Capítulo XIII

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   No podía dejar de pensar en lo que Paul y yo habíamos hablado la tarde anterior en la cafetería. Tenía ideas, frases, y preguntas revoloteando por mi cabeza en cuanto a todo lo que habíamos hablado.

   Pensé en cuán acertado eran los pensamientos de Jane y Stu en cuanto a la sexualidad de Paul.

   El ladrido de un charroro de apenas un mes y pocos días más de nacido me sacó de mis pensamientos. Stuart, que estaba en la camilla intentando colocarle las vacunas, le acariciaba cariñosamente la cabecita.

   —Eres la cosita más bonita del mundo —lo mimó con voz melosa, haciendo que Pirata, el cachorro blanco con una mancha negra en un ojo, emitiera otro ladrido, o mejor dicho, un intento de ladrido—. Sí, sí... Eres lo más hermoso... Pero ahora te tocan tus vacunas para que no te enfermes, ¿sí? Si te comportas bien te daré una galletita para perritos con sabor a carne, mmhm, ¿no te gustan, lindura?

   Acto seguido tomó la jeringa que contenía la primera dosis de parvovirus para el cachorro y se la inyectó en el lomo. Stuart, cuando tiró todo lo que había usado, le aplaudió al perrito y lo acunó entre sus brazos.

   —Te ganaste la galletita, hermosura.

   Se dio la vuelta para ir hacia mi escritorio, donde había un frasco enorme repleto de galletitas para perros. Cuando me miró, su ceño se frunció ligeramente.

   —¿Qué tienes?

   —¿Uh? ¿Yo? Nada...

   Me miró con incredulidad mientras abría el frasco y sujetaba una galletita, la cual guió hasta la boca del cachorro antes de dejarlo sobre mi escritorio.

   —¿Seguro? Te ves pensativo... —Stu tomó una tarjeta nueva de control de vacunas y, junto a un bolígrafo, me lo extendió—. Ten, escribe.

   Coloqué el nombre del cachorro en el espacio correspondiente, y luego en la primera línea escribí la fecha y la vacuna. Luego coloqué mi firma y volví a dársela a Stu.

   —Es que ayer estuve hablando mucho con Paul... Dijo unas cosas que me dejó... atónito...

   Tan sólo la primera frase logró aumentar su interés en la conversación.

   —¿Qué clase de cosas?

   —Desde que murió su esposa ha tenido aventuras con hombres.

   El semblante de Stuart se tiñó de sorpresa y emoción cuando escuchó aquello. Sostuvo a Pirata y la tarjeta de vacuna entre sus manos, para después dirigirse efusivamente hasta la salida del consultorio.

   —¡Dame un segundo! ¡Tenemos que hablar sobre eso!

   Cruzó la puerta del consultorio, cerrándola a su paso. Me percaté que eran las doce cuando miré el reloj que estaba en la pared, y entonces me levanté del escritorio dispuesto a salir.

   Pero Yoko, que se apareció inesperadamente en el umbral de la puerta, me hizo detener mis pies de forma violenta. Tenía, como todos, su uniforme quirúrgico; y su flotante cabellera estaba atada a una trenza sencilla. Sonrió.

   —¿Almorzamos juntos?

   —¿Al... mor... zar juntos?

   —Sí —Yoko asintió, sin borrar la sonrisa que se dibujaba en sus labios—. Tú y yo.

   —Es que... uhm... Yo... ya quedé con...

   —¿Con un hombre? —y se rió—. Vamos, sé que no eres gay. ¿Crees que no me doy cuenta de los comentarios que hace Stuart justamente cuando yo voy pasado? No soy estúpida.

Broken Hearts ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora