Capítulo VIII

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   Realmente no supe por qué demonios eché a un lado a Cynthia y le agité, nervioso, la mano a Paul.

   —¡Hola, Paul! ¡Q-Qué sorpresa! —lo saludé, intentando aparentar normalidad—. ¿Cómo estás? ¡Pasa adelante! ¡Eres bienvenido!

   El mencionado se sonrió un poco y cruzó el umbral lentamente, mirando por turnos a mí y a Cynthia, que seguía ligeramente desconcertada por mi actitud. Y yo, a decir verdad, tampoco sabía exactamente por qué me dio tanto nervio que Paul me encontrara abrazado a Cynthia.

   Paul vestía un suéter de cuello alto, que era de color beige y le quedaba ligeramente holgado; además, llevaba puesto un pantalón de mezclilla y unas zapatillas blancas.

   —¿Interrumpo algo?

   —No —me apresuré a contestar, mirando de soslayo a Cynthia que se estaba limpiando las lágrimas con cuidado de que su maquillaje no se corriera—, no interrumpes... Ella es Cynthia, por cierto; y él es Paul, Cynthia, un amigo.

   Con amabilidad, Paul le extendió la mano y la estrechó con la de ella.

   —Mucho gusto.

   —El gusto es mío —ella se sonrió—. Y, uh... debo irme... Necesito volver a Londres antes de las dos de la tarde porque John llegará a esa hora.

   —¿Y-Ya te vas? ¿Tan rápido?

   —Tengo que ver a mi esposo.

   —Pero creí que...

   —Me tengo que ir —interrumpió—. Paul, un gusto. Hablaremos en otro momento porque mi esposo está esperándome.

   —Oh, de acuerdo...

   A pesar que su comentario logró humillarme un poco, intenté no demostrarlo. Me despedí de ella con beso en la mejilla, y luego la acompañé hasta la salida, diciéndole que tuviera cuidado al conducir y que, por favor, avisara cuando llegara; sabía que no lo iba hacer, pero de todos se lo pedí.

   La vi hasta que su auto dobló la esquina y desapareció de mi vista. Fue entonces que volví a adentrarme a la casa, cerrando la puerta a mi paso y mirando a Paul, que se había sentado en el sofá grande.

   —Es bonita...

   Un suspiro pesado se me escapó de los labios, al tiempo que tomaba asiento a su lado.

   —Lo es. Ella tan bonita y yo tan tonto. ¿Puedes creer que me vestí así para intentar impresionarla? ¿Puedes creer que pensé que iba a decirme algo relacionado con mi atuendo y que íbamos a tomar café antes que ella se marchara? Qué estúpido soy cuando se trata de ella... Me siento tan imbécil en estos momento...

   Paul se quedó en silencio, y se dedicó a mirar desde la camisa de mangas cortas color verde aceituna, hasta mis zapatos. Luego, sin más, despegó sus labios y habló:

   —Te ves bien. Te queda bonito ese color de camisa y esa combinación. Sé que no soy Cynthia, pero espero que te pueda servir de algo mi comentario.

   Se me escapó una risita de mis labios.

   —Lo dices por hacerme sentir mejor...

   —Y porque de verdad considero que tu forma de vestir está muy bien. Te vi desde que entré, y no pude evitar pensar que te veías bastante... atractivo... Sí, atractivo.

   —Oh, gracias —volví a soltar otra risita, para después subir mis lentes al tabique con ayuda de mi dedo índice—. ¿En serio crees que pudo haberle gustado y que no dijo nada por prudencia?

Broken Hearts ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora