Claro que no, preciosa, sólo vine aquí a liberarlos —sonrió.
***
Gritó extasiada, alcanzando el orgasmo, pero... Su pequeño momento de placer se vio opacado por una horrible imagen que apareció en su mente.
—¿N-Nadiame? —preguntó agitado Gabrale, tocándole la mejilla.
La castaña salió de encima de él, y se sentó en el borde de la cama, mirando hacia la nada.
—¿Qué te pasa?
—Acabo de ver algo horrible —pronunció en un tono bajo.
Se sentó detrás de ella, confundido.
—¿Qué viste?
—Una madre siendo violada mientras su hijo es quemado vivo en una hoguera —pronunció afectada, poniéndose de pie, llevándose una mano al vientre, sintiendo náuseas.
—¿Están sacrificando niños ahora?
Asintió con la cabeza, y se llevó una mano a la boca, sintiendo cada vez más náuseas.
—N-No puede ser.
Gabrale salió de la cama, y se paró en frente de ella, tomándola del rostro.
—Nadiame.
—Ella es madre, ha tenido hijos e hijas, y todos los ha entregado a ese maldito hijo de puta en sacrificio, para su propio placer. ¿Cómo puede hacer algo así?
—No lo sé —pronunció en un tono bajo, acariciándole los hombros—. Pero acabaremos con esto.
—Sí, yo lo haré —le dijo con lágrimas en los ojos, asintiendo con la cabeza.
—¿De qué hablas?
—Le pondré un fin a esto, y ya no hay tiempo que perder.
—Nadiame, te dije que en dos semanas, no podemos ahora-
—En dos semanas más mujeres serán secuestradas y violadas, más niños serán asesinados ¡Y yo no puedo permitir eso! —exclamó alejándose de él—. Ya no hay tiempo, hemos tenido mucho tiempo para detenerlas, y no lo hemos hecho antes. Esto se acaba hoy.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Atacarlas tú sola? ¿Irte solamente con las Merezitas?
—No, eso lo haremos juntos —le dijo haciendo aparecer su ropa.
—¿Entonces?
—Las privaré de procrear.
—¿Qué? —preguntó desconcertado.
—En Gianmat no nacerán más niños.
...