Capitulo 18

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Mientras Alexander y yo casi nos fundimos con la pared en medio de un toqueteó para nada inofensivo escuchamos pasos desde el pasillo continuo. Aunque hubiese querido quedarme ahí a qué Alexander termine de echarme mano, por muchos aires de exhibicionista que tenga, tristemente no nos podemos dar el lujo de andar en boca de todos.

Con lo que me han dicho Vanessa y Christina esta mañana sobre lo que  se dice de  mi supuesta aventura con Ernesto y como eso a  incluido a estar donde estoy es más que suficiente.

Puedo ser muchas cosas pero nada puede interponerse entre mi trabajo y la credibilidad que este amerita.
Soy sumamente perfeccionista con mi trabajo, esto me ha permitido destacar en cada cosa que hago y pretendo tener una carrera excepcional en esto que tanto me apasiona. Los chismes de pasillo no son un buen referimiento para mi currículum, por eso nunca había mezclado el placer con mi trabajo, no hasta el momento.

Así que conseguimos separarnos a duras penas; e intento medio acomodar mi falda justo antes de que el señor de la limpieza doble el pasillo en nuestra dirección junto a su carrito de utensilios; las ruedas de su carrito tienen ese característico chirrido producto de los años de uso y falta de aceite de sus ruedas que no hacen más que llenar el incómodo silencio que se ha formado.

El señor de mantenimiento no parece muy sorprendido de ver a Alexander a estas horas, por lo que intuyo que por dicha razón se me queda viendo muy fijamente.

—¿Se le ha perdido algo? —pregunta Alexander con ímpetu y el hombre parece aterrizar nuevamente.

Niega de manera frenética y sigue su camino, doblando en el primer pasillo que encuentra a la velocidad de la luz. Si, Alexander es ridículamente intimidate.

—¿Podrías al menos taparte un poco?— pregunta con un enojo evidente mientras avanza rumbo a los ascensores, no es hasta que lo menciona cuando me percato de que la parte superior de mi blusa está totalmente al descubierto; dejando a la vista parte de mi sostén de encaje y el contorno de mis pechos.

Ahora entiendo muchas cosas; intento cubrirme mientras avanzo rápidamente tras el, lo último que quiero es quedarme sola en estos pasillos apenas iluminados.

—¿Todavía le temes a la oscuridad? — pregunta con escepticismo

—Mejor cállate. He visto las películas de terror suficientes para saber que no debo quedarme sola en pasillos desiertos.

—¿No estas un poco grande para eso? — No pienso responderle.

El ascensor llega y entro primero, si alguien nos va a matar en este inhóspito corredor espero que acabe con él primero.

Alexander y yo atrapados en un espacio cerrado tan pequeño se presta para muchas cosas pero no, no pasa absolutamente nada.
El silencio comienza a fastidiarme así que cuando hago el intento de mover mis labios para hablar obre el polvo que hay en los espejos este se me adelanta:

—¿No puedes guardar silencio más de un minuto?

Definitivamente me siento indignada. ¿Será que puede ser aún más grosero? Estoy a punto de quitar uno de mis zapatos y lanzárselo a la cabeza cuando las puertas del elevador se abren de par en par salvándole de perder su ojo izquierdo con el tacón de mi zapato.

El padre de mi HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora