Epílogo

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Anteriormente...

– Bueno, mientras me lo pagues todo bien.

– ¿¡Es una broma?!

– No

– ...

– ¿Alguna queja?

– No sé qué hizo mi hermano para tener hijos tan mierdas. – suspiró. – espero que... los hijos tuyos y de Lei sean mejores que ustedes dos. Pero lo dudo mucho.

– Cuidado, que te dejo sin tratamiento.

– No me amenaces. – se levantó con cuidado. – ¿Cuánto dura el tratamiento?

–  3 años.

– Bueno, valdrá la pena. – se encogió de hombros.

– ... – una media sonrisa se le formó. – por supuesto.

– No soy tonto, así que no vayas a hacer nada a escondidas que me daré cuenta y te las vas a ver en un juzgado.

– Ya vete de mi oficina mierda.

Dan prefirió no decirle nada más.


──────⊱◈◈◈⊰──────
     

– Bueno querido tío, hoy empezamos tu tratamiento. Recuéstate en esa camilla.

– Ok 

Días pasaron, luego unas semanas, hasta meses... Todo el tiempo Dan se preguntaba qué hacía Lei en algunas de sus sesiones, pero ignoró el tema pensando en todo lo que le gustaba meterse en los asuntos de su hermano.

Un día, Dan comenzó a ver, pero era tan borroso que era como si tuviera un filtro de difuminado enfrente. Ese día fue el día más feliz de su vida, pero desde eso el tratamiento comenzó a ser extrañamente más doloroso.

– ¡¡Mierda!! ¿¡POR QUÉ DUELE ASÍ?! – cada vez era peor. – ¡me van a joder los ojos para siempre en vez de curarlos!

Parpadeó y con ayuda de las lágrimas logró limpiar su ojo lo suficiente como para que el dolor disminuyera y pudiera volver a ver borroso. Algo era algo.

– Oye tío, ya me decidí; no se llamará Mike, se llamará Miguel. – rio mientras jugaba con una pistola.

– Solo le pusiste Miguel y no Mike para llevarme la contra. – bufó. – ¡y ya deja el arma! escucho como la pasas de mano en mano como si fuera una pelota. 

– Nah. Mi esposa insiste en llamarle Mike, no me gusta.

– Quizás se le quede de apodo. – se encogió de hombros.

– Uff⁓, que asco. – rodó los ojos. 

– Ya tiene 7 meses y recién le pones nombre... increíble...

– Venga Dan, tu segunda dosis del día. – se acercó el hermano doctor.

– No, no... – tendió a retroceder. – duele como si me pincharan con mil agujas pero todo ese dolor concentrado en mis ojos. La verdad no estoy seguro de querer seguir con este tratamiento.

De repente un enfermero entró.

– Doctor, la empresa *** quiere que probemos este shampoo ahora.

– Ssh, serás imbécil. – susurró Lei lo más bajo que pudo.

– ¿Qué?... – Dan se quedó en blanco. – ¿probar un shampoo? Lei, Cris, ¿a qué se refiere?

Life Answers •| Los CoMPaSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora