Capítulo XXX

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Dedicado a: MafaldaSpencer que fue la primera en votar y comentar en el capítulo pasado.

***

   Unas caricias en mi muslo me hicieron abrir los ojos lentamente, al tiempo que me revolvía en las sábanas de la cama de Paul, con quien había pasado una noche maravillosa pese al incidente con Martha.

   —Amor..., ¿te duele...?

   Un bostezo me impidió contestar de inmediato. Me tallé los ojos cuidadosamente mientras me disponía hacer contacto visual con aquel policía de cuerpo perfecto que esta vez llevaba puesto únicamente el bóxer.

   —Ni que se tratara de tu culo...

   Paul frunció su ceño, y yo tuve el descaro de reírme en su cara. Poco a poco, y soltando un quejido, me senté en la cama y me apoyé de las palmas de mis manos, cuyos brazos había llevado hacia atrás.

   Coloqué mi boca de trompita para pedirle el primer beso del día. Paul se sonrió de lado, sin mostrar su dentadura, y caminó hacia mí a paso lento. Se subió nuevamente a la cama, y sobre mi cuerpo, colocando sus piernas a un lado y haciéndome enrollar mis brazos en su torso.

   —Buenos días, mi amor —le susurré antes de besarle los labios con frenesí.

   Él correspondió al beso mientras acariciaba la parte trasera de mi cabello castaño, logrando que la piel de mi espalda se erizara ligeramente. No pude evitar sonreír en medio del beso, y cuando nos separamos, aquella sonrisa que permanecía plasmada en mis labios se alargó notablemente cuando nuestras miradas se encontraron.

   —Buenos días, bebecito —Paul me acarició el rostro con ternura—. ¿Dormiste bien, mi dulzura?

   Un Paul tiernecito y dispuesto a mimarme era todo lo que necesitaba para ser feliz. Pobre de los que no podían tenerlo.

   —Sí... —le besé la mejilla y bajé hasta el cuello, logrando aspirar su aroma natural que tanto impregnaba sus prendas y que me fascinaba oler—. Duermo rico cuando estoy contigo.

   Él sólo se sonrió. Me besó la frente antes de levantarse nuevamente de la cama y caminó hasta la salida de la habitación.

   —Voy a preparar desayuno. ¿Se te antoja algo en especial?

   No supe por qué mis ojos bajaron rápidamente hasta su trasero. Dios. La forma de aquellos glúteos redondos debajo de su ropa interior negra me resultaba excitantes, apetitosos y exageradamente hermosos

   —No, John... —dijo Paul—. Eso no. No me refería a eso.

   Se me escapó una risita y volví a mirarlo a los ojos. Paul se había puesto de frente para evitar que yo siguiera desnudando su trasero con la mirada.

   —Lo que tú quieras prepararme.

   Paul me lanzó un beso al aire antes de salir de la recámara. Escuché los ladridos de Martha en el corredor y unas patas sobre el suelo, que indicaban su emoción al ver a su dueño a despierto. Yo seguía guardándole un poquito de rencor por lo que había pasado la tarde anterior.

   Soltando un gruñido de flojera, estiré mi mano y logré tomar mi móvil de la mesita de noche que reposaba al lado de la cama de Paul. Busqué el número de mi hijo y lo llamé, para después colocar el dispositivo en mi oreja.

   Repicó varias veces, y justo cuando pensé que no iba a contestar, escuché su voz soñolienta a través de la línea telefónica.

   —¿Sí?

Broken Hearts ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora