XVIII

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Tiempo.

Tan abstracto como la luz. No se puede palpar, pero siempre está presente. La vida es una mera carrera contrarreloj contra el tiempo.

Le había pedido tiempo, pero ¿para qué? ¿Qué necesitaba pensar que no había pensado en aquellos dos largos años?

Harry se pasó una mano por el pelo y dejó caer la cabeza en la almohada. Las bolsas bajo sus ojos se habían convertido en las protagonistas de sus características físicas aquella semana a causa de la falta de sueño. Por las noches su cerebro trabajaba a toda velocidad pensando y pensando, pero cuando los brumosos rayos de sol atravesaban su ventana al amanecer, seguía sin tener cosa alguna clara.

Habían pasado tres semanas desde entonces y en apenas semana y media entrarían en el mes de diciembre. Solo faltarían cuatro meses para el inicio de Live On Tour, y no quería viajar por el mundo notando aquella ruda pesadez en el corazón.

Suspirando, se levantó de la cama y se enfundó una sudadera. Avanzó hasta la cocina para servirse un café y contempló el sol emergiendo tras las montañas de Los Ángeles.

Decidió en aquel instante volver a Inglaterra durante unos días. Echaba de menos el clima frío en el que se había criado y a su familia. Necesitaba desprenderse de esa aura de aquella casa en California que parecía hacerlo todo más difícil.

En el momento en el que pisase tierra británica, empezaría la cuenta atrás de los días para ver a Louis, y para entonces debería haber decidido qué iba a ocurrir en su maltrecha relación.





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Su pierna se movía rítmicamente arriba y abajo y se sentía completamente incapaz de detenerla, así como el flujo de nervios que corría por sus venas.

El tictac del reloj de la habitación y el latir de su corazón eran los únicos sonidos presentes en aquella estancia. Sabía que con un par de copas los nervios se calmarían pero era el peor remedio posible cuando Louis estaba al caer.

Se cepilló el cabello con las manos y se levantó, caminando en círculos alrededor del sofá con los brazos en jarras.

Parecía que habían pasado siglos cuando el timbre sonó.

Se acercó con pasos rápidos a la entrada, pero cuando una mano ya estaba en los botones de desbloqueo, tuvo que detenerse y tomar una gran bocanada de aire. Cabía la posibilidad de que aquella fuera la última vez que viese a Louis.

Sin más preámbulos, marcó el código y tiró con fuerza de la manija para abrir la puerta.

En cuanto Louis apareció en su campo de visión y sus ojos y los suyos se encontraron, los nervios fueron sustituidos por una repentina y esperada sensación de tristeza.

—Hola —murmuró Louis, cabizbajo.

—Hey. —Trató de sonreír, pero su rostro se desdibujó en una mueca extraña.

Louis pasó al interior de la casa londinense de Harry y éste cerró la puerta a sus espaldas. Caminaron en silencio hasta llegar al salón, y el menor aprovechó para contemplarlo: portaba unos pantalones negros de chándal y una sudadera roja. Su pelo seguía cortado como la serie de televisión y el dolor que Harry sentía al verlo era aún más intenso.

Hizo un ademán para que Louis se sentara en las sillas junto a la mesa, pero él negó.

—¿Quieres un té, o algo..?

Negó de nuevo. Harry se apoyó en el borde de la mesa y contempló a Louis, que evitaba su mirada, frente a él.

Tomó aire y fue directo al grano.

don't give up on me // larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora