Broken Hearts ➳ McLennon

Capítulo XXXIV

Dedicado a brr4ckets que dio el primer comentario en el capítulo pasado, y a fresasconvoddkaa por dar el primer voto en el capítulo pasado.

***

   —¿Un motel? ¿En serio?

   Los labios de Paul se estiraron hasta formar una sonrisita traviesa cuando logró estacionarse frente aquel edificio pequeño, de unos cuatro pisos, con habitaciones para alquilar.

   —Me dijiste que te llevara a donde yo quisiera. —Se defendió, apagando el auto—. Así que quiero estar aquí contigo.

   —Bueno, no me quejo...

   Paul se mordisqueó los labios mientras se inclinaba hacia mí. Cuando nuestros rostros estuvieron cerca, él deslizó su dedo índice suavemente por mis labios mientras hacía contacto visual conmigo.

   Luego de unos instantes me besó. Sentí sus cálidos labios sobre los míos, haciendo que yo comenzara a moverlos con lentitud para darle larga; sentí que el corazón se me aceleró drasticamente cuando el beso se tornó ligeramente ardiente.

   Él se separó y volvió a lamerse los labios que se habían tornado rojizos después beso.

   —Calentándome, ¿uh?

   —Ya me conoces —se quitó el cinturón de seguridad y se apresuró abrir la puerta del auto para bajarse—. Vamos... ¿O quieres hacerlo en el auto?

   —No sería una mala idea.

   En medio de una risita picara me bajé del auto al compás de Paul, quien me aventó las llaves una vez que puso sus pies en el suelo. No logré atraparlas en el aire, así que tuve que agacharme a recogerlas. Cómo mi trasero quedó levantado, él lo nalgueó.

   —¡Oye! —di un respringo, haciéndolo reír—. ¿Por qué tanto alboroto con mi trasero, eh?

   —Tu trasero es mi gusto culposo, mi amor.

   Luego de decir aquello y de mirarme de manera pícara, pasó un brazo por mi hombro y me hizo caminar junto a él hacia la entrada del motel. Yo abracé su cintura, mientras que la otra mano la enredaba el la suya que colgaba de mi hombro.

   Aquel sitio no era claramente un motel de lujo, pero tenía lo único que necesitaríamos para ser felices: una habitación. Así que, sin perder más tiempo, Paul y yo logramos cruzar la puerta de entrada que le dio vista a una recepción.

   —Yo pago.

   —No —Paul sacudió su cabeza en negación—. Yo lo haré.

   Nos soltamos cuando estuvimos frente al recepcionista, cuya cara de mal humor daban ganas de huir del lugar y no volver a pisarlo más nunca. De todos modos, Paul le indicó que quería una habitación por unas horas.

   Luego de hacer el pago en efectivo, el chico joven nos colocó la llave encima del escritorio. Entonces se esforzó por sonreír y parecer agradable, cosa que no le dio resultado.

   —Qué disfruten...

   Paul volvió a pasar su brazo por mi hombro y, caminando hacia las escaleras, le sonrió hipócritamente.

   —Sí, lo vamos a disfrutar mucho. Gracias por tus buenos deseos.

   Comenzamos a subir las escaleras con un poquito de velocidad. No sabía si era porque queríamos desaparecer de la vista del recepcionista amargado o porque las ganas nos envolvían de tal forma que controlaban nuestros pies.