Capítulo XI

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   Hubiera sido más fácil separarme si Paul no hubiese rodeado mi cuello entre sus brazos. Comenzó hacer movimientos con sus labios, logrando besarme de una forma intensa.

   Yo, que todavía no asimilaba la situación que estaba pasando, ni siquiera me moví y mucho menos moví mis labios para darle larga al beso.

   —Mmh...

   Paul se separó de mí cuando se quedó sin oxígeno, y sonrió mientras se lamía los labios.

   —¿Por qué dices que te recuerdo a tu esposa?

   —Tu... forma de ser, tal vez... O quizá lo bien... que me haces sentir cuando... estoy contigo...

   —¿Te sientes igual conmigo que cómo te sentías con ella?

   —Algo así...

   Alzó su brazo y guió su mano hasta un mechón de cabello que se iba hacia adelante porque mi cabeza seguía inclinada.

   —Estás ebrio, tonto. Mañana te reirás de lo que dices.

   —No estoy ebrio —musitó con lentitud y con el mismo semblante apagado que indicaba lo contrario a lo que había dicho—. Estoy diciendo la verdad.

   —Vamos a vestirte. Te voy a prestar ropa limpia.

   Quise levantarme, pero Paul impidió aquello porque me tomó del brazo.

   —No quiero dormir solo esta noche...

   —No vas a dormir solo esta noche —le aseguré—. Vas a dormir conmigo, pero necesito vesirte. Puedes resfriarte.

   Logré soltarme de su débil agarre y me dirigí hacia el armario, cuyos cajones abrí en busca, primeramente, de una ropa interior. Después busqué una camiseta holgada y un short que le brindara comodidad a la hora de dormir.

   Cuando tuve todas las prendas, volví a él, que ahora esta comenzando a reírse.

   —Tengo dos penes, John...

   —Y luego dices que no estás ebrio.

   Sin quitar la toalla que se encargaba de cubrir su intimidad, le coloqué el bóxer y lo subí por sus piernas; aparté la mirada cuando llegué hasta su masculinidad, y luego de cubrirla, le quité la toalla y me encargué de enrollarla como pude en su cabello.

   Luego le coloqué el short y la camiseta, que resultó más difícil de lo que esperaba. Pero, por suerte, al cabo de unos minutos logré hacerlo.

   —Listo... Ahora te vas a ir a la cama...

   —Sólo si tú vienes conmigo.

   —Está bien, vendré. Sólo dame unos minutos porque tengo que limpiar el desastre de orina que dejaste en el baño, ¿sí?

   —Bueno, está bien... —asintió, acomodándose sobre la cama—. Pero no me voy a dormir hasta que vengas, ¿de acuerdo?

   —Okey...

   Retrocedí un par de pasos, y luego me di la vuelta y salí de mi habitación. Cuando cerré la puerta tras de mí, solté un suspiro pesado y sentí la adrenalina intensa que segregaba mi cuerpo en conjunto con el palpitar desesperado de mi corazón.

   —Oh, por Dios... Oh, por Dios... Oh, por Dios... ¿Qué es lo que acaba de pasar? ¿Qué es lo que acaba de decirme? ¡Dios, no! ¿¡Qué hicimos!?

   Julian salió de su habitación con su móvil en manos y sonriéndole a la pantalla. Al verme, se extrañó un poco por mi actitud consternada y frunció su ceño.

Broken Hearts ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora