—Yo no quiero p-pelear, sólo v-vivir en paz con mi hija —sollozó con tristeza.
—Nadiame ¡No seas estúpida! Si no lo haces, no sólo perderás a Eveael para siempre ¡Sino también que todas moriremos! ¿No lo entiendes? Esto es una cacería ¡Y nosotras las presas!
—C-Conozco a Gabrale, tal vez s-si hablo con él-
—¿Qué? ¿Piensas que lo harás cambiar de opinión? Mira esto —pronunció con rabia, haciendo aparecer una pantalla de humo frente a ella, dónde se visualizó una reunión de los superiores y concejales.
"—Luego de lo que Gabrale presenció, ya no hay duda alguna de lo que hay que hacer. Las asesinaremos a todas. Son un peligro para nuestro mundo, para la sociedad, para la paz.
—La culpa de todo es de Gabrale —pronunció con rabia un pelirrojo—. Si no hubieses metido a esa puta en tu cama ¡Nada habría ocurrido!
—Ya dije que yo mismo me encargaré de ella —pronunció serio."
—¿Te das cuenta? Él no te quiere ¡Jamás lo hizo! A él no le importará asesinarte, Nadiame, a nadie le importará hacerlo. Nosotras no importamos para ellos, somos errores, pero la verdad, es que nos temen, siempre lo han hecho. Si tú realmente amas a tu hija, si quieres que ella viva, entonces debes pelear. Pelea por ella, Nadiame, porque nadie más lo va a hacer.
***
—Nadiame, tengo miedo —pronunció una niña abrazándose a ella, al ver la cantidad de Takeils que estaban llegando a la zona.
—No te preocupes, mi amor, nadie les va a hacer daño —le aseguró con una suave sonrisa, antes de mirar a Bakiela.
De sus reclutas, ellas eran las únicas dos que podrían pelear verdaderamente. Las demás eran niñas, o muy jóvenes aún para controlar su energía.
—Nadiame, si esto se pone difícil, tengo una alternativa, que nos salvará a todas.
—¿Y cuál es esa? —le preguntó viendo llegar a Gabrale.
Hacía casi cinco meses no lo veía, y su mirada era igual a la de la última vez... Sólo la veía con rabia, desprecio, asco.
—Hay un Dios dispuesto a ayudarnos, pero hay que abrir un portal para hacerlo.
—¿Un Dios? —preguntó confundida, desviando la mirada hacia ella.
—Sí, vive en otra dimensión, pero por nosotras, él vendrá aquí a ayudarnos —sonrió—. Es muy poderoso, podría acabar con todos en cuestión de segundos.
—¡Bakiela! ¡Nadiame! Entreguénse y entreguen a las demás, no provoquen un enfrentamiento innecesario —pronunció un Superior.
—¿Enfrentamiento innecesario? ¿Crees que nos vamos a quedar de brazos cruzados mientras nos eliminan? ¡Jamás! —exclamó Bakiela levitando—. ¡No les daré ninguna de mis mujeres!
—Capturenlas a todas —pronunció indiferente, ordenándoles ir tras ellas.
—¡Nadiame! —exclamó la azabache, creando una barrera alrededor de las más jóvenes.
Debía pelear, debía pelar por Eveael, debía ganar su libertad por ella.
Abrió varios portales detrás de ella, y de ellos salieron enormes criaturas gigantes, que les ordenó atacar a los Takeils. Corrió ella misma hacia ellos, y golpeó el suelo con ambas manos, levantando grandes paredes de roca, cuando un rayo cayó junto a ella, haciéndola tambalearse.
—¡Córtale las piernas a Raidael! —exclamó Bakiela desde el cielo, antes de generar un enorme tornado que arrasó con un cuarto de ellos.
Nadiame miró al muchacho rubio que estaba en el cielo, aturdida. ¿Cortarle las piernas? Y antes de poder reaccionar, alguien apareció detrás de ella, sujetándola del cuello.
—Jamás creí que me causarías tantos problemas —masculló apretándola el cuello.
—G-Gabrale.
—Debí echarte de mi casa luego de comprobar la primera vez que no servías ni para satisfacer a un hombre.
Los ojos de Nadiame se cubrieron de lágrimas, recordando su primera vez con él... Apretó sus dientes con rabia, y envolvió su cuerpo de energía, desapareciendo de allí, para aparecer detrás de él, y patearlo.
—¡Tú te aprovechaste de mí! —le gritó llorando, atacándolo sin detenerse, sin darle tiempo a contraatacar, sólo defenderse—. ¡Yo era sólo una niña ingenua! ¡Te aprovechaste de mí! ¡Siempre lo hiciste! ¡Sabías muy bien que jamás había estado con un hombre!
Lo envolvió en un esfera de luz roja, y lo arrojó y una otra vez contra la tierra, antes de hacer crecer grandes pilares de rocas desde el suelo, atrapándolo dentro.
—¡Nunca me viste como tu pareja! ¡Jamás me respetaste como mujer! ¡Incluso ellos fueron más atentos que tú! ¡Tú me fallaste a mi, Gabrale! ¡Soy lo que soy por tí! ¡Tú me convertiste en esto! —le gritó desintegrando con la fuerza de su voz todo a su alrededor.
Bakiela observó aquello, y se apresuró a abrir el portal en ese momento.
—¡Nadiame! ¡Detrás de ti!
Y cuándo la castaña se giró, tocó el pecho Mukamel en defensa, desintegrándolo, liberando una enorme cantidad de energía en ese momento.
—¡Salga ahora, señor Molfek! —exclamó sonriendo Bakiela.
Era la energía suficiente como para realizar el intercambio que tanto estaba esperando.
...