No siempre las decisiones que toma una persona son acertadas. A veces son meros impulsos, impulsos que determinan que tanto daño puedes hacer. Alfred pensaba que había tomado una buena decisión el día que se dejó llevar por esos impulsos. Primero lo haces, y después te arrepientes. Así de fácil. Lo peor es que nunca dejó de querer a Arthur, pero de eso se percató cuando, cada noche, antes de dormir, la bonita sonrisa de Arthur se venía a su mente. La frase de "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes" se aplicaba bastante bien a su realidad. Esa sensación que le daba, cada vez que estaban juntos, era algo que su actual pareja no le daba, por no decir que su relación se había enfriado, al menos por parte suya. Cada día buscaba una excusa para estar más tiempo en la oficina. Llegar a casa era una pesadilla que le provocaba ansiedad. Kiku, en cambio estaba deseoso de que él llegara. Tal vez Kiku estaba demasiado enamorado y él no. Era triste y egoísta por su parte. Cada día se peguntaba que estaría haciendo, si había encontrado a alguien más...esa era la parte que más le dolía, pero, se lo merecía, después de todo había sido el propio Alfred quien, sin remordimiento, le había dicho que no le amaba. ¿Se habría equivocado? Tal vez en ese momento solo quería experimentar cosas nuevas, tal vez estaba asustado, tal vez no estaba preparado, tal vez... después de todo tenían dieciocho años. Si el destino era lo suficientemente bueno, tal vez, en un futuro, podrían estar juntos.
Alfred llegó a casa. Era tarde, como de costumbre Kiku le esperaba en el salón, sentado sobre sus rodillas. Iba en pijama. Este no le prestó atención y Alfred dejó la maleta en el suelo. Sonrió, observando con sus ojos azules a Kiku. Cruzaron miradas. Le entró un escalofrío. Este inclinó un poco la cabeza, dejando con suvidad la taza en la mesa.
-¿Qué tal?
Espetó con una voz suave pero a la vez dura. El rubio se rascó la nuca, torciendo una sonrisa y yendo hasta donde estaba él. Permaneció en silencio hasta que llegó a su lado. Quiso acariciar su cabello, como solía hacerlo, pero Kiku le apartó la mano.
-Kiku.
-Alfred.
En ese momento, sintió que todo se había acabado. Permaneció en silencio, y, fue una segundo pero Alfred detectó en sus ojos la tristeza de aquella mentira y lo comprendió.
-Estoy harto, harto de esperar, harto de tus mentiras, harto de tí, harto de todo! Me estás oyendo?!
Las lágrimas empezaron a botar de sus ojos. Alfred se quedó quieto, se le hizo un nudo en la garganta que lo dejaba hablar. Curvó ligeramente las cejas, dejando ver una expresión de tristeza. Kiku siguió hablando, jadeando por la rabia y el dolor acumulado. Tiró al suelo la taza de la que apenas unos segundos había estado bebiendo el té.
-Me has destrozado la puta vida Alfred F.Jones! Me oyes?! La vida...
Y siguió tirando todo lo que tenía al alcance contra el suelo. La bandeja de pastas, el azúcar, el agua... luego se tendió en el suelo, haciéndose un ovillo. Empezó a darle puñetazos al suelo sin percatarse de que había trozos de cristal. Kiku se cortó. La sangre empezó a brotar de sus dedos. Alfred que se había quedado inmóvil acudió en seguida para abrazarle.
-¿Por qué? ¿Por qué? Yo quería que me amaras...solo quería que me amaras...
Lo mantuvo entre sus brazos. Alfred no pudo evitar no llorar. Alfred le miró por un momento a los ojos, manteniendo la mirada, y fue cuando reparó en que, aquel hombre que había conocido ya no era el mismo. Se veía inseguro, necesitado de afecto, frágil, abatido, cansado...así se veía Kiku. Aquella despedida le marcaría. Este lo aferró más a él, besando su cabello, después de todo habían compartido muchos momentos juntos y habían vivido cosas increíbles.
-¿Por qué no podemos ser como antes?
Dijo sorbiéndose los mocos. Alfred soltó una pequeña sonrisa sarcástica. Lo abrazó más fuerte.
-No lo sé...realmente no lo sé.
Y hubo un largo silencio. Los dos se quedaron allí, cada uno con sus pensamientos hasta caer rendidos por el sueño.
"No te preocupes por mí" Esas fueron las últimas palabras de Kiku antes de que Alfred abandonara aquella casa para siempre. Los amores van y vienen, te alborotan, te cambian, te confunden, a veces no se olvidan, cayendo en una profunda depresión, o también, a veces causan cierto efecto en ti el cual te hace avanzar, pero de cualquier forma te marcan. Una semana había pasado. Alfred no podía decir que no estaba destrodo, había amado alguna vez a Kiku y era una persona a la cual le tenía mucho cariño. Ahora tendría tiempo para sí mismo, para encontrase, viajar, perdonarse, madurar, y tal vez enamorarse otra vez. Se encontraba en una cafetería, "El Mississippi". El ambiente era bueno, no había demasiada gente y Alfred tenía la cabeza más despejada. El sabor del café americano se mecia sobre su labios. Era agradable, sentía el sabor de Nueva York, su casa. Tenía planeado volver allí a las oficinas, para cambiar de aires. Alfred tenía pensado empezar una nueva vida. Era lo mejor.
—Si por favor, un té verde.
Una voz conocida hizo que el rubio buscara el dueño de aquella voz. Estaba de espaldas, con una gabardina marrón. El pelo, rubio, ligeramente enmarañado hizo que a Alfred le diera un vuelco el corazón.
—Arthur...
Tartamudeó. Estaba allí, de pie, junto al mostrador pagando por su bebida preferida. No fallaba. El té verde de Arthur, junto a los pastelitos de crema de calabaza que tanto le gustaban. Aquello le trajo recuerdos. La nostalgia es un sentimiento extraño. Al chico se le hizo un nudo en el estómago, como si quiera correr detrás de él pero a la vez alejarse, pero es que sentía mucha curiosidad ya que no sabía nada de él. Era un sentimiento horrible. Movió las piernas nervioso, provocando un sonido molesto al chocar la suela de los zapatos contra el suelo. Sintió la adrenalina recorrer su cuerpo. Este se alejaba a una mesa. Estaba solo. Alfred se sintió aliviado por ello porque por un momento temió que estuviera junto a alguien. "Venga...Alfred vamos...". El nerviosismo iba en aumento. Entonces, un pensamiento rápido hizo que Alfred tuviera el valor de levantarse y salir en busca de él.
—¡Arthur!
Casi lo gritó. Menos mal que nadie le prestó atención o su cara estaría toda roja muerto por la vergüenza. Este movió ligeramente la cabeza, para mirarlo. Esos ojos verdes, aquellos ojos verdes, se clavaron en los suyos azules como puñales. Arthur lo miraba con odio y sorpresa a la vez. Inclinó sus pobladas cejas ligeramente, curvando sus labios, y los abrió para expresarse.
—Alfred...
Su tono era de sorpresa.
—Siempre ese tono de sorpresa.
Sonrío ladino. Estaba allí enfrente, y se sentía un tonto por no saber qué más decirle. Le faltaba el aliento porque quería hablar todo lo que no habían hablado en años aunque no sabía si Arthur estaría por la labor. Este se levantó de la silla. Ahí tenía su respuesta. Movió los dedos alrededor de la taza de café y le miro.
—No esperaba verte aquí.
Por un momento sus miradas se encontraron. Había sentimientos encontrados en ellos, algunos amargos, otros dulces, había también nostalgia en aquella mirada, de lo que fue y de lo que podría haber sido. quiso tomar su mano pero no lo hizo.
-¿Me vas a dejarte invitar a un café?
Arthur lo miró inseguro. No parecía estar por la labor, pero entonces, aceptó.
-Tendrá que ser otro día, hoy no puedo, me están esperando.
Alfred no podía decir que aquella frase le sentó bien. ¿Quién sería esa persona? Miles de preguntas se formaron en su cabeza, aún así, había quedado con él en ese mismo lugar a la misma hora.
-Bien, nos vemos.
Levantó las cabeza para despedirse. Arthur hizo lo mismo, aunque parecía compungido por ello. No importaba. Iba a esperar.
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Voy avanzando un poco en la historia aunque la verdad quiero cambiar cosas y no veo el momento. Estoy de prácticas y es un poco caos, aunque ahora me han confinado porque una de mis compañeras de piso ha dado positivo. La buena noticia es que ya me han vacunado. Ánimo a todxs.
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Intocables
Roman d'amourNo siempre el primer amor será el único y el último. Siempre existirá un segundo el cual te ame y te acepte tal cual como eres a pesar de tus errores, como el primero no supo hacer. Arthur Kirkland vuelve a Londres después de pasar una larga tempor...