~Capítulo 5~

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"Las personas somos carne y huesos. Recuerdos y complejos. Amor y dudas."
Chris Pueyo

El sol estaba totalmente fuera. Las nueve y media. Salí de casa dejando a Antonio dormido. Me vestí con ropa sencilla y un abrigo de plumas verde. Ya hacía más frío. Cogí el ascensor para poder coger el coche. Despacio, sin prisa. Arranqué el motor y me dirigí hacer el supermercado. A esas horas el tráfico era denso pero por suerte conseguí un sitio donde aparcar  y gratis. Me bajé y caminé.

-¡Arthur! ¡No me lo puedo creer!

Me volví al oír mi nombre. Reconocí esa voz. Era mi amigo Vladimir. Vino deprisa hacia mí y me abrazó. Sonreí.

-¿Qué haces aquí? O sea que has vuelto. ¡Vaya!  El mítico Arthur Kirkland ha vuelto.

-Vale Vlad es suficiente. - dije entre risas.

-¿Vas a decirme qué tal te fue todo por allí?

Lo miré. Vlad tenía una cara entusiasta. Quería saberlo todo e intentó descifrar con simpatía mis secretos. Pero no conocía toda la historia. No sabía la razón por la cual me fuí. Apenas sabía nada de mí durante los meses que estuvo fuera en su país natal y de Alfred todavía menos.

-Todo un rollo convivir con mis hermanos, es peor que ir al infierno. ¿Y tú? También has vuelto, pensé que te quedarías en Rumanía.- Vlad sonrió.

-Es mejor estar aquí... - suspiró y se puso las manos en la cabeza. - Vi a Lukas. Hemos quedado todo el grupo.

-¿Cuándo?

-Mañana a las once. En "The White Lion". Bueno Art yo me voy que tengo prisa. Ah, antes de que se me olvide, tráete pareja.

"Idiota" pensé. Lo vi alejarse dando saltitos de alegría. nunca cambiará.


Me desperté de un sobresalto. Mojado.
-Buenos días Bella Durmiente.

Levanté la mirada temblando. Ese cejotas me había tirado un cubo de agua fría. Bonita forma de despertar.

-Joder Arthur, ¿no había otra manera?
Me acurruqué y el estalló en una carcajada.

-Es casi la una de la tarde. Debía tomar medidas. Por cierto cuando te seques tira esas sábanas a lavar y saca el colchón para que se seque. Tienes ropa en el armario.

-Mandón.

Le saqué la lengua y me dispuse a hacer lo que me dijo, un poco molesto la verdad. Cuando terminé fuí a la cocina. Arthur cocinaba o al menos lo intentaba ya que mientras lo hacía insultaba a las verduras o maldecía a los cuchillos por no cortar bien. ¿Qué culpa tendrán? Me acerqué a ayudarlo. Puse mi barbilla en su hombro.

-Quieto, ¿qué haces?

-¿Cómo que qué hago? Cocinar.

Me dió un puñetazo en el hombro de siempre. Ya debía tener un cardenal.

-¿Desde cuando las verduras se ponen con queso y agua?

Miré el agua hervir con hortalizas mal talladas y un trozo de queso volando por la olla. Tenía demasiada mala pinta.

-Dime cómo lo haría el señor chef.

Se apartó para darme acceso. Miré la olla asqueado y tiré su contenido a la basura. Arthur gritó.

-¡¿Pero qué!?

-Shh déjame a mí. No es mi culpa que no sepas cocinar.

Se sentó a regañadientes en el taburete y observó cada movimiento que hacía. Cuidadosamente tallé algunas verduras que hice a la plancha combinado con una buena ensalada mediterránea.

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