Capítulo 26

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Daniel estaba parado frente el espejo. Eran las ocho. Después lo que pasó hace una semana no había podido dormir, su cara era todo un poema. ¿Se supone que debía de ir así hasta que le creciera la ceja? Además tenía que limpiar todo el desastre de ayer. Apretó los puños rabioso. Definitivamente tenía que hablar. Después de aquello se dio una ducha, necesitaba calmarse y hablar las cosas, él era consciente de que las cosas no eran así. El amor te vuelve idiota decían y él se estaba comportando como tal. El rechazo. Es algo que duele. Es como un veneno que va recorriendo las venas, y te mata lentamente. Te va quitando la respiración, sientes como te ahogas, como poco a poco va faltando el aire y es una situación desesperante. Tenía miedo; de sentir y llorar. 

Más tarde ya estaba listo para salir de casa. Hacía una noche preciosa. Era de noche. Tenía que salir. Lo necesitaba así que empezó a correr hacía el estudio de música. Con todas sus fuerzas, pidiendo perdón a las personas con las que se tropezaba, con el corazón a mil por hora y con su último aliento. Llegó al estudio. Parecía que estaba cerrado pero no. Ella estaba allí. Había una ventana abierta con una suave melodía que emanaba de ella. Una ligera luz se asomaba por esta. Seguro, estaba seguro de que era ella. Entró dentro. Las aulas estaban vacías, solo se oía la melodía suave de la segunda planta. Subió las escaleras, la puerta estaba entreabierta y entonces la vio. Sus dedos tocaban con delicadez las teclas del piano, mientras ella miraba con una sonrisa el teclado. Ella no lo sabía pero realmente estaba preciosa. La ventana abierta hacía que su cabello se sacudiera con elegancia. Ella paró por un momento al percatarse de que estaba siendo observada. Daniel tragó en seco. Hubo un silencio incómodo entre los dos. ¿Cómo se suponía que iban a hablar después de todo?

-Veo que no dices nada...

-Si quieres saberlo preguntame...

Ella volvió a tocar y le hizo un hueco en el asiento del piano. Daniel no entendía pero se sentó deonde ella le había dejado el hueco. La melodía se clavó en sus oidos. Su corazón iba a mil. Se quedaron mirando. "Si pudiera saber lo que piensas cuando me miras, todo sería más fácil, al menos me gustaría saber si piensas en mí algunas vez..."

-No te entiendo, creo que todo ahora carece de sentido, a veces cuando me miras y sonríes no se si lo haces porque realmente sientes algo lo haces de forma indiferente y yo como un tonto te sonrío de vuelta, porque realmente no te entiendo, porque todo sería más fácil como venir corriendo y decirme que realmente me quieres, pero ahora siento que no te merezco porque alguien ocupa mi lugar y yo...me siento como un estúpido por no haber sido claro con lo que sentía. En cierta forma pensaba que me necesitabas pero en realidad soy yo quien te necesita. Perdóname...Sophia.

Se llevó las manos a la cara. Una pequeña lágrima resbaló por su mejilla. Ella le apartó la mano y se la besó. Sus labio estaban fríos pero se sintieron muy cálidos en aquel momento.

-Daniel, yo no voy a poder estar a tu lado para siempre.

Y empezó a llorar en sus brazos. Daniel no pudo decir nada más, simplemente la consoló. la melodía que tanto le gustaba había dejado de sonar, ahora solo se escuchaban las lágrimas de una persona realmente rota.


-¿Te gusta?

Gilbert miraba a Arthur y Antonio. La tarta de queso estaba muy buena, la había hecho el español. La mermelada de frambuesa le daba aun regustillo muy bueno. 

-¡Claro que me gusta!

Los dos chicos sonrieron. Gilbert había tenido un ataque esa semana por eso estaba de nuevo en el hospital. El primero en saberlo fue Arthur así que fue inmediatamente a verle.  Antonio lo descubrió días después, cuando Arthur llegó a casa llorando. Ahora era viernes por la noche. Fueron los dos a visitarle.

-Oh venga no pongáis esa cara tan larga que me deprime.

-A mi me deprime más tener que verte la cara.

-Que cruel...

Le dio unas palmaditas en la espalda. Realmente no se estaba tan mal allí. Después de terminar de comer empezaron a hablar sobre lo que había pasado durante la semana. Nada interesante, no habían descubierto quien era el responsable de lo de las cámaras de seguridad y no habían visto a Daniel, ni tampoco a Sophia ni a su amiga. Arthur realmente ahora no tenía la necesidad de saberlo ya que estaba bien, nadie le había atacado y todo parecía estar saliendo bien. Esperaba que esa felicidad durara. Después de estar allí toda la tarde se fueron a casa. Gilbert se tenía que quedar allí. Volvía el silencio a la habitación, volvía el ruido de el personal de salud por los pasillos, la sirena de la ambulancia y las voces de algunos pacientes que estaban en habitaciones cerca de la suya. Sin embargo esa noche, Gilbert se dio la vuelta, miró hacia la ventana y sonrió de felicidad. La luna estaba muy bonita aquella noche, la palidez le había recordado a cierta persona.

-No olvidaré nuestro trato.

Al final se durmió con aquella bonita sonrisa en el rostro. 

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