|Jaula|

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Escuché voces. Abrí los ojos y ví un techo metálico.

¿Qué rayos?

Me senté y miré hacia abajo. El suelo también era metálico.

¿Dónde estoy?

Fue recién ahí que miré alrededor y pude ver barrotes de hierro.
Pero... No estaba en la cárcel.

Por fin te encerramos pequeño murciélago. —Dijo con desprecio alguien, un hombre—

Me levanté buscando con la mirada a quien sea que había hablado. Tenía espacio para eso.

¿Qué pasa? ¿Por qué estoy aquí? —Pregunté asustada—

¿En serio estaba en una jaula? Esto ya es otro nivel psicópata.

Habían dos o tres bombillos rojos y amarillos que iluminaban el lugar vagamente. Pero la persona... no lograba verla. Estaba justo donde la luz no llegaba.

¿Por qué estás aquí? —Dijo ligeramente ofendido— ¿A caso te borraron la memoria o te estás haciendo la estúpida? —Preguntó la misma voz—

Yo no pude responder nada.

¡Te estoy hablando! —Dijo molesto—

No puedo hablar con alguien al que ni siquiera puedo verle el rostro. —Dije seria, dejando por un momento de lado el miedo—

Ja. —Se rió secamente— Bien. No hay problema. —Dió un paso hacia mí, y por lo que escuchaba, estaba en frente— De todas formas... no saldrás de aquí. —Dijo caminando unos pasos más hasta la luz y se quitó el barbijo negro, mirándome desafiante—

Tenía un suéter negro al igual que casi todo lo demás que llevaba puesto. Miré sus pies y noté esas botas militares negras. Es el mismo chico que había estado en mi habitación por largo rato y el mismo que había mandado a que me llevaran al auto.

Lo miré a los ojos, su cabello era negro con mechones rojos. Su mirada gatuna y rasgada era impresionantemente intimidante. Un pequeño piercing plateado colgaba de su oreja derecha.

Era muy... guapo.
Pero no lo conozco.
¿Por qué me trata así?

¿Ahora sí? —Preguntó mirándome serio y yo me quedé de la misma forma—

Uno, admirando su belleza y sus ojos que me miraban con frialdad. Y dos, preguntándome por qué me miraba con frialdad en una situación como esta y que él había provocado.

¿Sabes? Te estuve buscando por años... —Dijo caminando al rededor de la jaula— Al fin encontré tu dirección y no dudé en venir. —Contó— De buenas a primeras, pensé en matarte. —Me congelé— Pero luego decidí otra cosa. —Suspiré internamente con alivio, pero sin bajar la guardia— Decidí hacerte sufrir lentamente todo lo que le hiciste a él. —Nuevamente empecé a temblar—

¿A quién? —Pregunté aguantando las ganas de llorar—

Aún no sabía qué estaba pasando, y debo admitir que estaba hecha un manojo de nervios.

Choi Hyung Sik. —Me miró— Has memoria. —Primera lágrima—

No por miedo, sino por frustración.
No recordaba nada.

¿Vas a llorar? —Preguntó mirándome con los brazos cruzados—

Negué.

Bien. Ahora responde. —Se acercó y yo me alejé todo lo que me permitía la jaula— ¿Por qué lo hiciste? —Dijo con paciencia—

¿Qué cosa? —Dije secándome la cara con mi manga—

¿De verdad no lo recuerdas? —Dijo con el ceño fruncido— Choi Hyung Sik. Era mi hermano. Tú lo mataste. —Abrí mucho los ojos—

¡¿Qué?! —Exclamé sorprendida—

¡¿Asesinar?! ¡¿Yo?!

Si. Te ví ese día. Ví como lo dejabas sin sangre... —Apretó su puño y yo el mío—

¿De qué estás hablando? —Fruncí el ceño—

Okey, alto.

¿Toda esta locura está sucediendo porque este chico cree que soy vampira o algo así?

¡Eres una vampira! —Dijo sin paciencia— ¿Crees que no lo sé? No soy idiota. —Dijo dándole un golpe a los barrotes—

¡No soy una vampira! —Grité enojada haciéndolo callar de repente—

Silencio.

Demuéstralo. —Se cruzó de brazos—

¡¿Cómo?! —Dije sin paciencia—

Tienes seis días para salir de esta jaula con tu fuerza vampira. Si quieres vivir, claro. —Sonrió y me sentí muy atraída hacia él, pero al mismo tiempo enojada e intimidada— Pero te lo advierto. Los barrotes son de acero. No los romperás ni doblarás tan fácilmente. —Se alejó— Vendré mañana para ver qué has hecho, Onda. —Se fue por lo que pude escuchar, era una puerta—

Esto no puede ser cierto...
¡Voy a morir!

¿Vampira?
¿Matar a alguien?
¿Onda?

Espera. Mi celular... ¡Mi celular!

Revisé mi pantalón pero no estaba.
Era obvio. Seguramente cuando sonó la alarma para quitarme la mascarilla, se percataron de él y me lo quitaron en el auto.

Miré mi ropa. No estaba cambiada. Nada estaba mal colocado y tampoco me dolía nada. Por lo que pude deducir que no me habían golpeado o violado en mi desmayo.

Eso me tranquilizó un poco.

Me senté nuevamente en el suelo de la jaula. Flexioné una de mis piernas y puse mi brazo sobre ella.

Ni siquiera sé qué hora es. No sé dónde estoy. Tampoco sé cuánto tiempo ha pasado desde que me sacaron de mi casa.

Las lágrimas se querían apoderar de mí otra vez. Llorar no sirve de nada pero me desahoga un poco.

No había puertas ni ventanas visibles.

Me levanté nuevamente y toqué los barrotes verticales de acero que conformaban la jaula.

Son del tamaño de mi brazo, no jodas. —Murmuré.

Con la poca fuerza que tengo no creo que vaya a poder salir de aquí. No se me ocurre nada y no quiero morir de hambre.

El chico vendrá mañana, pero no sé con qué intenciones. ¿Debería rendirme y esperar a que venga para rogarle por algo de comer?

Intenté atravesar las rejas poniéndome de perfil. Intenté varias veces, metí el estómago, pero no funcionó. Debería hacer un poco más de fuerza para poder salir pero ya estoy adolorida, por ahora no voy a volver a intentar.

Me senté nuevamente en el suelo, frustrada.

¿Y ahora qué?

¿Ella? o... ¿Ella? //Imagina con Choi San//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora