Capítulo 31

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Pasamos en la estación de policía por lo menos tres horas, permítanme un segundo y les hago una distribución del tiempo y el espacio...

Pasamos los primeros quince minutos levantando la denuncia en contra del hijo de puta que agredio a mi querida Hanna y el resto tratando de explicarle al zoquete que nos esta tomando la declaración en la comisaría que mi amiga no está mintiendo y mucho menos tratando de victimizarse.

—¿Está usted segura de que no fue bajo  su consentimiento? En los años que tengo aquí he visto muchos casos de mujeres que se golpean a sí mismas cuando... — mi amiga intenta replicar por trigésima vez ante las estupideces que se le ocurren a este hombre pero yo detengo su queja con un ademán de mi mano.

Pongo mis manos sobre su sucio escritorio repleto de comida chatarra y sopa china mientras me inclino para que pueda escucharme perfectamente. El olor putrefacto que sale de su boca no me sorprende, con razón sólo sabe decir mierda cada vez que habla.

—¿Está aquí para cuestionar cada puta cosa que dice mi amiga o piensa hacer su trabajo de una maldita vez? — digo apretando mis dientes tan fuerte que podría romperme la mandíbula en el proceso pero no me importa.

El oficial  parece ponerme atención por primera vez desde que llegamos aquí. Jamás voy a entender como es que esta gente siempre trata de hacernos ver como las culpables cuando generalmente no somos  más que víctimas de esos infelices. 

—Si cree que puede hacer mejor mi trabajo solicite el puesto; adelante. — señala con su dedo regordete y grasiento de Cheetos la entupida placa  que tiene en la parte izquierda de su camisa — le recuerdo que aquí el que hace las preguntas soy yo. ¡Y usted no va a venir a decirme como tengo que hacer las cosas! — dice furioso mientras veo como diminutas partículas de su saliva salen disparadas tras cada palabra que dice mientras eleva su todo de voz una décima.

Mantengo mi mirada impasible. No puedo creer que este inepto me esté gritando de esta manera. Veo a Hanna por el rabillo del ojo moverse incómoda ante la situación y lo siento mucho, pero sé que es mucho peor tener a un idiota tachándote de mentirosa y poniendo en tela de juicio cada cosa que dices como si las marcas en su cuerpo se las hubiese hecho ella misma.

–¡Como vuelva a gritarme de esa manera, voy a meterle su estupida placa por el trasero!.—siento los ojos de todas las personas al rededor sobre nosotros pero no me interesa; estoy cansada, tengo hambre y me aprieta el  sostén, me vale mierda todo.— ¿Cree que puede intimidarme? Usted no es más que un gordo simplon e incompetente. ¿Sabe qué? ¡Llame ya mismo a alguien más para  que tome la declaración porque  no pienso dejar que mi amiga hable un segundo más con alguien como usted!

El hombre esta rojo; no se si por la furia o es producto del calor que hace en esta comisaría de pacotilla. Se pone de pie y ahora su dedo regordete me apunta pero no me inmuto.

—Será mejor que baje la voz o tendrá serios problemas por faltarle el respeto a la autoridad.

— Usted no es ninguna autoridad—le miro con desprecio — no es más que un chiste que trata de proteger su mediocridad detrás de su placa de hojalata.

He colmado la paciencia de este hombre; lo veo en sus ojos, pero que conste que el tiró abajo la mía desde el momento justo en que le preguntó a mi amiga como iba vestida cuando ocurrió la agresión, ¿Qué diablos tiene eso que ver?

–¡Fuentes! –grita a todo pulmón sobresaltándome por un segundo— enséñele a la señorita aquí presente la celda donde pasará la noche...— dice con cierto regusto.

—¿Celda? —dice Hanna mirando aturdida mientras me toma del brazo — Pero... ¿Celda por qué? ¡No van a llevarla a ningún lugar! —grita histérica — ¿¡Está loco!?

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⏰ Última actualización: Nov 18, 2023 ⏰

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El padre de mi HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora