~Capítulo 16~

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"Quemarse es otra cosa si se trata de su fuego"

Marwan

El coche de policía de metió detrás de ellos en la amplia calle. Ya no se veía la otra moto. Arthur seguía tapando la matrícula con el pie. Antonio iba a una velocidad muy elevada. Se oía la sirena aullar a lo lejos, pero los policías seguían detrás suyo, cada vez más cerca.

-Siempre que voy contigo tengo que huir de alguien.

-Sí, es un don que tengo. Tengo un extraño fetiche en atraer los problemas.

Aceleró de nuevo y giró repentinamente a la derecha, hacia un callejón oscuro, con la calzada llena de polvo, baches, y charcos. Tenían poco tiempo. Frenó en seco. Había un contenedor grande de basura.

-¿Por qué paras?

-Cállate y métete dentro. -señaló el cubo de basura.- Si lo haces podré despistarlos...

-¡¿Qué?! ¡Ni una mierda me meto ahí dentro!

Antonio le ignoró y se bajó tomando al inglés en brazos, el cual respondió con golpes e insultos. La sirena se oía cada vez más cerca. Abrió el contenedor y lo metió dentro. Apenas a tiempo logró arrancar la moto; el coche se asomó persiguiendo la moto que corría con los faros apagados para que fuera más fácil.

Alrededor todo era silencio. El olor a basura y por alguna extraña razón estiércol impregnaban la ropa de Arthur, que salió del basurero asqueado y con arcadas por el fuerte aroma. Tenía ganas de matar a cierto español. Nubes bajas y grises flotaban en lo alto. El suelo estaba lleno de grandes charcos. Caminó lentamente en el frío de la noche, evitando pisarlos, pero sin querer tropezó y resbaló cayendo encima del charco mojándose y ensuciándose todo. Definitivamente quería morir.

Antonio adelantó en zigzag a los pocos coches que habían a esa hora. La policía aún le perseguía. Cambió de marcha y aceleró todavía más. La moto saltó hacia delante cruzando la calle y recibiendo varios pitidos por parte del resto de conductores. Otra vez le pisaban los talones.

-Mierda...

Y como un impulso se metió en un parque para niños. Lo atravesó todo hasta llegar al otro lado de este para poder llegar hasta la carretera pero por detrás seguía el coche. Al parecer no se cansaban nunca. Volvió a darle a todo gas y para su suerte había un semáforo que estaba a punto de ponerse en verde. Pasó de milagro. La policía tuvo que frenar forzosamente; no podían pasar. Antonio miró por el retrovisor satisfecho, por fin se podía relajar. Encendió las luces y se puso en marcha.

Alcanzó la callejuela. Frenó haciendo un ruido molesto. Miró a su alrededor. Arthur no estaba ahí. Tocó la bocina y oyó unos pasos a su izquierda.

-Estoy aquí....

Antonio entornó los ojos viendo al inglés saliendo de detrás del basurero. Sus ojos verdes estaban iluminados por la débil luz de la luna que se colaba entre las nubes y parecían asustados.

-¡Arthur!

-Shh no grites.-dijo mientras tiritaba.

-¿Por qué? No hay nadie.

-He oído un ruido...quiero irme de aquí ya.

-Ven aquí, venga.

-Si lo hago, prométeme que no vas a reirte...

El español suspiró y se bajó para acercarse a él. Un olor terrible inundó sus fosas nasales. Se tapó la nariz y le observó mejor.

-Joder, ¿qué has hecho? Si que hueles mal.

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