Bakiela le había dicho que se tomara el tiempo que le restaba de embarazo, pero que no se encariñara con la niña, ya que luego se le haría más difícil poder dejarla.
¿Y como no "encariñarse"? Si había amado a su hija desde el momento en que supo que estaba en ella.
Y el momento que se suponía que debía llenarla de felicidad, más angustiada la tenía. El tiempo se había acabado, era hora de que su pequeña conociera el mundo.
Sola, en su casa en la montaña, sin ayuda de nadie, y luego de varias horas de dolor, como toda su vida, dió a luz a su pequeña hija.
—Eveael (Amor) —pronunció sollozando, tomando a la niña entre sus brazos, apoyándola sobre su pecho—. Mi amor eterno, mi vida entera.
Limpió su cara, su cabeza, y luego su cuerpo con cuidado, antes de envolverla en una manta limpia, y besar suavemente su frente, sus mejillas, escuchando sus quejidos, su rápida respiración.
—Te amo, mi amor, te amo mucho, hija —le dijo sintiéndola, abrazándola con cuidado a ella—. Nunca lo olvides por favor, eres muy amada, muy amada mi pequeña.
***
—Si no fuera porque la prostituta se acostó con el ochenta por ciento del concejo, y casi con todos los superiores, hoy tú estarías en graves problemas, Gabrale —pronunció serio Mukamel—. Tú eres el segundo Superior del primer rango, y permitiste que una mujer cualquiera, aprendiera de nuestras habilidades. ¿Y sabes qué es lo peor de todo? ¡Qué está reuniendo a todas las malditas!
Gabrale observó serio al rubio, y prefirió guardar silencio. Porque sabía que tenía razón, que era su culpa. Jamás tendría que haberla ayudado.
—¿Y para qué mierda las están juntando? ¿Qué es lo que están buscando? Y ella no está sola, está con la otra mujer que ya veníamos persiguiendo, la tal Bakiela. De ella sí tenemos certeza de su poder, porque lo hemos visto. Dime, Gabrale, ¿qué es lo que Nadiame puede hacer?
—Aprende rápido, pero... No es un peligro, es una simple aprendiz, nada más.
—¿Es que acaso sigues defendiéndola? ¿Aún después de lo que hizo?
—No, por supuesto que no, pero esa es la verdad. Ella no tiene habilidades muy sobresalientes. Puede hacer levitar objetos, pero que no superen su fuerza, a veces abre portales, pero no sabe controlarlo, ni siquiera sabe dónde envía a las cosas. No es hábil.
—Pero ahora con Bakiela, no sabemos lo que puede llegar a hacer.
—Hay que encontrarlas y detenerlas entonces —pronunció indiferente.
—Exacto, y cómo tú causaste todo esto, tú te encargarás de detenerlas.
***
Era verla sonreír, estornudar, bostezar, cualquier cosa que su pequeña hiciera, y enamorarse más de ella.
—Eres muy bonita, mi bebé —sonrió cambiándola, luego de darle un baño—. Y ahora además de preciosa, hueles muy rico también.
La acostó con ella en la cama, y abrió su camiseta, para poder alimentarla. Su expresión de tranquilidad, sus hermosos ojitos oscuros, le daban la seguridad de saber que estaba haciendo las cosas bien, porque su niña se veía sana y feliz.
—Ya es hora de que duermas un poco, chiquita, ha sido un día muy largo para ambas —sonrió besando su frente, haciendo a la niña cerrar sus ojos—. Mañana será otro hermoso día juntas, amándote un poco más, si es que es posible. Descansa mi amada Eveael.
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