IV

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Estaba saliendo de su habitación de estudio, cuando se encontró con un hombre rubio en medio de la sala de Gabrale. El tipo la observó con el ceño fruncido y Nadiame sonrió levemente.

—Hola.

—Una mujer en la casa de un Superior ¿Qué se supone que signifique esto?

—Ah, am, bueno, yo...

—Sólo vino a traerme unas cosas a mí ¿Qué buscas aquí, Mukamel? —pronunció el azabache apareciendo en ese momento.

—Hablar contigo, obviamente.

—De acuerdo, Nadiame, puedes irte ya.

Lo miró y luego sonrió levemente, saliendo de la casa... ¿Dónde diablos se suponía que debía irse?

—¿De que querías hablar?

—Hay una mujer que está comenzando a levantar sospechas, su nombre es Bakiela.

—¿Por qué?

—Le han encontrado energía, y sin nadie que pudiera enseñarle, ha hecho hechizos muy poderosos. El concejo se ha pronunciado al respecto, endureciendo sus órdenes. Está completamente prohibido tener relación alguna con una mujer de este tipo.

—De acuerdo, es entendible.

—Deben ser denunciadas de inmediato y encerradas.

—Me parece perfecto.

—De acuerdo, la próxima reunión la tendremos nosotros en dos días, estás avisado, Gabrale.

—Descuida, estaré ahí.

Esperó a que el rubio se fuera, y luego salió a buscar a Nadiame, entrándola rápidamente a su casa.

—Desde hoy no podrás salir más de la casa, y en lo posible, del sótano ¿De acuerdo? Las mujeres de tu tipo están siendo perseguidas.

—¿Por qué? —le preguntó confundida.

—Eso no puedes saberlo. Si tú no quieres terminar en una jaula energética, harás lo que yo diga.

Lo miró a los ojos y asintió con la cabeza.

—Siempre —sonrió.

—De acuerdo, regresa al sótano ahora.

En cuanto ella se fue, respiró profundo, soltando suavemente el aire. ¿Cómo se suponía que iba a esconderla? ¿Qué no notaran su energía? Ella era muy especial para perderla.

***

Ya se había leído todos los libros que Gabrale tenía en su biblioteca, y sólo llevaba tres meses viviendo en su hogar. ¿Qué se suponía que estudiaría ahora? ¿Qué aprendería?

Incluso había aprendido los hechizos secretos... Pero eso no era algo que Gabrale sabía.

—Te traje el almuerzo —le dijo entrando al sótano, con una bandeja en sus manos.

—¿Crees que pueda salir un ratito hoy?

—No, ya hablamos de eso —pronunció dejando la bandeja sobre la mesa.

Nadiame suspiró y asintió con la cabeza, tomando asiento para poder almorzar.

—¿Qué tienes?

—Extraño estar afuera, ver la luz del sol, el cielo, sentir el aire fresco.

—Esto es por tu bien.

—Sí, lo entiendo, gracias —sonrió levemente, tomando el tenedor para poder comer.

Gabrale se sentó junto a ella, y la observó.

—No quisiera que ellos tomaran posesión de ti. Ni siquiera sé que podrían hacerte.

—Pues tú lo has dicho, soy un error, quizás acaben conmigo —sonrió.

—No quiero eso.

—¿Por qué no?

—Eres muy importante para Gianmat como para perderte —le dijo mirándola a los ojos—. No podría aceptar que alguien como tú ya no existiera.

—¿Crees que soy importante? —sonrió ilusionada.

—Por supuesto, jamás he conocido a otra persona que aprendiera tan rápido como tú.

Lo miró, y se forzó a mantener la sonrisa. Para él sólo era importante por sus habilidades, nada más.

—Quiero saber algo —le dijo acercándose más a ella, ante la atenta mirada de la jovencita.

—¿Q-Qué cosa? —le preguntó en un tono bajo, teniéndolo tan cerca, que podía sentir su aliento.

—¿Ya te ha tenido un hombre? ¿Te has entregado a alguien? —le inquirió mirándola fijo a los ojos.

Nadiame negó con la cabeza, sintiendo como su corazón latía frenético con la cercanía de Gabrale.

—No.

—Eso quiere decir que seré el primero para ti —pronunció en un tono ronco, tomándola del rostro con una de sus manos.

La castaña abrió los ojos sorprendida, y él suavemente unió sus labios con los de ella, besándola lentamente. ¿Qué... Qué se suponía que debía hacer?

...

NadiameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora