Capitulo 30

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POV IVAN
(Jefe de seguridad de Alexander)

Cuando la señorita Ivonne me llamó, el señor acababa de acuchillarme con esa mirada severa que tiene sólo porque entré para pasarle una llamada de su madre.

Así que ni loco, me atrevo a interrumpirle cuando esta en sus repetitivas reuniones a menos de que se esté acabando el puto mundo y mucho menos es una opción dejar a su hija tirada, porque estoy seguro de que es capaz de castrarme.

Tengo algunos años bajo su mando y se mejor que nadie que teclas no tocar. Mando a uno de mis hombres a traer alguno  de los vehículos para ir a buscarla personalmente, mientras el señor termina su reunión de negocios.

El trayecto es corto, el área  no está mal pero no parece ser el lugar para qué esté la hija del Señor Ivanov. Apenas llego hago una evaluación de perímetro y llego a la conclusión de que hasta un niño de tres años podría burlar las supuestas medidas de seguridad de este lugar.

Casi que me voy de culo cuando veo al supuesto vigilante que tienen al cuidado de las puertas. Está prácticamente anclado a la puerta; su prominente  panza es tan grande que me atrevo a decir que solo puede pasar por las puertas si se pone de costado.

¿Y si hay una emergencia pretende correr? Porque creo que la única opción para él sería rodar para ganar velocidad.

A nuestro alrededor hay un sin fin de padres; buscando a sus retoños, claramente acaparamos toda la atención. Pero vamos... un sujeto de casi dos metros vestido totalmente de negro siempre llama la atención.

Luego de una serie de preguntas, tengo a una Ángela en brazos que no deja de hacer preguntas y peor aún... tocar mi bigote.

—¿Eres amigo de mi mamá? —pregunta apenas salimos rumbo al estacionamiento. Me limito a negar con la cabeza. —¿Entonces eres amigo de mi papá? —dice y yo asiento levemente. — Eres muy grande y fuerte ¿Puedes golpear a ese sujeto? — dice señalando a un hombre que va caminando en la otra vereda.

Le miro horrorizado y me regala una tierna sonrisa.

Se parece bastante al señor Ivanov, pero también tiene muchos rasgos de su madre. Trae dos coletas y una mochila con sus cosas que sólo hace que parezca una mini tortuga.

—Si no quieres golpear a ese señor, ¿puedes golpear a un niño de mi clase? — siento temor en su voz.

—¿Por qué quieres golpear a ese niño? —preguntó con curiosidad. Lo piensa unos segundos; creo que no va a decirme nada pero lo hace.

—Es un niño muy feo — dice casi con asco— además me pegó aquí — dice señalando una parte de su cara que no logro ver por lo rápido que quitó la mano. La miro férreamente, es cierto que niños suelen exagerar pero si no es así, estoy dispuesto a darle un pequeño susto a ese renacuajo.

—Si ese u otro niño vuelve a pegarte, avísame y vendré y les romperé todos los huesos.

Parece complacida con mi declaración y no vuelve a hablar durante el trayecto hasta el estacionamiento. Para cuando llegamos a la casa del señor, me ha hecho por lo menos setecientas preguntas. ¡Dios! Me ha contado un millón de cosas totalmente irrelevantes para mi supervivencia y que hubiese preferido ni siquiera saber. Ya sé quién es su mejor amigo del colegio, por qué se murió el hámster de la maestra de música y cual fue su participación en el hecho tan atroz, prefiero ahorrarme los detalles.

El padre de mi HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora