Capítulo 30

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Sophia leyó su horario por quinta vez, tratando de entender como iba a compaginar sus clases de música con las clases de literatura. Ella suspiró, echando un mechón de su pelo a un lado. Últimamente había estado pasando tiempo con Gilbert, y, ahora, la idea de tener que estudiar más y no poder verle le abrumaba. Ella solo quería escapar de aquella realidad que la envolvía. Tal vez solo quería dejarlo todo de una vez.

-¿Qué miras tanto?

Unos cálidos brazos la envolvieron. Era su mejor amiga. Ella siempre llena de vida, con aquella bonita sonrisa en sus labios.

-Nada, solo que voy a estar muy ocupada.

La chica la miró divertida. Sophia siempre se tomaba las cosas muy en serio a diferencia de ella, quien se tomaba las cosas de forma más calmada. Negó con la cabeza.

-Nada de eso, solo no te excedas, no seas tan autoexigente porque acabará matándote.

-Si no lo hago no podré ir a la universidad...

-A la universidad vas a llegar, pero si sigues así tu cerebro va a explotar, !¿es qué quieres morir chica?! No seas estúpida Sophi, tienes que saber cuál es tu límite.

La morena no dijo nada. Simplemente miró a la chica de ojos verdes. Brillaban, a diferencia de los suyos. Isabel massjeó sus hombros.

-Bueno, bueno, no te doy más la brasa.

-Siempre lo haces.

Espetó Sophia divertida. Aquello ofendió a su amiga.

-¡Oye!

-No grites tonta que siempre tienes la manía de gritar.

La muchacha siguió ofendiendose hasta su móvil sonó. Era su madre. Isabel había olvidado que tenía que ayudarla a comprar unos muebles. Ahora llegaba tarde.

-Ai mierda, me tengo que ir, nos vemos.

Rápidamente cogió su mochila y salió corriendo de allí. Isabel era la amiga que todos necesitaban, Sophia lo necesitaba.

-Ten cuidado.

Musitó en voz baja. Después de eso ella se levantó. Tenía que hacer una visita a cierta persona.


Antonio esperaba sentado cerca de una pareja de ancianos. Mientras esperaba los miraba receloso. ¿Algún día podría llegar así con a alguien? Él pensaba que sí. Aunque, ayer Arthur había llegado triste a casa, este simplemente lo abrazó. Eso bastó para que el inglés volviera a sonreír, aún así estaba preocupado. Antonio miró su teléfono. No había nada nuevo.

-¿Está libre?

Antonio levantó la cabeza extrañado. Entonces vió a un hombre joven, con gafas y el pelo ligeramente echado hacia un lado, con un mechón que sobresalía de sus rubios cabellos. Iba bien vestido, se atrevería a decir que ese traje era de un famosísimo diseñador de moda, por no hablar del reloj que llevaba en la mano izquierda. Cayó en la cuenta.

-Adelante.

El rubio se sentó. Antonio no dejaba de mirarlo, era como si estuviera alerta, mirándole con cierto enfado y curiosidad a la vez.

-El otro día vi a Arthur.

Aquello hizo rechinar los dientes del moreno. Así que él era la razón. Ahora todo tenía sentido. Antonio se tensó en aquella silla de mimbre.

-No me malinterpretes, solo quería despedirme.

-Ya veo...

Fue lo único que logró decir. La camarera fue a atenderlos. Alfred pidió una cerveza, invitando a Antonio a una. Este aceptó por cortesía, porque sentía curiosidad. El London Eye se alzaba ante sus ojos, impresionante. Alfred no paraba de miralo.

-¿Bonitas vistas verdad?

Antonio se estaba cansando un poco, la verdad que toparse con el ex se tu novio no era algo que le encantaba, más sabiendo el daño que le había hecho.

-Alfred ve al grano.

Le dijo en un impulso. Este sonrió de lado, triste.

-Solo quería despedirme.

-Eso deberías de decirselo a Arthur.

-Creo que no tengo el valor de decirle, pensé que si simplemente desaparecia de su vista él estaría bien, pensé que sería egoísta retenerlo a mi lado, pero, he visto como te miraba, nunca me ha mirado a mí de esa forma, y estoy celoso no te mentiré, porque sé que él ya no me quiere, sé que nunca he sido suficiente y pensé que por esa razón no le merecía...

Antonio empezó a reír. Alfred lo miró algo descolocado.

-No te autocompadezcas, somos humanos, ¿no? Cometemos errores, hacemos daño, siempre somos el malo de la vida de alguien, tú simplemente la cagaste, le hiciste daño a la persona que querías porque pensabas que no era suficiente pra tí, si lo hiciste era porque realmente dudabas en ese momento y después te arrepentiste, buscar el perdón está bien, créeme que aborrezco lo que le hiciste a Arthur pero tampo te odio por ello, bueno un poco, pero es eso simplemente, un desengaño amoroso, no es para tanto, duele, porque lo hace, pero no es el fin del mundo, hay cosas peores, y vosotros erais muy jóvenes para entender que era el amor de verdad.

-Ahora entiendo porque Arthur se enamoró de ti.

Pasó el pulgar de su mano por su mentón. Antonio sonreía y Alfred rió.

-Ayer no fui capaz de decirle que me marchaba a Estados Unidos, le dije que hablaríamos pero en vez de eso te seguí a ti y te lo estoy contando a ti.

-Bueno, creo que será bueno para los dos que no lo sepa, ¿no crees?

La chica llegó con las bebidas. Un gracias por parte de los dos hizo que la chica sonriera de igual forma. No todos los días se atendían a dos chicos tan guapos.

-Si, será lo mejor.

-No te preocupes, algún día nos podremos reunir como lo hacen los amigos.

Aquello le dio una pizca de esperanza a Alfred. Tiempo, eso era lo que necesitaba. Una herida emocional podía tardar años en sanar.

-Espero que así sea.

Alfred se levantó de la silla. Ni siquiera había tocado la bebida.

-¿Me harás un favor?

-Depende.

Alfred no esperaba otra respuesta y le causó gracia.

-Cuida de Arthur.

-Lo hago, no necesito que me lo digas.

Le miró con orgullo. Definitivamente tenía carácter cuando quería. Alfred volvió a reír. Ya lo sabía también. Puso las manos en los bolsillos.

-Que vaya bien.

-Igualmente.

Las palabras se perdieron en el aire. Alfred comenzó a caminar hacia el puente, a paso lento pero decidido. El London Eye se mantenía imponente delante de sus ojos, igual que el palacio. Esas vistas que había observado junto a él ahora venían a su mente. Alfred tarareaba un canción de Surf Corse, "Freaks". La suela del zapato sonaba con fuerza contra la suela. Estas dejaron de hacerlo cuando Alfred se paró en medio del puente. El agua del Támesis estaba muy sucia, como de costumbre pero, ese día lo estaba más especialmente. La observó brillar, ocura e imponente delante de sus ojos azules. Entonces sucedió. Alfred saltó. Dicen que cuando vas a morir pasa toda tu vida por delante. Él vió la bonita sonrisa de Arthur.

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¡Han pasado 84 años! Si alguien sigue leyendo esto gracias💕

Por otro lado siento que el capítulo sea corto. La verdad no sabía bien como cerrar la historia de Alfred y Arthur, tenía bastantes ideas puestas sobre la mesa pero me parecía que ya había hecho que Arthur olvidara a Alfred así que no he querido hacer que se reencuentren. ¿Qué os ha parecido? Agradecería mucho si alguien opinara 💕

La historia por cierto está llegando a su fin.

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⏰ Última actualización: Jul 27, 2021 ⏰

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