Capítulo XXI

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   Volví a unir mis labios con los de Paul cuando nos aproximábamos a mi cama mientras guiaba mis manos a su pantalón para desabrocharlo.

    Cuando nuestro beso iba en el punto más apasionado, me tomé la atribución de deslizar mi mano por su masculinidad y luego darle un pequeño apretón que lo hizo gemir dentro e mi boca.

   —Mmh, John —él jadeó sonriente mientras rodeaba mi cuello con sus brazos; inclinó su rostro y me besó nuevamente—. Tenemos tiempo para estar solos, ¿no?

   Le di otro beso y asentí lentamente sin dejar de mirarlo a los ojos. Guié mis manos hacia su cintura para acariciar su piel, que comenzó a erizarse al contacto con la yema de mis dedos.

   —Mucho tiempo.

   —El tiempo nunca es suficiente cuando estoy contigo...

   Paul, luego de decir aquello, acercó sus labios a los míos y me proporcionó un beso corto. Después bajó hasta mi cuello y dibujó un camino de besos hasta mis clavículas; finalmente volvió al punto inicial y me besó con frenesí.

   —Me encantas tanto... —confesó cuando se separó de mí.

   —¿Así le dices a todos?

   Él me miró con el ceño fruncido y yo solté una risita al ver su semblante.

   —¿Por qué siempre arruinas el momento bonito?

   —¿Pero así le dices a todos o no?

   —No, porque ningún otro hombre me ha encantado como me encantas tú.

   El corazón se me aceleró drásticamente mientras que una sonrisa tenue se formaba en mis labios.

   —¿En serio?

   Paul llevó sus manos a mi pectoral desnudo y empujó, logrando que mi cuerpo cayera sobre la cama. Entonces procedió a desatar los cordones de sus zapatos negros bien lustrados.

   —¿Entonces ya eres completamente gay?

   —No. Sigo siendo hetero-gay.

   —Uhm.

   Llevó sus manos a su cintura para bajar la cremallera de su pantalón y desprenderlo totalmente hasta quedar en ropa interior. Miré su cuerpo lentamente de arriba hacia abajo y viceversa, detallando así los abdominales marcados y aquellos músculos trabajados de sus piernas y brazos.

   —Qué guapo. ¿Me pasas tu rutina de ejercicio?

   Paul soltó una risa espontánea que hizo que se le formaran arrugas en las esquinas de sus ojos. Cuarenta años le asentaban de maravilla.

   —No eres el único que está irresistible...

   A continuación volvió a inclinarse a mí —sin descargar el peso total de su cuerpo— y besó mis labios una vez más. Luego bajó hasta mi cuello, pasó por mis clavículas y siguió bajando hasta mi abdomen igualmente marcado que acarició con sus manos.

   —Prefiero los hombres delgados —me dijo—. Pero haré una excepción contigo.

   —Oooh, cielos... ¿Entonces debería sentirme afortunado?

  Paul volvió a reírse mientras se encargaba de quitarme los zapatos deportivos blancos hasta dejarme en calcetines, que también quitó. Luego deslizó mi pantalón quirúrgico por mis piernas torneadas hasta quitármelo.

   —Digamos que sí.

   Se mordió el labio inferior mientras acomodaba su cuerpo sobre el mío; y cuando sentí que su masculinidad se apretujó contra la mía, envolví su cintura con mis manos para comenzar un beso radiante que me aceleró todavía más el corazón.

Broken Hearts ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora