Prólogo

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—No puedes esconderte por mucho tiempo Addy —gritó mi mejor amigo, Jake.

—Claro que puedo, iluso —contesté con una sonrisa plagada en mi rostro. ¿Por qué estaba haciendo esto? Bueno, era nuestro último día de vacaciones antes de tener que volver a nuestras casas y peor, a la universidad. Vinimos con nuestra otra mejor amiga, Anna, pero ella se quedó en la cabaña hablando con su madre. Por nuestra parte, Jake y yo salimos a recorrer los alrededores cundo escuché un ruido que me sobresaltó, hasta que me dí cuenta de que era una ardilla entre los arbustos, clásico. Mi amigo se rió de mí y yo le pegué en el hombro diciéndole que no era gracioso. Él afirmo que su vista era como la de un lince y no había nada que temer, nadie me iba a raptar. Por supuesto, como chica madura que soy, lo reté a unas escondidas en el bosque y así es cómo terminé en la rama de un árbol.

Escuché los pasos de Jake acercándose y tuve que reprimir mi risa. Era y soy muy mala cuando se trata de guardar silencio; no obstante, hice mi mayor esfuerzo. Calmé mi respiración agitada para no delatar mi posición. Realmente, necesitaba hacer ejercicio y ponerme en forma.

Vi a mi amigo seguir de largo. Ingenuo. Cuando desapareció de mi vista, decidí volver a la cabaña para ver su reacción cuando volviese, derrotado.

Bajé cuidadosamente, colocando mis pies en las hendiduras que encontraba y haciendo el menor ruido posible. Una vez mis pies tocaron el pasto, empecé a caminar tranquilamente y sin apuros de vuelta a la cabaña.

Me sumí en mis pensamientos sobre la universidad. Mi padre estaba emocionado que comenzase mi segundo año. Él creyó que me iba a rendir a mitad de año y le demostré que eso no era cierto. También tengo un hermano, un año mayor que yo, Caleb. Él apostó contra mi padre afirmando que no pasaría de la primera semana. Cuando regrese, tenía que exigir el dinero que me correspond...

—Auch.

Estaba tan distraída, que no me di cuenta que había un árbol justo delante mío y acabé chocándome contra él; supuse a mi cabeza le saldría un chichón en unas horas. Miré a mi alrededor, tratando de saber dónde estaba, mas no reconocí nada ya que me había salido del sendero y me había perdido. Maldición. Comencé a gritar, esperando que Jake me oyese y viniese a mi rescate. No sabía qué tan lejos estaba.

—Jake —grité y esperé a que respondiese a mi llamada de auxilio. Nada. Ni siquiera había traído mi celular conmigo, por lo que volví a intentar; pero el silencio continuó.

Escuché unos sonidos y me di vuelta; no vi a nadie y la piel se me puso de gallina

—¿Jake? —Más ruidos. Estaba comenzando a asustarme —. Jake, no me asustes.

De los árboles emergió una persona que debería tener diecisiete años. Su cabello negro se asomaba por debajo de una gorra de béisbol y vestía un short largo negro y una camiseta ajustada, remarcando su definido abdomen. Coloqué una mano en mi corazón y chillé cuando lo vi.

—Lo lamento —se disculpó y colocó sus manos en un gesto tranquilizador —. No era mi intención asustarte. Escuché unos gritos y pensé que alguien podría estar en peligro.

—Oh. Sí, bueno, me perdí. Me quedé en mis pensamientos y no me di cuenta de que me había salido del camino hasta que me golpeé con un árbol —Solté una risita mientras tocaba mi frente, en la cual sentí una leve hinchazón.

Él rió y señaló a sus espaldas.

—Si quieres, te puedo acompañar hasta la salida. He venido muchas veces; conozco el bosque como la palma de mi mano.

—Sí —dije rápidamente pero luego pensé en Jake —. No lo sé. Estaba con un amigo. Me debe estar esperando.

—No lo creo. Estamos a treinta minutos de la salida; ya debe haber regresado.

Secretos PeligrososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora