XV

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Louis llevaba 6 cigarros en un periodo de 2 horas.

Estaba sentado en el sofá de la terraza de su casa, con un botellín de cerveza vacío en la mesa frente a él. Su pierna se movía rítmicamente arriba y abajo.

«Quédate», le había dicho a Harry. Ahora no entendía qué demonios había pasado por su mente en aquel momento para decirle aquello.

Exhaló el humo y cerró los ojos.

Y había llorado. Harry se había ido de allí llorando. Luego él se desahogó en la ducha, y las lágrimas se fundieron con las gotas de agua, camuflándose.

Aquella última vez, hacía entonces dos semanas, lo había iniciado él. Y no había dejado de pensar en Harry las dos malditas semanas que habían pasado. En todo lo que le había dicho. «Eres un egoísta y un egocéntrico», «Algún día no tendrás a nadie».

Cerró los ojos, pensando que así el mundo a su alrededor detendría su curso y se congelaría en aquel  glacial período de tiempo y dispondría de una oportunidad para cambiar las cosas.

Miraba su móvil continuamente con la desesperada esperanza de encontrarse un mensaje de Harry, el cual nunca llegaba.

Se pasó la mano por el escaso pelo y por la cara. Se apretó el puente de la nariz con los dedos y volvió dentro para tomar más cerveza.

Todo aquello debía parar, simplemente porque ambos necesitaban despegarse del otro, porque no estaba siendo sano y podía acabar mucho peor.

Pero no habían conseguido olvidar al otro en los últimos dos años, en los que se habían visto apenas dos veces. La distancia no había hecho nada y no pintaba que fuera a ser fácil ahora.

Y Louis aún recordaba cómo Harry había besado sus nudillos aquella vez que fue a su casa, como si nada hubiera cambiado. Como si de verdad quisiera sanar a Louis.

Pero él merecía ser feliz y con Louis no había sido posible. Debían distanciarse.

Y para poder hacer eso, solo necesitaba hablar con él. Nada más de encuentros exiguos y airados que desembocaban en una lascivia incontrolable.

Avanzó por el salón hasta la cocina, sacando una lata de cerveza de la nevera y avanzando por el pasillo principal de la casa.

Solo debían tener una conversación, no era tan difícil. Una conversación que pusiera punto final a toda su historia, esta vez de manera definitiva.

Pero ahora se estaba dejando guiar por sus piernas y había acabado en la habitación en la que Harry y él habían estado hace dos semanas.

Dio un trago de cerveza, apoyándose en el marco de la puerta y contemplando la habitación con desolación.

Las sábanas seguían arrugadas y la ropa de Louis tirada en el suelo. No se había dignado ni a recogerla con la única excusa de no querer entrar en esa habitación. Parecía que la presencia de Harry no se había disipado en el aire, que permanecía ahí. Densa y áspera.

Avanzó unos pasos hasta que sus rodillas chocaron con el borde de la cama. Dio media vuelta y se sentó en el mullido colchón, llevándose el cigarro a los labios y tirando la ceniza dentro de la lata de cerveza.

Si algo estaba claro era que había echado de menos a Harry. Cuando llegaron a la habitación, se sintió como si hubiesen olvidado los problemas con el otro, como si nunca hubiese habido una ruptura y como si todo siguiera normal.

Sabía que los besos en los labios no habían sido simples besos y nunca olvidaría cómo las manos de Harry habían devorado su piel, al igual que su boca. Porque había sido fruto de otro calentón y ambos sabían que no deberían haber acabado desnudándose, pero a veces la necesidad vence al autocontrol.

don't give up on me // larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora