—¡¿Qué pasa?! —grité al no comprender nada de lo que estaba pasando. Caleb se limitó a tirar aun más rápido y fuerte de mí mientras me sacaba de el lugar. Para cuando llegamos al auto, Aaron ya se encontraba allí con las manos en el volante y una mirada seria y nerviosa, que se movía constantemente hacia todos lados.
Las ruedas chirriaron contra el pavimento cuando nos fuimos, dejando una nube de tóxico humo que combinaba con el cielo gris; parecía que en cualquier momento llovería.
—Bien. Ahora, ¿alguien puede decirme qué pasa? —Si no me respondía alguno de ellos, entraría en plena locura. ¿Por qué tanta cosa? ¿Qué estaba pasando?
Caleb miró por el vidrio trasero del coche antes de volver su mirada preocupada a mí y contestar.
—Las palabras que dijeron ellos... a lo último, eran palabras de invocación.
—¿Invocación? —repetí incrédula—. ¿Invocación a qué o quién?
—Según lo que comprendí —contestó Aaron en vez de mi hermano—, era una invocación a los suyos; así lo describieron ellos —Miró por el espejo retrovisor y luego soltó una retahíla de malas palabras—. Y al parecer, funcionó; ellos están aquí por nosotros.
Con horror, giré mi cabeza para ver a varios autos del mismo modelo y color siguiéndonos. Nuestro transporte adquirió una nueva velocidad para tratar de perderlos, pero fue algo inútil debido a que ellos también lo hicieron.
—Oye —comenté cuando una idea cruzó por mi cabeza—, ¿y por qué...
Mi frase quedó en el aire cuando un fuerte sonido retumbó cerca mío. Grité como niña de cinco años, ganando la atención de mi hermano, que me dio una sonrisa que debería haber sido tranquilizadora. Tranquilizadora para todos... Excepto para mí.
—¡Nos están arrojando fuego! ¡Salgan del auto, va a estallar en cualquier momento! —gritó Aaron. Esperé a que frenase el auto para poder bajar, pero él no lo hacía; seguíamos a la misma velocidad—. ¿Qué esperas, Adeline? ¡Baja!
—¿No piensas parar el coche? —pregunté con incredulidad al ver a mi hermano lanzarse de nuestro transporte aun con la velocidad a la que íbamos. Lancé un gritó de horror al verlo hacer eso. Recé para que estuviese bien y sin tanto dolor. Dios, tenía tanto miedo.
—¡Si paro nos atraparán! ¡Salta de una vez! —demandó. Todavía estaba temerosa ante la idea de saltar de lleno hacia el pavimento. A lo mejor moría. Bueno, tal vez exageraba un poco, pero desde mi punto de vista así se veía.
Aaron, notando mi poca falta de fe, pasó del asiento del conductor hacia los de atrás con absoluta elegancia y rapidez a la vez. No sé cómo, pero la velocidad nunca descendió; un hechizo, supuse.
—Vamos, pequeña —Ofreció su mano y me miró con ojos suplicantes antes de volver a mirar hacia atrás, donde nos seguía un grupo más reducidos de vehículos—. Los otros deben estar buscando a Caleb ya. Te prometo que no te pasará nada. Vamos.
Confié en su palabra y luego tomé su mano. Él me sonrió tensamente en respuesta antes de abrir la puerta y arrastrarme con él cuando saltó. Esperé sentir mi piel desgarrándose por la potencia; esperé sentir lágrimas y ver correr la sangre por mis brazos; pero eso nunca pasó.
Clover se había materializado enfrente de mis ojos y a una rapidez impresionante. Y nosotros, nosotros estábamos encima de ella, montándola mientras íbamos directamente a los árboles que cercaban el camino por el que conducíamos segundos antes.
Observé asombrada cómo los demás hechiceros negros nos perseguían a pie ya que no podían seguir con sus autos en esta parte. Me pregunté si ellos no tendrían a su vez el tatuajes —cuyo nombre en latín no me acordaba—, por el simple hecho de ser hechiceros oscuros.
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Secretos Peligrosos
FantasyCuando Adeline Wilson se va de vacaciones, presencia una situación fuera de lo común que la deja desconcertada. Luego de que las imágenes queden grabadas a fuego en su mente, empiezan a asustarla y seguirla. Ella no sabe quiénes son o qué quieren; s...