IX

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—Voy a contarte una historia, para que entiendas porque estamos siendo perseguidas —sonrió, dándole un tazón con caldo.

—Está bien —le dijo tomándolo entre sus manos, mirándola atenta.

—Antes de que existieran los superiores, los Takeils, esas denominación banales, que lo único que buscan es aumentar el ego de los de arriba, existió una mujer muy hermosa, poderosa. Ella era todo lo que ellos representan ahora. Todas las habilidades y dones que existen en Gianmat, le pertenecían a ella.

—¿Y cómo es que ahora hay Superiores y Takeils en su lugar?

—Ella conoció a un hombre, quién la embarazó, dando a luz a gemelos. Sus habilidades se vieron fraccionadas en ese momento en sus hijos, pero sin perderlas, compartiéndolas con ella. Y eso estaba bien, o no tanto para el padre de sus hijos. El consideraba que una mujer no debería de poseer tanto poder.

—¿Por qué no?

—Porque nosotras somos débiles emocionalmente, cariño —sonrió divertida—. Él decía, que una verdadera persona digna de poseer un poder supremo, debía ser capaz de eliminar a la competencia, para quedar como única e inigualable. ¿Y a qué se refería con eso? Que ella tendría que haber sido capaz de asesinar a sus hijos.

—E-Eso es horrible —le dijo llevándose una mano al vientre.

—Bueno, todo depende de quien lo vea. Quizás él tenía razón, porque si ella hubiese asesinado a los gemelos, ellos no la hubieran asesinado a ella. Desintegraron su sagrado cuerpo, y consumieron sus cenizas, adquiriendo todos sus dones... Pero con ellos, también se volvieron dementes. Lo único que tenían era sed de sangre, de poder, masacrando a todos los que se opusieran.

—¿Y qué pasó con ellos? ¿A-Aún viven?

—No, cariño —sonrió—. El mismo destino se encargó de llevarse lo que robaron. La historia se repitió una y otra vez, hasta que le pusieron un alto. Los actuales superiores de primer rango, son hijos directos de los descendiente de Ella. Y de ellos, él único que realmente posee sangre pura, ya que es perteneciente a la tercera generación de Ella, es decir, su nieto, es Mukamel. Los demás son hijos de los hijos, de sus hijos.

—Mukamel —repitió curiosa.

—Un tipo de aspecto rudo, rubio de ojos verdes ¿Lo conoces ya? De seguro que sí, me has dicho que te acostaste con ellos —sonrió divertida—. Es él único de sangre de pura sobreviviente, y detesta completamente a las mujeres como nosotras. Pero en el fondo, es miedo. Él, como sus padres y abuelos, temen que de una niña, renazca Ella.

—¿Y tú crees que ella se equivocó al no asesinar a sus hijos? Creo que una madre... Tendría que ser muy frívola para hacer algo así.

—Yo lo hubiese hecho —pronunció indiferente—. Claramente los hombres sólo traen desgraciadas, sólo piensa en tu pareja, y el daño que te hizo. ¿Crees qué si le hubieses explicado habría entendido? No, no lo hubiese hecho, porque él te ve como un objeto de posesión, no como su compañera, como su igual. Los años pasaron, y ellos nos siguen viendo cómo sus inferiores, especialmente los de arriba, que tanto se creen por sus dones.

Nadiame miró hacia abajo, afligida. Tal vez Bakiela tenía razón, pero ella no sería capaz de quitarle la vida a su propio hijo.

—Nadiame, deja dormido tus sentimientos, tus emociones. De lo contrario, ellos te seguirán controlando. Tú actualmente eres más valiosa, y poderosa, que cualquier Takeil sobre Gianmat. Y juntas, vamos a reivindicar el lugar que nos corresponde por derecho.

—¿Cómo haremos eso? Sólo somos dos.

—No, preciosa, hay muchas niñas y mujeres en Gianmat con energía, sólo que las mantienen ocultas, y nuestro deber actual será buscarlas —sonrió.

...

NadiameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora