~ Capítulo 1~

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Que bonito es el amor mientras dura pero... ¿cuándo se acaba? Simplemente te quieres morir. Desaparecer.

El tren se movió durante todo el viaje. Llovía afuera pero a mí no me importaba, supongo que ya me acostumbré. Sonreía, pronto estaría en Londres, mi ciudad, mi hogar. Miré por la ventana, las gotas de agua golpeaban con fuerza el cristal.
Regresaría a casa al fin, no quería pasar más tiempo en casa de mis padres y menos con mis hermanos, especialmente con Allistor.

-Señor su billete por favor.
El revisor estaba plantado de pié junto el asiento vacío que quedaba a mi lado. Me miraba con cara de pocos amigos.
-Claro- dije en voz seca.
Le enseñé el billete y este satisfecho se marchó hacía los asientos de detrás. Una chica guapa me sonrió al pasar por el pasillo. La ignoré. De repente oí gritos por parte del revisor y vi un chico aparentemente joven pasar al otro vagón corriendo.
-¡Ven aquí cabroncete!
La escena era graciosa, como si estuviera sacada de un libro. El revisor estaba muy gordo e intentó correr pero aquél muchacho era más rápido y ágil, claro que él estaba más delgado, en forma me atrevería a decir. Todos los presentes les miraron hasta desaparecer por la puerta. Curiosos empezaron a murmurar cosas. Yo simplemente saqué un libro para distraerme "Tres veces tú" de Feredico Moccia. Leí algunas páginas, antes de terminar el capítulo me sobresalté, alguien se había sentado a mi lado. No es me importaría pero era el chico al que perseguía el "Gordo", así le apodé al revisor. Le observé durante unos segundos, estaba callado.
-¿Qué demonios haces?
Pronuncié aquellas palabras molesto. Se volvió hacia mí.Tenía un perfil amable pero decidido, los ojos verdes. Su piel era morena y sus cabellos marrón oscuro eran rebeldes. Llevaba una sudadera de Levi's roja con unos pantalones negros.

-Ayúdame por favor, no sé si lo sabrás pero no tengo billete y el tipo ese de ahí me quiere muerto por colarme.

¿De verdad? Este chico es tonto. Le miré con incredulidad. Noté que no era de Inglaterra, tenía un marcado acento español.

-Soy consciente de ello...
-¿Eso es un sí?
-Eso ha sido un, me importa una mierda si te pillan o no.
Me miró con cara de cachorrito. "No me mires así..." dije para mi mismo.

-¿Díme, qué quieres?

Definitivamente soy idiota. Si me meten en la cárcel por culpa de este tipo me encargaré de matarle lenta y dolorosamente. Me sonrió feliz.

- Podrías prestarme tu billete o...esconderme.
-Acabo de marcar mi billete, esa no es una opción.
-Entonces escóndeme.
-Estamos en un maldito tren. ¿Dónde se supone que voy a hacerlo? Además si vas al baño te pillará.
-Agh joder...
Resopló. Entonces cogió mi gabardina.
-Préstamela.

Se levantó rápidamente y sacó unas maletas del portaequipajes. No lo podía creer. Estaba chalado. De verdad.

-Oye, ¿qué se supone que vas a hacer?

Me puse muy nervioso.

-¡Vigila!

Me gritó, todos en el tren nos miraban. Joder, joder. Me levanté rápidamente a ayudarle y lo tapé con la prenda, también para asegurarme puse una maleta pequeña así se disimularía más. Por suerte había espacio suficiente.

-Gracias.

Le oí susurrar y regresé a mi asiento, nervioso, me temblaba todo el cuerpo. "Ya relájate, regálate Arthur" la parte buena era que quedaban menos de diez minutos para llegar pero ese corto período de tiempo podía ser pillado y claramente era su complice. Se me revolvió el estómago solo de pensarlo. No iría a la cárcel, no hoy.

El "Gordo" volvió a mi vagón, se le veía muy enfadado. Tragué y evité mirarle.

-Voy a encontrarte granuja.

Impaciente por no saber que haría me giré para verle. ¡Mierda! ¡Estaba revisando los portaequipajes! ¿Qué hago?. En verdad me da igual que le pille pero no quiero que me acuse. Joder...

-Don't wanna be an american idiot!

Grité a todo pulmón. Salí al pasillo y me tiré al suelo imitando una guitarra eléctrica mientras cantaba. Juro que lo mato. Todos me miraron, entonces una mano tocó mi hombro, era el "Gordo".

-Señor, no está usted solo, vuelva a su asiento. ¿Si?
Me lo soltó con un claro tono amenazador.

-Oh yo...lo siento, me vine arriba.

Estaba muy avergonzado, la cara la tenía roja porque me ardía.

-Que sea la última vez o se podría buscar un lío señor.

-Se ha ido por ahí.

Señalé el vagón de detrás, creo que esto nos daría tiempo para poder salir. Después de eso me agradeció y a paso lento se largó. Yo me senté. Lancé la cabeza hacia atrás apoyando mis pies en la butaca de delante. Guardé el libro que estaba tirado en el suelo por la escenita.

Llegamos a King's Cross. Son apenas las ocho y media. Puntualidad británica. Algunos pasajeros salieron. Yo recogí mis pertenencias y fuí a ver al chico ese. Le quité la maleta, luego mi preciada gabardina. Me miró divertido.

-No sabía que te daban ataques de locura.

Le miré muy mal, enrojecido.

-Shut up! Lo hice para salvarte el culo imbécil.

-Vale vale Billie Joe Armstrong.

Se estaba burlando de mi. Genial. Hice una mueca.

-¡Ahí estás! Y...¡¿tú?!

-¡Mierda!

Gritamos al unísono. Nos había pillado.

-¡Corre maldita sea! !Corre!

Le agarré con fuerza para sacarlo de allí, este cogió algunas de mis cosas entre ellas la gabardina y yo la maleta que la traía en brazos. Corríamos por nuestras vidas esquivando a la gente.
El muy idiota empezó a reírse y no sin saber por qué también. Salimos de allí tomando el pasillo y subimos las escaleras mecánicas. Lo despistamos. Nos paramos enfrente de la puerta. Un enorme cartel blanco señalaba la salida en varios idiomas. Di grandes bocanadas de aire por el esfuerzo, mi corazón palpitaba muy deprisa. Estaba acalorado y tenía la boca seca. "Un té..." pensé. Tiré la maleta al suelo porque pensaba demasiado.
El extraño bajó el rostro hasta el nivel mis ojos y sostuvo mi mirada. Avergonzado desvíe mi mirada.

-Muchas gracias de verdad.
-Nno hay de qué... -tartamudeé.
-Antonio Fernández Carriedo.-Me tendió la mano.
-Arthur Kirkland.

Nos quedamos mirando por unos instantes.

-Creo que esto te pertenece.

Con una sonrisa me devolvió mi gabardina, yo la cogí y la dejé apoyada en la maleta. Le miré.

- ¿Vas a decirme por qué no tenías billete?

Se río con suavidad.

-Me colé para conocerte.

Le miré irritado.

-No estoy para bromas Fernández, por tu culpa he pasado vergüenza y por si fuera poco el revisor casi me asesina. -grité enfadado.

-¡Pero si ha sido genial! No todos los días tienes suerte de que pase algo interesante en tu vida.

Me cansé, di media vuelta,cogí mis cosas y caminé hacia la salida. Me cogió del brazo. Su expresión se suavizó, ahora satisfecho de que estuviera pensando una respuesta. Le quité la mano del brazo.

-Iremos donde yo quiera.

Asintió feliz y empezamos a caminar.
¿Quién sabe los misterios que puede esconder? Lo único que sabía era que conoces a miles de personas y no causan ningún efecto en ti, conoces a una sola persona y te cambia la vida.

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¡Hola chicos! Espero que os guste este nuevo proyecto, cuando pueda crearé más capítulos. 😜💜

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