VI

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Se sentó en la cama, y señaló con la palma de su mano una vasija que estaba sobre la mesa de noche, respiró profundo, y movió su mano hacia la izquierda, viendo cómo esta lentamente se iba deformando, hasta el punto de volver a ser simple arcilla.

La movió en sentido contrario, y nuevamente regresó a su último estado, como vasija... Lo había conseguido, ahora podía hacer lo mismo que Gabrale.

Emocionada salió de la cama, y extendió ambas manos en frente de ella, abriendo un portal. Lo miró insegura, y decidió entrar, antes de que se cerrara detrás de ella.

No sabía a dónde la llevaría, pero estaba dispuesta a correr el riesgo de conocerlo.

***

¡Seis malditas horas buscándola! Y ya comenzaba a desesperarse, creer lo peor. Tal vez alguno de sus compañeros se había aparecido sin que él lo notara, y se la había llevado.

Tal vez practicando sola, uno de sus hechizos había salido mal, y...

No, no podía aceptar tampoco haberla perdido de un modo tan estúpido. Maldita la hora cuando decidió salvarla, llevarla a su hogar, y enseñarle.

Maldito el momento de conocerla, de hacerla suya, de permitir que se volviera tan importante para él, hasta el punto de necesitar sentirla, para poder dormir.

Sintió una vibración detrás de él, y al girarse, se encontró con ella.

—¡¿Dónde diablos estabas?! —le preguntó furioso.

—Lo siento, no quería preocuparte.

—¡¿Dónde estabas te pregunté?! —exclamó nuevamente.

—Y-Yo... Aprendí a aparecer y desaparecer, lo siento, no te enojes conmigo —pronunció bajando la cabeza—. No quería preocuparte, pero no supe cómo volver, hasta recién.

—¿No te dije que no podías salir de aquí? ¿Quieres que te encierren? ¡¿Qué te alejen de mi?!

—N-No.

Respiró profundo, apretando los puños y cerrando los ojos, antes de encontrar tranquilizarse.

—No vuelvas a irte de aquí, Nadiame, hablo en serio —le dijo más calmado.

—No lo haré.

Levantó la cabeza, y lo miró, antes de acercarse a él y abrazarlo, sin ser correspondida.

—Perdón por preocuparte.

—Está bien.

—Lo siento —repitió poniéndose en un puntas de pie, besando suavemente su cuello—. No volveré a hacerlo.

La tomó del rostro y la besó, de esa forma tan brusca que tenía él, y de la cuál ella ya se había acostumbrado. Porque así era Gabrale después de todo.

La abrazó a él con uno de sus brazos, y dirigió su mano libre hacia su falda, levantándola, acariciando su trasero.

—Vamos a mi habitación.

—De acuerdo —sonrió.

***

Y mientras Gabrale dormía, había regresado al sótano para seguir practicando lo que había aprendido mientras tenía sexo con él.

Había aprendido dos cosas durante ese tiempo viviendo con el Superior, la primera, es que el sexo era una buena forma de calmarlo, la segunda, es que cada vez que estaban juntos, una nueva habilidad se despertaba en ella.

Cómo la de ahora, que le permitía levitar.

Entonces ¿Cuántas cosas más podría aprender si lo hacía con otros hombres? ¿Qué tan poderosa podría volverse? Incluso... Más que un superior.

Apareció en la habitación de Gabrale, y se acercó a la cama, acariciándole el rostro, el pecho.

—Gracias por todo lo que has hecho por mí, pero ya me has enseñado todo lo que tenías. Es momento de que busque nuevas fuentes de conocimiento.

...

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