Han pasado un par de semanas desde lo ocurrido. La princesa Esther se pasa los días leyendo libros e investigando sobre las leyendas, tanto de un bosque encantado o de un bosque maldito.
La cantidad de libros no era pequeña y cada vez aparecían más mientras buscaban. El rey se ha mantenido a raya sobre lo que están investigando sus hijos, aun así, no es estúpido y sabe que le esconden algo.
De un momento a otro, las puertas de la biblioteca son abiertas abruptamente, sin siquiera haber tocado antes ni mencionar su llegada. Eso era una gran falta de respeto para la princesa, al ser un lugar privado.
El rey entra con la cabeza en alto, decidido a decir algo y marcharse inmediatamente, y eso es lo que hace.
- Él será tu escolta personal, – dice su padre con una expresión de seriedad imponiéndole aquella orden. – te protegerá ante cualquier tipo de peligro y no permitiré que lo rechaces. Sé que eres muy capaz de protegerte por ti misma pero no está de más una ayuda extra.
Antes de que la princesa reprochara en contra de aquello, el emperador se marcha a toda prisa. Él sabía perfectamente que su hija se negaría ante aquella petición, después de todo, a ella le gustaba estar en soledad. Aun así, quería resguardar su seguridad. Sabía que en cualquier momento estaría en grave peligro, vendrían por su vida y él no permitiría que se la arrebataran, no de nuevo.
Los dejó a los dos completamente solos en la biblioteca donde la princesa pasaba la mayor parte del tiempo. El caballero de brillante armadura la miraba con una expresión seria dejando a relucir sus pensamientos. "¿Por qué tengo que cuidar de una niña caprichosa y excéntrica?". La princesa dio media vuelta dándole la espalda y sonriendo con amargura.
Esa es la razón del porque no le llamaba la atención el tener escolta personal o simplemente estar en presencia de otro ser humano aparte de su familia, la subestiman sin conocer su poder y la capacidad de él, exceptuando a sus hermanos.
- No te obligaré a estar aquí, – dice con seguridad y mostrando toda hostilidad en cada una de las palabras que salían de su boca. – hablare con mi padre para que te asigne otra función.
- Me han encomendado estar a cargo de su protección por orden de su majestad, – dice, respondiendo con una seriedad inquebrantable. – negarme sería una fechoría.
- No te estás negando, – dice la princesa indiferente. – solo no eres necesario. – frunciendo levemente el ceño y mostrando unos pequeños colmillos al sonreír continúa hablando. – Un caballero no debe de expresar sus pensamientos, ya que de esa forma cualquier decisión que tome o misión que le confíen será vista en las expresiones y hay demasiada discrepancia entre su conducta y sus gestos. Su animosidad por estar a cargo de mi cuidado es realmente notable. Su incompetencia no es bienvenida.
El caballero quedo sin palabras ante aquel discurso de parte de la princesa. No sabía que responder ante eso, ya que de una u otra forma tenía toda la razón. No quería estar ahí y sabía que se le notaria en el rostro. Simplemente decidió guardar silencio dándole la razón.
- Patético. – Susurra para ella misma sin darse cuenta del buen oído de su, ahora, escolta.
Siguió leyendo el libro entre sus manos. La mirada del hombre seguía cada uno de sus movimientos y eso ya la estaba incomodando de sobre manera.
Las puertas del lugar son abiertas de par en par dejando a la vista a dos hombres. Los príncipes, los hermanos de la princesa llegaban agitados a su lado. Ella, sin entender el apuro de sus acciones, los mira expectante a lo que dirán.
- ¿Quién es? – pregunta el príncipe Jaén.
- ¿A qué te refieres, hermano? – pregunta la princesa sin entender una palabra.
- EL rey nos ha informado que desde hoy tendrás escolta. – habla el príncipe Hans buscando con la mirada al hombre mencionado.
- Queremos ver si es adecuado para poder protegerte, – los príncipes buscaban por todas partes al hombre, - ¿Dónde se encuentra? ¿Ya abandonó su trabajo? Tendré que decirle a padre que es completamente inapropiado que alguien tan poco confiable cuide tu espalda.
- No, mejor aún. Podríamos decapitarlo por traición al abandonar su lugar. – los dos príncipes estaban impacientes y preocupados por su pequeña hermana. Aunque la diferencia de edad sea solo de unos minutos.
- Podrían calmarse los dos, por favor. – la princesa, con una expresión seria tratando de ocultar lo divertida que se encuentra con la situación, apunta hacia la puerta. Los príncipes siguen su dedo sin divisar lo que su hermana quiere que vean. – Está detrás de la puerta.
- ¿Y qué hace ahí? ¿Se esconde? – Hans se cuestiona si ese hombre está bien de la cabeza.
- Como entraron tan apresurados, lo han golpeado con la puerta. – Esther, quien estuvo observando todo desde su posición, pudo ver el momento exacto de cuando la puerta golpea el rostro de su escolta.
- ¡Sal! – habla Jaén con un tono frio.
El escolta sale detrás de la puerta con el rostro rojo, quizás por la vergüenza o el golpe, pueden ser ambas. Se posiciona justo frente a los dos príncipes, recto como un tronco sin decir una palabra y tratando de permanecer serio. Escuchó cada una de las palabras que decían los dos príncipes y no quería cometer un error que podría costarle la vida.
- Vamos al campo de entrenamiento, quiero ver de lo que eres capaz. – el príncipe Jaén, quien era un prodigio con la espada a pesar de solo tener 15 años, quería poner a prueba al hombre quien tendría la responsabilidad de proteger a su amada hermana.
- Podrían largarse los tres. – la princesa, ya cansada de todo el alboroto decide irse del lugar antes de que empiecen en ese mismo instante una guerra entre sus hermanos y su escolta. Los conocía lo suficientemente bien para saber que no se quedarían tranquilos hasta probar la fuerza del hombre encargado de su protección.
Tres pares de pies la seguían a una distancia considerada, ella ya estaba perdiendo la paciencia y sin más los enfrenta para poder tener la tranquilidad que tanto ama.
- Se largan de una vez o terminaran inconscientes. – la princesa, con el semblante arrugado y sus manos en la cintura, se detiene bruscamente y mira a los tres hombres que la siguen. – No quiero ver a ninguno de ustedes, mi paciencia puede ser muy grande, pero hasta este punto, se ha marchitado por completo.
- Debo permanecer a su lado, - se excusa el escolta.
- No te dejaremos sola con él, - contraataca Jaén.
- Ni siquiera sabemos cual es su nombre, - habla Hans, recalcando algo importante.
- Eso es cierto, el rey se marchó sin antes presentarte formalmente, - habla Esther, siendo consciente de que no sabe absolutamente nada de ese hombre, - ¿Cuál es tu nombre? – exige saber.
Nadie se mueve hasta que el escolta habla, quedando sorprendidos por sus palabras.
- Mi nombre es Evans Garza...
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Queen: Una mujer igual puede gobernar.
FantasyUna emperatriz torturada desde su infancia. Un rey perdido entre los plebeyos de otro reino. Un reino destruido por un mal desconocido. Un reino repleto de traidores. La sangre de los corruptos correrá por las calles cuando esa pequeña niña suba al...