Capitulo 26

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Sólo entrar al yate me quedo totalmente anonadada, si eso  soy soy, sabrán ustedes  que Ángela esta que no sabe donde ir a mirar primero.

Ernesto luce  de lo más tranquilo, seguramente ha estado aquí ya infinidad de veces; mientras, le muestra todo a Ángela con suma paciencia, esta  se pone a toquetear todo lo que puede. Por un segundo puedo olvidarme de toda esta situación que nos rodea, y la preocupación que me causa saber que el peligro puede estar asechando nuestras puertas. No quiero hablar de eso ahora pero definitivamente, no me siento complacida con lo poco que sé, necesito más, mucho más.

Elijo centrarme en el momento, en esto que espere por tanto tiempo y por fin veo hecho una realidad. Le doy paso a la liberación de mi espíritu y dejo a mi mente volar como un alma libre, sin preocupaciones ni todo este lío que es ahora mi vida.

Por un segundo, sólo uno; olvido completamente el por qué estamos aquí. No escuché sus pasos pero un olor bastante familiar se apodera de mis fosas nasales y es todo lo que necesito para percatarme de su presencia; su perfume es una  mezcla exquisita que podría reconocer en cualquier parte del mundo. No emite palabra alguna, sólo se queda ahí, a mi lado... mientras ambos observamos a Ángela abrir y cerrar compuertas emocionada, tocando todo y curioseando hasta el más mínimo detalle. La veo levantar  un pequeño objeto decorativo  que parece bastante frágil y por sobre todo costoso y no puedo evitar la preocupación que siento.

—Debiste mandar a quitar la cristalería. —digo para romper el silencio.

—Puede romper todo lo que quiera. — comenta  con simpleza mientras lleva las  manos a sus bolsillos de forma relajada.

Yo me muerdo la lengua. Supongo que eso dice ahora, esperemos unos cuantos días y veremos si sigue pensando igual. Nos quedamos unos segundos observándola jugar con un muy entretenido Ernesto, Ángela no ha dejado de ver en dirección a su padre y este tampoco parece querer perder detalle alguno de cada mínimo movimiento.

—Es realmente hermosa. — dice más para si mismo.

—Tal cuál como su madre— digo sin pensar. Aquí mi problema de pensar las cosas más no decirlas. Este deja escapar una pequeña mueca de diversión.

—Más bien tal cuál como su padre.

Estoy a nada de hacer mi contraargumentación por su osadía, pero Ángela viene en nuestra dirección. Sus mejillas están sonrosadas, producto de la agitación del momento. Me pongo en cuclillas para quedar a su altura

—¿Y qué te parece el barco de papá?

—¡Está muy guay! —dice sonriente. — ¿Quieres ser mi papá por siempre?

Alexander parece sacado de orbita por la pregunta tan repentina,  y yo quiero reír a carcajadas. Alexander la toma en brazos y esta casi que  se derrite sobre su pecho, yo también me derrito de ternura, sólo que a mi me han dejado a un lado y nadie me está cargando.

—Volví para quedarme y no pienso ir a ningún lado preciosa. —dice profesándole devoción a través de sus ojos. Ángela sonríe como si entendiera la profundidad de sus palabras.

— ¿Ya no irás a alta mar a pescar dragones?

Alexander me mira con cara de pocos amigos, mientras yo me hago la desentendida con unos discos de vinilo que veo  sobre un estante.

El padre de mi HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora