|Pequeño acercamiento|

57 10 4
                                    

No sé en qué momento me dormí, ni cómo, pero ya despierta recordé la situación en la que estaba. Suspiré y me revolví la cara con frustración mientras me levantaba.

¿Cómo voy a salir de aquí si hasta lanzando una pelota doy lástima? -Dije agarrando los barrotes de acero con mis manos y mirando hacia arriba-

No es sino hasta que escucho una risita, que me alerto y miro hacia todos lados. Encontrándome con la figura de un chico. No aparté mi vista de él y me quedé callada.

Yo también era malo en los deportes. -Dijo el desconocido caminando un paso hacia mí para que la luz me ayudara a verlo mejor-

Era otro chico. No era el de ayer. Cosa que deduje, en primer lugar, por la voz.

Sonrió, lo deduje porque a pesar de que también tenía un barbijo, se le notaba en los ojos. Cabello rubio, y también vestía de negro.

¿Qué es esto? ¿Una secta?

Me alejé de los barrotes que estaban cerca de él, y lo miré con desconfianza.

No vine a hacerte nada. -Dijo poniendo sus manos en sus bolsillos, sin acercarse más- Vine a ver si habías logrado algo pero veo que no. -Miré hacia otro lado un poco enojada por eso-

No. No he podido hacer nada. Dile a tu loco amigo que por favor me deje ir si no quiere que en serio muera de hambre y lo busque la policía por secuestro y asesinato indirecto. -Dije mirándolo de nuevo con el ceño fruncido-

Él alzó las cejas notablemente sorprendido por mi argumento pero sin dejar de lado su semblante tranquilo.

¿Entonces si te traigo una bolsa de sangre no reaccionarás? -Hice una mueca de asco y negué, a lo que él asintió- Bien. Ya vuelvo. -Dijo para volver a caminar hacia la oscuridad, abrir una puerta y cerrarla-

Sola de nuevo. ¡Yuju! -Pronuncié con falsa alegría-

Me acerqué de nuevo a los barrotes, y decidida, empujé mi cuerpo con fuerza hacia los espacios entre estos, obligándome a salir de la jaula atravesándolos.

Caí del otro lado sentada.

Aigoo... -Me quejé sobándome la parte afectada-

Me dolía todo pero aún así me levanté, para mirar la jaula, ya sin nadie, pues yo estaba fuera.

Sonreí y decidí caminar hacia la oscuridad buscando esa puerta por la que esos chicos habían salido.

Estiré mis brazos avanzando lentamente, porque no se veía nada, y toqué algo frío, metálico.

¿La puerta?

Bajé un poco la mano con la que la había sentido y conseguí un tirador.

Halé y se abrió.

Sonreí, y rápidamente salí pero choqué con un cuerpo, abrazándolo por la inercia. Miré hacia arriba y era el chico de ayer. El de ojos gatunos que me había amargado la vida.

Una vez abierta la puerta había más luz, por eso logré verlo bien. Al parecer él había abierto la puerta y no yo.

Me miró sorprendido con los brazos ligeramente levantados, y yo a él de la misma forma. Por conectar miradas quedamos demasiado cerca. Nuestras respiraciones agitadas por la sorpresa era lo único a lo que le prestaba atención.

Hubo un momento en el que él bajó un poco más su rostro hacia el mío, haciendo que su respiración chocara contra mis labios, lo que me hizo reaccionar. Solté su cuerpo, ya que me había mantenido abrazándolo por la cintura, atrevidamente sin darme cuenta, y me alejé de él en dos rápidos pasos hacia atrás.

¿Ella? o... ¿Ella? //Imagina con Choi San//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora