-Capítulo 29-

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Admiré silenciosamente el anillo que se hallaba en mi anular izquierdo. Hoy parecía no brillar, a diferencia de como lo había hecho ayer. Me pregunté por qué sería, pero no le di importancia ya que jamás le encontraría una respuesta.

Una sombra tapó la luz que entraba por la ventana del aula, y despegué los ojos de mi joya para poder ver quién estaba allí.

—Connor, ¿cómo estás? —Él se encontraba con la mochila mensajera cruzada sobre su pecho y con los brazos cruzados. Sonrió a modo de respuesta y ocupó el lugar a mi lado, deslizándose con la gracia de una gacela.

—Lindo —Señaló mi mano con su barbilla, la cual tenía un rastrojo de barba —. ¿Te lo ha regalado tu novio? —escupió con un toque de asco al decir "novio". No era información privada el hecho de que ellos no se llevaban bien.

—No, no fue él —respondí al momento que sacaba un bolígrafo de mi bolso.

—Oh, ¿quién ha sido? —preguntó, imitando mi acción.

—Fue... un amigo —Sus cejas se alzaron ante mi falta de explicación. Luego, su cara adoptó cierta ironía, pero sacudió la cabeza y asintió.

—Un buen amigo, parece. Yo también quiero conocer al que te regala cosas, mira y tal vez me da algo a mí.

Supe que lo decía como una auténtica broma; no obstante, había logrado incomodarme un poco el hecho de que realmente quisiera conocer al emisor de mi nueva adquisición.

Decidí cambiar de tema en ese mismo momento.

—Oh, el otro día te dejaste tu gorra en la entrada de mi casa. Se te debe haber caído cuando me dejaste luego del trabajo —comencé a parlotear mientras buscaba su gorra entre mis pertenencias—. Tienes suerte de que mi vecina la vio y la guardó por ti; últimamente andan robando mucho.

—Woa, gracias, Ads —La tomó de mis manos y sonrió. Sin embargo, parecía ser una sonrisa tensa.

—Oye, ¿pasa algo? ¿Por qué esa cara? —pregunté con genuina preocupación.

—Es la gorra favorita de mi padre. Es de él, realmente. Me hubiese matado si la perdía —contestó de manera rápida. Había algo en su expresión que me hizo no creerle, pero le informé que entendía su situación; un día había perdido la camiseta de los Lakers de mi padre y él me había castigado durante una semana.

La hora pasó de manera lenta, y pude sentir la mirada de Connor varias veces en mí. Notaba cómo me escaneaba y se fijaba en varios de mis movimientos. Quise darme vuelta en varias ocasiones y preguntarle qué ocurría con él, pero luego él dejaba de observarme y la idea desaparecía de mi mente.

Luego de hablar con mi mejor amiga a la tarde, comencé a sospechar que, tal vez, en realidad sí le gustaba a Connor. Eso sería un problema, pues no quería acabar mi amistad con él.

[...]

—Hija, Mariel ha estado preguntando por ti —comentó casualmente papá cuando crucé la puerta de la entrada de mi casa, con Aaron agarrado a mi mano. Nunca me hubiese creído del tipo de chica que va de la mano con su novio; siempre me había dado un no sé qué; me parecía algo muy cursi. Pero... se sentía lindo hacerlo, así que cuando mi chico tomó mi mano, no lo alejé.

Mi padre se quitó los anteojos y los dejó sobre la mesa de café. Noté un par de bolsas bajo sus ojos; él no quería reconocerlo, pero había estado durmiendo mal debido al estrés. También estaba saliendo más tiempo, y volvía siempre nervioso, hasta una media hora después, cuando decía que todo estaba bien y se iba a dormir un rato.

Secretos PeligrososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora