Capítulo XXVIII

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   Inmediatamente mis pensamientos parecieron abofetearme. Recordé las descripciones que Paul me había dado sobre aquel hombre, que coincidían perfectamente con el físico de Elvis.

   —Sí... —el ojizarco hizo como si quisiera esbozar una sonrisa, pero la borró en seguida—. ¿Cómo te ha ido...?

   —Uhm, bien —Paul llevó sus manos al bolsillo de su pantalón deportivo de tela negra. Pareció nervioso—. ¿Y tú cómo... estás?

   —B-Bien, creo... Digo, uh... Todo está yendo bien ahora...

   —Creí que etabas en Estados Unidos.

   —Estaba —le aclaró, dando un par de pasos temblorosos hacia adelante para acercarse a él—. Llegué hace un mes. No planeo quedarme por mucho... Sólo unos meses.

   —Uh, pues... Bienvenido otra vez.

   —Gracias —Elvis se sonrió—. ¿Sigues viviendo en el número siete de Cavendish?

   Ellos dos estaban hablando e ignorándome, pero aquello era lo que menos me importaba. Sentí celos porque habían salido un año atrás, y el hecho de que se reencontraran me hacía sentir incómodo.

   Y me daba más incomodidad saber que, por lo visto, Elvis no tenía —así cómo pensaba Paul— ninguna clase de resentimiento. Eso podía hacer que el camino entre ellos dos volviera a estar libre, y pensar eso me ponía de malas.

   —Eh, sí...

   —Quería visitarte en cuanto llegué, pero... —apretó sus labios y estrechó su mascota contra su pecho—. No sabía si ibas a recibirme o no.

   Paul adoptó un semblante atónito al escuchar aquello.

   —¿Por qué... crees que no te recibiría?

   —Por... lo que ha pasado... —contestó con cautela.

   Me molestaba que yo era totalmente invisible para ellos. Era como si, en las afueras de la clínica veterinaria, sólo estuvieran ellos dos.

   —Creí que eras tú quién no quería verme. —Paul soltó una risita.

   —No suelo guardar rencor.

   —Qué bueno, entonces.

   Fue entonces que Elvis posó sus ojos azules sobre mí, haciéndome sentir parte de aquella conversación que me causó un malestar desagradable.

   —Señor Lennon —se sonrió—, gracias de nuevo por la ayuda con Foxhugh.

   Elvis pasó de caerme bien a caerme un poco mal. Lo sentía como peligro y amenaza a mi relación con Paul.

   —No importa.

   Aaron Presley posó nuevamente sus ojos sobre Paul, quién nunca había dejado de verlo.

   —Adiós. Cuídate...

   Mi novio —porque era mi novio y de nadie más— asintió esbozando una sonrisita torcida.

   —Igual. Gusto verte.

   Sentí mi sangre hervir, y miré a Paul con molestia. ¿Cómo carajo le daba gusto ver a su ex teniendo a su novio —o sea yo— cerca? Elvis sólo se sonrió mientras caminaba para alejarse.

   —Igualmente.

   Paul siguió a Elvis con la mirada hasta que este desapareció por las calles. Después me miró.

   —Él es... del que te hablé ese día... John, ¿hace cuánto lo atiendes?

   Le entregué las donas, y él tomó la vianda plástica confundido.

Broken Hearts ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora