VIII

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Las sábanas azules enrolladas alrededor de su torso le dieron los buenos días cuando abrió los ojos con pereza la mañana siguiente.

El sol entraba a raudales por la ventana y Harry podía escuchar el animado canto de los pájaros en el jardín.

Se frotó los ojos con fatiga y recostó la cabeza en la almohada de nuevo. No sabía en qué momento de la noche había regresado a su cama, después de tener una larga y profunda conversación con Gemma en la madrugada.

Entonces, el recuerdo de Robin lo taladró de nuevo y volvió de golpe a la realidad, incorporándose con rapidez. Robin.

Notó esa sensación de ahogo creciendo cada vez más y extendiéndose como una tormenta de arena. Giró su cuerpo y enterró la cabeza en la almohada, como si tratara de despertar de aquel mal sueño que se había convertido en una pesadilla.

Solo quería abrazarlo una última vez. Coger su mano una última vez. Hablar con él una última vez. Decirle «Te quiero» por última vez.

Volvió a rodar sobre sí mismo con lágrimas en los ojos y oyó pasos en el pasillo, hasta que la puerta de su habitación se abrió y sus ojos conectaron con la afligida y a la vez cariñosa mirada de su madre. Llevaba puesto un vestido veraniego con flores azules y violetas, con su negro cabello suelto cubriendo sus hombros. Sus labios estaban curvados en una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Buenos días, cariño. ¿Cómo has dormido?

El rizado soltó un quejido y ocultó la cara entre las sábanas.

Anne entró en la habitación y se sentó en la cama, alisando su vestido. Harry trepó hasta apoyar la cabeza en su regazo, cerrando suavemente los ojos.
Su madre le acarició el pelo con dulzura y el ojiverde buscó a tientas la mano libre de ella, entrelazando los dedos con los suyos.

—Me quiero quedar aquí para siempre —murmuró Harry contra la tela del vestido de su madre.

—Tenemos que seguir con nuestras vidas, cariño —susurró con la voz rota—. Todos.

Su madre sorbió por la nariz y notó un ligero temblor en sus dedos acariciándole el pelo. Soltó el agarre de su mano y subió un poco más, rodeando la cintura de su madre con los brazos. Ella besó su cabeza y peinó con delicadeza su cabello.

—Te quiero muchísimo, Harry, lo sabes, ¿verdad? —inquirió con la voz compungida.

El rizado se incorporó ante la pregunta, observando los ojos de su madre al borde de las lágrimas y los labios apretados en una expresión de tristeza.

—Mamá —susurró antes de lanzarse a sus brazos y rodearle los hombros con fuerza.

Ella dejó salir un sollozo en su hombro y a Harry se le cerró la garganta. Quería sostener a su madre hasta el fin del mundo y ser capaz de demostrarle que nunca estaba todo perdido. Que saldrían adelante y que podrían con todo.

—Te quiero mucho, mamá —murmuró en su oído—. Mucho. Y estoy aquí. Siempre estaré aquí.

Su madre se encogió ante esas palabras, pero poco a poco su cuerpo se fue relajando y su respiración se volvió regular. Harry la apretó contra sí mientras sus propias lágrimas caían por sus mejillas.

Ella se separó y lo miró con sus ojos enrojecidos, pasando los pulgares por los pómulos de Harry y limpiando sus lágrimas.

—Todo estará bien —dijo en voz bajita.

El rizado asintió pesadamente y entrecerró los ojos para evitar el derrame de más lágrimas.

Su madre se levantó y se alisó el vestido de nuevo, secándose las mejillas con el dorso de la mano y caminando hacia la puerta.

don't give up on me // larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora