*****Para cuando llego a casa estoy por demás exhausta, no sólo por el trabajo que tenía que dejar concluido para mi nuevo traslado de mañana, también por todo lo que implican dichos cambios. No quiero pensar en eso.
Una vez dentro de mi viejo edificio, voy directo a buscar a Ángela, la señora de enfrente; es quien la cuida mientras trabajo. Cuida de mi pequeña desde que era una bebé.
A penas me ve, sale corriendo en mi dirección; la lleno de besos. Es lo más importante que tengo en este mundo.
—¡Mamá! —¡A que no sabes lo que he encontrado hoy en el parque— dice con los sos faroles que tiene por ojos resplandecientes en su máximo esplendor—¡Está muy guay!
Me quedo viéndola con mucha curiosidad. Está más despeinada que de costumbre lo que me dice que ha sido un día muy agitado; ha de tener mil cosas que contarme y estoy deseosa de escucharla.
Sólo el que tiene hijos podrá entender la angustia que se siente; estar preguntándote cada segundo si el fruto de tu vientre estará bien, si habrá comido o estará dormido. Me llama la atención el hecho de que utilizara la palabra "Guay" puesto que es la primera vez que la utiliza y estoy hasta la mierda de escucharla en alguien más.—¿Quién te ha enseñado a decir esa palabra?
—Fue la tía Hanna, ¡Ella dice todo guay!
Claro que fue Hanna, ¿Quién más utilizaría la palabra guay en cada oración que salga de su boca. Ángela tiende a repetir todo lo que escucha, por eso soy muy cuidadosa de no decir todo lo que pienso delante de ella y ni hablar de la cantidad de improperios qué he tenido que tragarme por estar frente a ella. Especialmente mientras conduzco.
Nos despedimos de Abby, su cuidadora de manera efusiva. Una vez entramos en casa, me despojo hasta del alma y me dejo caer en el sofá como un costal de papas. Ha sido un día tremendo.
— Déjame ver eso tan guay que quieres mostrarme—le digo a una Ángela que lucha por quitarse sus sandalias. Su rostro se ilumina de un entusiasmo que sólo pueden reflejar los niños, y si no la conociera, diría que se ha sacado la lotería. Mi pequeña se emociona con cada cosa.
Saca rápidamente de su bolsa un montón de rocas de todos los tamaños y contengo las ganas de rodar mis ojos al cielo. Ciertamente son rocas con colores un poco diferentes a los que estamos acostumbrados a ver. Intento mostrar todo el entusiasmo del mundo, ya sé de que va todo esto.
—!Están preciosas cariño! ¿Las encontraste tú solita mi amor?
—¡Si mami! Yo solita las he encontrado todas. La señorita Abby me dijo que podía traerlas. —«Genial, más basura para la casa».
—Están muy guay, puedes ponerlas en uno de los tantos frascos repletos de rocas que ya tienes por toda la casa y que no sé dónde ponerlos. —digo ante su rostro expectante.
—¡Si mami, ya las guardo!—sale corriendo rumbo a su habitación.
Gracias a Dios Ángela entiende muy poco de sarcasmo. ¡Dios! En serio no sé qué hacer con tantas rocas, dentro de poco seremos una versión más pobre de los Pedro pica piedra.
Desde pequeña ha tenido cierra fijación por las rocas y estoy decidida a apoyarla en cada cosa que le guste; sólo espero que encuentre alguna otra afición o me quedaré sin cajoneras pronto.
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El padre de mi Hija
RomanceTener una hija esta BIEN, que su padre lo sepa ya es AVARICIA . ¿A quién se le ocurre tener una hija para ocultarle su existencia a su padre por 4 años? 🤡 ¿Y para terminar de rematar, va y se mete a trabajar a la empresa de su ex? Si crees qu...