Capitulo 12

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Estoy en mi oficina recibiendo lo que Kate ha traído para mi y estoy que muero de la felicidad.

—Así a cualquiera le dan ganas de que le tiren un café todos los días

La miro con cara de incredulidad y esta se apresura a aclarar la situación

—Me refiero al vestido —habla rápidamente gesticulando con ambas manos— si me van a comprar un vestido tan bonito cada que Antonella me tire café pues... ya me callo.

Definitivamente Kate esta loca. No puedo evitar sonreír con sus ocurrencias.

—¡Está precioso! ¿Cómo supiste mi talla? —pregunto mientras pongo el vestido sobre el sofá de la oficina para no estrujarlo.

—Yo sólo he elegido el modelo, el señor ha sido quien me ha dado las medidas. ¿No se lo haz dicho tú?

Me quedo pensando un segundo y no, de haberlo hecho lo recordaría. No quiero darle más vueltas al asunto, tengo poco tiempo para estar lista.

Mujer prevenida vale por dos así qué prácticamente tengo todo lo que necesito para verme fabulosa en mi cartera, de sencilla nada. Nunca me ha gustado pasar desapercibida y a mi edad no creo que eso suceda.

Kate sigue hablando sin parar mientras yo intento maquillarme. Me gusta hacerlo en silencio así que lo pienso para decirle que se calle un rato pero no quiero ser grosera con ella, mira que se ha portado de maravilla conmigo desde que he llegado aquí.

—Antonella si que ha de estar loca, te digo que le ha espantado a todas las chicas del lugar al señor Ivanov. No sé que se trae contigo la verdad, nunca había llegado a tanto.

—Fuimos novios.

Digo sencillamente. A este paso se enterará media oficina pero que más da. Ella parece no comprender lo que le he dicho.

—¿Novios quienes?— la miro con suspicacia y lleva ambas manos a su boca de forma dramática cuando parece caer en cuenta.
Cuando comienza a chillar como una adolescente y dar saltitos creo que ya es el colmo.

—¡Lo sabía! ¡Sabía que había algo entre ustedes pero no sabía que! ¡Mira que tengo ojo de loca, donde lo pongo ahí está la pelota!

No sé si eso sea un refrán o qué mierda pero es la primera vez que lo escucho. Vuelvo a reír con sus ocurrencias.

—¿Les pago para que trabajen o para que hagan el tonto?

La voz de Alexander me hace dar un pequeño respingo en el lugar donde intento terminar de retocar mi maquillaje.

¿Que hace en mi oficina?

—Tengo 5 minutos esperándola. ¿Será que alguna vez llegara a tiempo a algo?

Mi cara de confusión es épica. Hasta que escucho a Kate tartamudear y temblar como una hoja en una esquina:

—Yo... yo lo he olvidado señor.

Este se para justo frente a ella.

—¿Qué es lo que ha olvidado señorita Jiménez?

Parece aterrorizada y la entiendo perfectamente. Nadie quiere estar en el camino del enojo de Alexander.

El padre de mi HijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora