XX

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Todo empezó a ir en dirección al cielo después de aquel mal día.

Pensándolo en frío, Harry no lo culpaba. Se cumplió un año de la muerte de Jay y no podía pretender que Louis fuera regalando sonrisas como caramelos, pese a que él intentó sacarle todas las que pudo. Pero solo fue ese día y, mirándolo a distancia, Harry comprende y empatiza con la actitud de Louis.

Se habían visto dos veces más después de aquella tarde —y había sido sorprendentemente cómodo— y ese mismo día se verían de nuevo. Era veintitrés de diciembre. Harry acudiría a casa de Louis para ver también al resto de la familia.

Se ajustó el suéter y se arregló el pelo en la medida de lo posible frente al espejo. Se veía mejor. Sus ojos parecían contener más vida que antes y todo en él relucía de una forma más... fulgente.

Se echó colonia y se retocó una vez más el cabello antes de salir del baño en dirección a la puerta. Le mandó un mensaje a su madre diciéndole que estaría en casa de Louis y que iría a casa nada más irse de allí.

Ni siquiera había tratado de ocultarlo. Llamó a su madre semanas atrás cuando Louis le pidió que fueran amigos y lloró al escuchar la suave voz de su madre consolándolo. También se lo contó a Mitch y al resto del equipo cuándo éstos le preguntaban en qué pensaba cuando lo pillaban sonriendo mirando a la nada.

Poco a poco.

Pese a que —a excepción del día de la pizza— no estaba siendo difícil hablar con Louis, Harry seguía recordando. Los besos, abrazos y caricias no desaparecían de su cabeza pero creyó poder aprender a vivir sin ello. Louis había entrado de nuevo en su vida y eso era lo importante.

Salió de su casa con aire triunfal y aquella sensación no le abandonó en todo el camino hacia el borrascoso clima inglés, con su característico cielo plomizo acompañado de sagaces gotas de lluvia que relucían por los momentáneos relámpagos que bailaban en un destello de luces, sobre las nubes.




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—¡HARRY! —Una deslumbrante Lottie se lanzó a sus brazos en cuanto abrió la puerta. Llevaba el pelo suelto cubriendo su espalda, con un vestido rosa sencillo pero lo suficientemente arreglado para la ocasión. Su maquillada cara brillaba por su enorme sonrisa—. ¡Te he echado de menos!

Harry le devolvió el abrazo con la misma fuerza hasta que se separaron.

—Yo también te he echado de menos, Lottie. Bueno, a todos vosotros —sonrió sin apartar un brazo de sus hombros.

—Entra, entra. Estamos todos en el salón.

La calidez se extendió por el cuerpo de Harry cuando entró en el familiar recibidor de aquella casa que tanto conocía. Un murmullo de voces se entreoía por la puerta que conducía al salón.

—¿Cómo has estado? ¿Qué tal están Gemma y tu madre? —decía Lottie mientras caminaban.

Harry se pasó una mano por el pelo.

—Bien, están bien. Ya sabes, esta va a ser la primera Navidad sin él... —Harry carraspeó, sintiendo un vacío en el estómago. Todavía era duro decir su nombre en voz alta—. Mañana mismo estaré en casa con ellas.

Lottie le apretó la mano.

—Nunca deja de ser duro —susurró ella tan bajito que nadie salvo él podría haberla escuchado. Sus ojos azules relucían ahora con un ápice de tristeza.

Harry fue a decir algo más pero cuatro torbellinos de brazos lo envolvieron súbitamente antes de escuchar sus voces, al unísono:

—¡¡HARRY!!

don't give up on me // larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora