XXII / parte I

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Viernes 25 de mayo de 2018.
Santiago de Chile.

Louis no sabría describir todo el cúmulo de emociones que bailaron en su pecho cuando escuchó a Harry cantar en vivo.

Lo había escuchado cantar en vivo cientos de veces y en más de cincuenta ciudades diferentes durante las giras de One Direction. Pero aquello era distinto.

Eran letras que sabía que habían sido escritas para él, únicamente para él. Eran sentimientos que Harry había extraído de su corazón, los había convertido en palabras y los había vuelto rítmicos al son de la guitarra. Y ahora, cantaba para él. Frente a él.

Los gritos de las fans los envolvían a ambos y la distancia era suficiente como para que Louis ya lo echara de menos, pero todo a su alrededor se desvaneció en el momento en el que Harry conectó sus ojos y comenzó a tocar aquella canción que lo rompía en pedazos.

Los gritos se callaron y el movimiento se apagó; y solo estuvieron ellos dos en el concierto. La mirada de Harry estaba puesta en la suya cuando comenzó a cantar. Un escalofrío de ternura le recorrió la espina dorsal cuando la grave voz de Harry llegó a sus oídos.

Entonó todas las notas y Louis se derritió en cada una de ellas. Sabía que Harry no lo veía bien por la luz de los focos, y lo agradeció porque sabía que el amor que sus ojos transmitían en esos momentos era indudable.

Harry siguió cantando, desviando la mirada hacia las fans de vez en cuando para no levantar sospechas pero, en cierto modo, manteniéndola siempre en Louis. Tocando para él.

El corazón se le rompió en Two Ghosts, en If I Could Fly y en Just A Little Bit Of Your Heart; creció en Sweet Creature; sonrió como un adolescente durante Medicine y su corazón terminó de romperse en Girl Crush. No pudo evitar sonreír al ver a Harry disfrutar en el escenario en canciones como Kiwi, Woman y Only Angel. Finalmente, se hinchó de orgullo al escucharle cantar Sign Of The Times.

Ver a Harry cantar en vivo las canciones en las que había trabajado tanto y verlo disfrutar con la música que realmente le gustaba llenó a Louis en todos los sentidos. Era increíble todo lo que había logrado.

Aplaudió con fuerza cuando el show terminó, a pesar de que sus aplausos se perdieron entre la multitud. Los gritos de las fans aumentaron cuando Harry se despidió, y Louis sonrió cuando Harry dirigió una última mirada a la zona VIP antes de desaparecer del escenario.

Ahora era cuando comenzaba el caos.

Louis se colocó la capucha, agachó la cabeza y respiró hondo cuando el equipo de seguridad de Harry lo rodeó y se dispuso a sacarlo del recinto.

No se encontraron con nadie externo al equipo en el trayecto hacia el coche, pero Louis solo levantó la cabeza una vez las puertas del coche se cerraron.

Suspiró con fuerza y sonrió cuando se encontró a Sarah y a Mitch en los asientos de al lado. Lo miraban con una sonrisa y con algo más que Louis no supo descifrar.

—¡Habéis estado genial! —exclamó Louis tendiendo la palma de su mano abierta primero a Mitch y después a Sarah para que la chocaran—. Ha sido increíble.

—Gracias, Louis —sonrió Sarah—. Todos los conciertos son una locura.

—Al final resulta agobiante. Son horas de miles de voces chillando como si su vida dependiera de ello —convino Mitch. Su rostro denotaba cansancio.

—No hace falta que me lo jures —rio Louis—. Cuando ya has hecho cuatro giras, te acostumbras.

A eso le siguieron cuatro comentarios más antes de que Mitch y Sarah se recostaran en el otro para echar una pequeña cabezada mientras conducían hacia el hotel.

don't give up on me // larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora