—¡¿Cómo te atreviste a ir contra mis órdenes?! ¡A continuar con el embarazo!
—Fleith, cálmate —le dijo con lágrimas en los ojos, temblando.
Acababa de parir, se sentía débil, cansada, y llegaba el padre de su hija, completamente furioso a su hogar.
—¡Te dije que interrumpieras el embarazo!
—¡No podía hacerlo! No podía hacerlo —repitió llorando—. Es una niña, es una niña muy bonita, mírala Fleith.
—Esa criatura jamás debió de nacer —le dijo envolviendo su mano derecha en energía roja, un color bermejo.
La joven castaña negó con la cabeza, llorando desesperada y abrazando a la bebé que también estaba llorando.
—P-Por favor no, no le hagas daño, es tu hija, es tu hija Fleith, mírala. Es sólo una bebé, por favor.
—Morirás con ella entonces —masculló con rabia.
Se aferró a la niña y cerró los ojos con fuerza, antes de desaparecer, sintiendo que algo le penetraba el vientre al mismo tiempo. Apareció en un lugar muy lejos, y cayó al suelo hacia atrás, sin soltar a la niña.
Cómo pudo, deslizó a la bebé hacia uno de sus costados, y se arrastró sólo unos centímetros, ahogándose con su propia sangre.
Con su vista borrosa, intentó mirar a la niña, y apoyó una de sus manos sobre el pecho de la pequeña, depositando lo último de su energía en ella.
—V-Vive p-por... Mí...
***
Había escuchado el llanto de un bebé en el campo, mientras cuidaba de sus ovejas, lo cual le había parecido muy extraño, ya que nadie más vivía cerca de allí.
Y luego de volver a escucharlo, decidió ir a ver de dónde venía, y quién lo estaba produciendo. Y enorme fue su sorpresa al encontrarse con un pequeño bebé desnudo entre las hierbas, llorando.
—Una niña —pronunció atónita, mirando luego a su alrededor.
No había más nada, ni nadie cerca. ¿Por qué la habían abandonado allí? Claramente la habían dejado para que se muriera.
Y la mujer se debatió que hacer, si dejarla para que se cumpliera su cruel destino, o llevarla consigo.
La miró una vez más, y decidió tomarla en brazos. Era una niña muy pequeñita.
***
—Tres años después—
—Nadiame ¿Dónde diablos estás? —preguntó molesta, buscando a la niña que no había alimentado a las ovejas.
¿Para qué diablos la estaba cuidando si no iba a ayudar? Esa niña tenía obligaciones también que cumplir.
La escuchó reír y frunció el ceño con molestia, caminando hacia dónde la estaba oyendo... Encontrando a Nadiame haciendo levitar un atado de paja.
—Mire lo que puedo hacer, señora Jagal —sonrió.
—¡Eres una maldita! —exclamó asustado a la niña—. ¡Estás maldita! ¡Por eso te habían abandonado en mi campo!
—¿Q-Qué? —preguntó con miedo, intentando acercarse a su cuidadora—. ¿Qué h-hice, señora?
—¡No te me acerques! —exclamó espantada—. No te me acerques, jamás en la vida vuelvas acercarte a mí.
—P-Pero señora-
—Vete al carro ¡Rápido! ¡Vete al carro y quédate ahí adentro!
Nadiame asintió con la cabeza, y corrió hacia el carro de Jagal, subiéndose en la parte trasera. Se abrazó las rodillas, y secó las lágrimas de sus ojos. No sabía porqué ella se había enojado, sólo esperaba no haber hecho nada malo.
Escuchó como Jagal llegaba segundos después, y los caballos comenzaron a mover el carro. Al parecer, irían a la ciudad.
...