Actualidad.
Faltaban pocos minutos para que los protagonistas de la noche hicieran su aparición en el salón principal del castillo. El momento de hacerle frente a cientos de personas había llegado antes de lo esperado.
Los dos príncipes se dirigían a los aposentos de la princesa para ir a su encuentro, pero en el camino se tropiezan con el rey, su padre.
- ¿Qué hacen aquí? – cuestiona el rey al ver a sus hijos llegando junto a él.
- Venimos por nuestra hermana, - hablo el príncipe Hans al notar la incomodidad de su hermano, - seremos sus acompañantes.
- ¿De que hablan? Ella vendrá conmigo, - el rey habla imponiendo su voluntad.
- Padre, le hemos seguido la corriente en toda está mentira – habla el príncipe Jaén, - pero hasta aquí llegamos, no permitiré que alguien como usted escolte a mí hermana, - cada una de las palabras era dicha con un odio inquebrantable, - estoy completamente seguro de que mi hermana no querrá ir con usted al baile y menos que sea su escolta.
El rey no tuvo más opción que dar media vuelta y alejarse. No quería aumentar el odio que sus hijos sentían por él. Conocía el largo camino que tenía para recorrer y para poder ganarse la confianza de ellos.
Los golpes en la puerta llamaron la atención de las tres sirvientas que se encontraban arreglando a la princesa para que sea la joven más hermosa del lugar. Al abrir la puerta se sorprende de lo guapo que se ven los príncipes, después de todo, eran las estrellas de la noche.
- ¿Mi hermana ya está lista? – pregunta el príncipe Hans impaciente de ver como ha quedado la princesa.
- Por supuesto, - dice moviéndose a un lado para que pudieran entrar al lugar.
Al divisar a su hermana, ambos quedaron con la boca abierta y los ojos iluminados. La princesa Esther se encontraba sentada frente al espejo, al darse la vuelta puede ver como sus hermanos la observaban detenidamente.
- Pueden retirarse, - habla dirigiéndose a las sirvientas.
Las tres asienten con la cabeza y hacen una reverencia para después retirarse del lugar dejando completamente solos a los hermanos.
- Pueden dejar de verme así, - habla dejando ver lo avergonzada que se encontraba con la situación.
A la princesa siempre se le dio excelente ocultar sus verdaderos sentimientos y por eso mismo, muchas veces la han llamado "La princesa fría" o "La princesa de hielo". Apodos demasiado infantiles como para tener en cuenta.
- Estas bellísima, no, hermosísima, - habla el príncipe Hans con la mayor de las ternuras.
- No es para tanto, es gracias a las mucamas que puedo verme así, - dice mirándose nuevamente en el espejo.
No podía creer lo bella que se veía en ese vestido azul que contrarrestaba con su cabello negro y ojos grises, algo peculiar de la familia real. No podía creer lo fácil que era ocultar sus cicatrices de su cuerpo.
Algo que la atormentaba cada día era cuando tomaba su baño, ver su cuerpo desnudo frente al espejo le causaba escalofríos. No permitía que nadie más la viera de esa manera a excepción de sus tres sirvientas y sus hermanos. Su padre solo presencio aquella escena una vez, cuando descubrió como la emperatriz azotaba el cuerpo de sus hijos con sus propias manos.
Odiaba tanto su cuerpo por las marcas en él, pero también se encontraba orgullosa de haber sobrevivido hasta ese día. Tenía una meta clara que cumplir y daría todo para lograrlo, después de todo, su madre se había encargado de enseñarle que nunca debían de rendirse.
- ¿Estas lista? – pregunta el príncipe Hans extendiéndole la mano, a la misma vez el príncipe Jaén imita la misma acción.
La princesa Esther estaba nerviosa, tenía miedo de ver como los observarían cuando hicieran su aparición, pero sacando todo su valor escondido, dio el paso decisivo. Ese mismo día empezaría su plan.
- Por supuesto, - dice sonriendo.
Cada uno de los príncipes se posiciona al lado de su hermana tomando delicadamente su mano.
- Entonces, andando que la noche es joven, - dice el príncipe Jaén y los tres terminan riendo por sus ocurrencias.
...
El salón estaba repleto de personas, mujeres con bellos vestidos de brillantes colores, los hombres vestían elegantes trajes que remarcaban su musculosa figura. De fondo se puede escuchar una melodiosa voz cantar una canción acompañada de la delicada melodía del piano.
Susurros llenaban el lugar, preguntas por la vestimenta de los príncipes y de qué color sería el vestido de la princesa, algo completamente innecesario para cualquier ser humano. Aun así, era excesivamente cuestionado por los nobles.
Un golpe en el suelo ordeno callar a todos, los guardias de la puerta principal estaban rectos como estatuas con espadas en las manos para la seguridad del lugar.
Como al ser un día importante, el palacio estaba repleto de soldados en cada esquina y pasillo, la protección de la familia real era lo primordial.
El anunciador se aclara la garganta llamando la atención de todos los presentes. La hora había llegado y era el momento de hacer su presentación formalmente frente a los nobles.
- ¡Con ustedes el sol del imperio, protector de nuestras vidas y padre de nuestros hijos, - hablaba el presentador exagerando excesivamente sus palabras, - nuestro emperador Félix Gerard Brownbear Spinter, Rey de Anra!
Las puertas se abren dejando ver aun hombre alto, con su cabellera de un intenso color negro haciéndose notar aun mas unas rebeldes canas grises igual que el color de sus ojos. Llevaba puesto un traje blanco con tonos dorados y una larga capa roja.
Aplausos llenaron el salón, el anunciador siguió hablando.
- ¡Y sus hijos, el príncipe Hans Frédéric Brownbear Sallow, nuestro primer sol! – El príncipe mayor entra completamente solo, pero no baja las escaleras esperando a sus hermanos, - ¡El príncipe Jaén Damien Brownbear Sallow, nuestro segundo sol! - el segundo príncipe hace la misma acción que su hermano y se detiene a su lado, - ¡Con ustedes, damas y caballeros! Nuestra primera y única luna del reino, ¡la princesa Esther Davyna Brownbear Sallow!
Todos quedaron asombrados con la aparición de la princesa y lo hermosa que se veía. Los nobles aplaudían efusivamente, celebraban la aparición de los príncipes que tanto habían querido conocer.
Ambos se colocan cada uno a un lado de la princesa, ella toma el brazo de ambos, hacen una reverencia delicada y hermosa a la vista de cualquier ser humano para dar paso a bajar las escaleras.
Los tres se veían como una obra de arte creada por los mismísimos dioses.
Sonrieron para los nobles sin conocer lo que sucedería esa noche.
ESTÁS LEYENDO
Queen: Una mujer igual puede gobernar.
FantasyUna emperatriz torturada desde su infancia. Un rey perdido entre los plebeyos de otro reino. Un reino destruido por un mal desconocido. Un reino repleto de traidores. La sangre de los corruptos correrá por las calles cuando esa pequeña niña suba al...