Capítulo 15

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- Esther, necesitas descansar, - habla el príncipe Hans, al ver como su hermana se cambiaba de ropa detrás del vestidor para salir al campo de práctica.

- No necesito descansar, llevo meses acostada, - reclama la princesa, - necesito mover mi cuerpo o terminare como una rama seca de un árbol cortado.

- Que comparación más extraña, hermana, - habla el príncipe Jaén, conteniendo una sonrisa.

- Sabes que mi vocabulario aún no se expande lo suficiente como para conocer nuevas palabras, - contra ataca la princesa.

- Creo que no es culpa de tu corto vocabulario, sabemos que has leído casi toda la biblioteca real y, aun así, sigues haciendo comparaciones bastante extrañas, - habla el príncipe Hans introduciéndose en la conversación.

Todos guardan silencio, Esther mira a Hans con una expresión de incredulidad. Jaén mira a ambos conteniendo la risa con su mano.

- Que cruel, - dice la princesa entre cerrando los ojos.

- Sabes que es verdad Esther, - se defiende el príncipe Hans.

- Vamos hermana, ¿No querías ir a entrenar? – cambia de tema Jaén, sabiendo que iban a seguir de esa forma por un buen rato.

- Claro, vamos. – dice y toma su espada, sus hermanos se posicionan a cada lado de ella protegiéndola.

Ha pasado una semana desde que la princesa Esther despertó. Los hermanos fueron trasladados a un palacio apartado, la seguridad es imposible de penetrar e incluso hay más guardias que en el palacio del rey.

El camino al campo de practica fue silencioso, ambos hermanos se miraban buscando la manera de preguntarle a su hermana lo que había sucedido en sus meses dormidas, pero no encontraban la manera de sacar el tema y no querían ser directos.

La princesa Esther se dio cuenta de aquellas miradas de soslayo y los nervios que se apoderaban de sus hermanos.

- Si quieren saber lo que sucedió y como es que desperté, pueden solo preguntar directamente, - comienza a hablar la princesa, - saben que no me gustan que se anden con rodeo y mucho menos ustedes.

- Te dije que nos iba a regañar, - dice el príncipe Jaén codeando las costillas de su hermano.

- Hermana, - habla el príncipe Hans con una seriedad desconocida para todos, - si sabes cuales son las preguntas que nos están atormentando en estos últimos días, ¿Por qué no nos has explicado antes?

- Porque no preguntaron, - se burla su hermana.

- Hermana, este es un asunto serio ¿Sabes lo preocupados y asustados que estábamos de verte acostada en esa cama sin saber que cosas estabas viendo en tus sueños?

- Vi el pasado de nuestros padres, - dice de la nada la princesa volviendo a estar seria.

Un silencio sepulcral se estableció durante los próximos segundos hasta llegar al almacén, lugar donde se guardan las espadas de madera o arcos para entrenamiento de los nuevos reclutas.

El lugar estaba desolado, ningún alma merodeaba por el lugar, lo cual era sumamente sospechoso. Los guardias que deberían de estar en sus posiciones habían desaparecido por completo, ni siquiera los soldados en entrenamiento se encontraban en el lugar.

- Hermana... - lo interrumpe.

- Ch... ahora no, - susurra en guardia.

Sus hermanos se dan cuenta de lo sucedido y agudizan sus oídos.

- No es momento de hablar, recuerda que las paredes ven y los árboles oyen, - susurra la princesa dejando un mensaje oculto en aquella frase.

Comienzan a actuar normalmente, los tres se dirigen al almacén y sacan sus espadas de madera. No dicen nada, pero tan solo con la mirada se comunican entre ellos.

El estruendo al chocar las espadas resuena en el lugar, causando que los pájaros de los arboles salgan volando. El movimiento de las ramas causo que una pequeña luminosidad llegara a los ojos del príncipe Hans.

Rápidamente saca una daga de sus botas y la lanza en dirección de la luz, un grito se escuchó y el estruendo del cuerpo al caer al suelo. Con espadas en mano se dirigieron al lugar. Un hombre con ojos oscurecidos y con una mirada sin vida, las arrugar en su rostro demuestran lo duro que le ha pegado la vida.

- ¿Quién eres? – pregunta el príncipe Hans apuntado la espada de madera hacia el cuello del hombre.

- Solo soy un mensajero, - habla el hombre con un tono de voz rasposa y silenciosa.

- ¿Mensajero? – pregunta el príncipe Hans, - ¿De quién?

- Mi amo me ha prohibido decir quién es o terminare muerto antes de dar el mensaje.

- ¿Para quién es ese mensaje? – pregunta la princesa Esther.

Cuando el sonido de la voz llego a los oídos del hombre, su rostro se ilumino, como si la vida hubiera vuelto a su cuerpo, sus ojos volvieron a brillar. Se lanzo hacia ella, pero antes de que sus sucias manos la tocaran, los príncipes lo interceptaron.

- ¿Quién te crees que eres para ponerles las manos encima a la princesa del reino Anra? – enfadado habla en príncipe Jaén.

- Lo sabía, yo lo sabía, - sigue hablando el hombre con el rostro pegado al suelo, - yo pude sentirlo, fui el elegido para sentir el despertar.

El hombre seguía diciendo blasfemias sin que los hermanos pudieran entender de que trataba sus palabras.

- ¿De que estas hablando? Se claro o terminaras muerto de una u otra forma, - habla el príncipe Hans.

Aún están con las espadas de madera, pero eso es mas que suficiente para quitarle la vida a un simple hombre o eso es lo que creían que era.

Del cuerpo del hombre comenzaron a salir ramas y hojas como si de un árbol se tratara. El cuerpo comenzó a crecer hasta ser el doble de grande que el príncipe Hans.

- Tienes que ir al bosque maldito y despertar a todos por completo, - comienza a hablar el hombre, - Eres la indicada para guiarlos, debes de cuidar a mis pequeños guardianes.

- ¿De que estas hablando?, - pregunta la princesa, con las palabras del hombre pudo sentir un extraño sentimiento y un escalofrío recorriendo su cuerpo.

- Tu eres quien despertara a los guardianes del bosque...

Queen: Una mujer igual puede gobernar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora