-Capítulo 11-

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PRIMER DÍA

Aparecimos de golpe en un lugar, en la entrada. Cuando me dijeron Roma, me imaginé un lugar de otra época, pero esta casa era bien normal: era una pequeña casa de dos pisos, acogedora. Apenas entramos, corrí directamente al baño y vomité. Ese viaje me revolvió todo el estómago. Alguien detrás mio me sujetó el cabello.

Cuando terminé de expulsar todo, cerré la tapa del retrete y me senté en ella. Me limpié la boca con el dorso de la mano.

Fina.

Mi amigo me miraba y estaba ¿sonriendo? Creo que sí, le pegué.

—No te rías Jake

—No me estoy riendo. La primera vez es horrible para todos —me apoyó.

—¿Tú también vomitaste todo la primera vez que viajaste?

Sonrió.

—No. Yo soy fabuloso, no vomito.

—Ay, hasta te pareces a Caleb —me burlé, recordando como él hablaba de su "sedoso cabello".

—Ambos somos fabulosos, como Magnus Bane.

—¿Qué? —pregunté atónita. Magnum ¿qué?— ¿Qué tiene que ver un arma con eso?

—Se nota que no lees, querida amiga. No es un qué, es un quién. Magnus Bane, el mejor mago de Brooklin. Es un personaje de una de mis sagas favoritas —añadió al ver que yo seguía sin comprender.

—Está bien....

—¿Todo bien por aquí? —preguntó Aaron, entrando en el baño.

—Mhmmm —contesté.

—Bien. Si ya terminaste de devolver todo lo que comiste, vengan. Les mostraré el lugar.

Tomé el cepillo de dientes de mi bolso, me lavé y los seguí por los amplios pasillos de la casa.

—En este piso pueden encontrar la cocina, una habitación, la sala y el baño. Aunque creo que eso ya lo sabes, Adeline —La sala era pequeña; apenas cabían dos sillones, una tele y una chimenea, pero era lindo. La cocina estaba amueblada con madera pulida y barnizada. Una mesa redonda estaba en el centro junto con cuatro sillas—. A mi abuela le encantaba la madera en la cocina. Aquí es donde pasaba la mayor parte del tiempo.

Luego nos guió a la habitación principal. Era espaciosa y tenía un gran armario con baño privado. Definitivamente, ésta sería mi habitación.

Me di vuelta para dejar mi bolso en la cama, pero Jake ya estaba tendido sobre la cama.

—Les sugiero que se retiren de mi habitación —dijo, haciendo un ademán con su mano.

—Oye, yo quería ésta.

—Lo siento. El que se duerme pierde.

Gruñí y él sonrió.

Con uno menos en el recorrido, Aaron y yo continuamos. En el piso de arriba había dos habitaciones un poco más chicas que la de abajo y sin baño propio; éste se encontraba al final del pasillo. Bendito baño, sería mi nuevo mejor amigo.

—Bien, fin del recorrido —anunció Aaron—. Te aconsejo que te cambies e iremos a buscar comida.

—De acuerdo —Hice lo que me pidió y en unos minutos estábamos caminando por las calles de Roma, sin Jake. Éste se quedó dormido. En DOS minutos.

—Dijiste que la casa era de tu abuela, ¿no?

Asintió.

—Sí.

Secretos PeligrososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora